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Visita a la ciudad de los muertos

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Atardercer en el cementerio de Comillas con la escultura de ‘El ángel exterminador’ de Josep Limona (1895)

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Cada época tiene su terror. En ‘Frankenstein’ hay heridas de guerra, ‘La noche de los muertos vivientes’ muestra una sociedad en descomposición y los vampiros de los 80 reflejan el miedo al sida

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Óscar Beltrán de Otálora

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Miércoles, 25 de octubre 2023

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La ciudad de los muertos es anterior a la ciudad de los vivos. Según el urbanista Lewis Mumford, las primeras ciudades eran necrópolis levantadas en honor de los fallecidos, a las que las tribus nómadas regresaban de vez en cuando. Celebrar el Día de los Muertos, el Día de Todos los Santos, Halloween, es también conmemorar el nacimiento de la cultura y la civilización. En uno de sus grandes ensayos, ‘La cultura de las ciudades’, Mumford recuerda que, al llegar a las ciudades romanas o griegas, lo primero que se veía era una hilera de tumbas. De algunas culturas, son los monumentos funerarios lo único que pervive. Visitar las tumbas, según este planteamiento, es repetir el ritual que dio origen a la civilización.

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Los cementerios se han convertido, en muchos casos, en la explicación de nuestra cultura. La mejor demostración de ello es un libro publicado en 1915 y escrito por el poeta norteamericano Edgar Lee Masters, una obra convertida ya en clásico: ‘Antología de Spoon River’. Son doscientos epitafios procedentes de las tumbas de un pueblo imaginario, Spoon River. Los lemas escritos en las tumbas nos cuentan la historia de la ciudad, sus mentiras, sus ironías, sus sueños quebrados… Son las tumbas las que explican el mundo.

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Las primeras ciudades de la civilización fueron las necrópolis levantadas por pueblos nómadas

 

No se puede hablar de cementerios sin referirse a otro gran autor norteamericano: Edgar Allan Poe. Este padre del romanticismo misterioso dedicó varios de sus relatos a uno de los grandes temores universales: el miedo a ser enterrado vivo. Y en su poema ‘Annabel Lee’ fundó un mito: el enamorado que no puede alejarse de la tumba de su amante fallecida. En esa obra, un hombre se acuesta «cuando llega la marea nocturna» al lado de su amada, «en su tumba junto al ruidoso mar». Radio Futura hizo un himno de este poema.

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Saqueadores de tumbas

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En 1931 se estrenó una película en la que todo comienza en un cementerio: ‘Frankenstein’. Los ladrones de cuerpos saquean tumbas en busca de restos humanos para dar forma al monstruo. El éxito de esta película siempre ha servido a los sociólogos y ensayistas para desarrollar la teoría de que cada momento tiene su terror. Si en los años 80 la resurrección de las películas de vampiros reflejó el miedo de la sociedad al sida, una enfermedad que se relacionaba con la sangre, el ser creado con restos humanos evidencia el shock que había causado en la sociedad occidental el retorno de los heridos y mutilados de la Primera Guerra Mundial. Y que preveía lo que sucedería en la Segunda Guerra Mundial.

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En 'Frankenstein' (1931) todo comienza en un cementerio, donde los ladrones de cuerpos buscan restos humanos para dar forma al monstruo
En ‘Frankenstein’ (1931) todo comienza en un cementerio, donde los ladrones de cuerpos buscan restos humanos para dar forma al monstruo E. C.
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Pero la película que comienza en un cementerio y creará el género de los muertos que caminan es sin duda ‘La noche de los muertos vivientes’, de George A. Romero. En 1968, este descendiente de gallegos y lituanos rodó la película madre sobre zombis y abrió una saga que a día de hoy sigue siendo el género de terror que más espectadores reúne ante las pantallas. Su éxito no es solo el de unos personajes que abandonan sus tumbas para comer carne humana. Romero puso en pie una metáfora de una sociedad americana divida por la Guerra de Vietnam y por conflictos raciales, en la que las mujeres comenzaban a reclamar derechos. El director, por ello, fue pionero al convertir en protagonistas a un negro y a una mujer, y también al utilizar el terror para mostrar a una sociedad en descomposición. ‘The walking dead’ o ‘The Last of us’ solo siguen su escuela.

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Por muy terroríficos que fueran los cementerios de celuloide, nunca nos dieron tanto miedo como cuando Spielberg nos enseñó en 1982 lo catastrófico que puede ser levantar una urbanización sobre las antiguas tumbas de los indios. El cineasta produjo ‘Poltergeist’ y supervisó el rodaje, a cargo de Tobe Hoper. Se pueden decir muchas cosas de esta película, pero la más obvia –e inconsciente– es que los grandes apasionados del cine con mayúsculas nos hicieron ver que el canal para que el mal triunfase era la pequeña pantalla, la televisión. Aunque todo procediera de un cementerio indio.

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Las puertas se cierran

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Pero, quizás, la palma de las tumbas de los nativos norteamericanos se la lleva el tereno sagrado de los indios Micmac, situado cerca de Bangor, Maine. El maestro del terror, Stephen King, situó allí uno de sus clásicos: ‘Cementerio de animales’. King utilizó su maestría para resaltar que la muerte es inevitable, que es un viaje sin billete de vuelta y que intentar el retorno, o soñar con él, puede ser lo más horrible que puede hacer una persona viva. Aunque lo haga por amor. Por eso las puertas de los cementerios se cierran por las noches.

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En 1990, uno de los grandes de la literatura de fantasía, Ray Bradbury, escribió la obra definitiva sobre lo que puede esconderse debajo de un camposanto. El autor de ‘Farenheit 451’ publicó ‘Cementerio para lúnaticos’. Este libro, en el que las tumbas situadas junto a un estudio de cine de los años 40 son el escenario protagonista, es un canto a todo lo que pueden dar de sí los mausoleos de las estrellas de Hollywood y también al ser que regresa de la tumba para crear arte. Por eso homenajea a ‘El fantasma de la ópera’, de Gaston Leroux. Bradbury juega con todos los mitos del cine clásico como creadores de nuestros sueños y nuestras pesadillas. Su libro comienza con una frase: «Había una vez dos ciudades dentro de una misma ciudad». En el mismo párrafo, recuerda que, de noche, «la ciudad de los vivos comienza a parecerse al cementerio de enfrente, la ciudad de los muertos».

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Akelarres contra el cómic de terror

 

Akelarres contra el cómic de terror

En el cómic, el cementerio también se encuentra en los orígenes de grandes obras. El dibujante Will Eisner, pionero en convertir los tebeos en un arte –por ello los Oscar del cómic llevan su nombre– creó en 1940 su obra maestra: ‘The Spirit’. Esta saga, el pilar sobre el que creció el género, cuenta la historia de Denny Colt, un investigador privado que es dado por muerto y regresa de la tumba para resolver crímenes en Central City. Su guarida secreta se encuentra en el cementerio de Wildwood, justo debajo de la tumba con su lápida. No hay mejor forma de desaparecer que el hacerse pasar por alguien a quien todo el mundo da por muerto.

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En el arte secuencial, como llamba Eisner al cómic, una obra de referencia es ‘Tales from the crypt’ (Los relatos de la cripta). Este tebeo de terror editado entre 1950 y 1954 fue fundacional a la hora de llevar lo siniestro y lo gótico a las viñetas. Uno de sus personajes más carismáticos fue el guardián de la cripta, una especie de ser terrorífico que vivía debajo de las tumbas y se encargaba de presentar cada historia con el humor que ayuda a sobrellevar el terror.

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La historia más terrorífica de ‘Tales of the crypt’ vendría de la política. Este tebeo fue uno de los primeros en ser sometido a la censura del denominado ‘Código del cómic’. Cuando estaba a punto de desatarse la caza de brujas en Estados Unidos, los cómics de terror se convirtieron en la bestia negra de los congresistas conservadores, que llegaron a acusar a este género de promover la violencia juvenil y el analfabetismo.

Los ayuntamientos de Oklahoma y Texas prohibieron la venta de los tebeos de miedo y en algunas ciudades se llegaron a organizar akelarres en los que se quemaban en la hoguera ejemplares de ‘Tales from the crypt’. Los monstruos, esta vez, eran víctimas de los políticos.

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