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Una monja lesbiana investiga

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Margot Douaihy

 ‘La señal de la cruz’, la primera novela de esta autora, apuesta por una renovación del género negro desde la osadía y el respeto al canon

 

Sábado, 20 de julio 2024

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El culebrón religioso de esta temporada -el cisma de las monjas de Belorado, guiadas por un falso obispo y un barman disfrazado de sacerdote- podría ser un escenario de ensueño para Sor Holiday, el personaje creado por la escritora norteamericana Margot Douaihy en su primera novela, ‘La señal de la cruz’.

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A uno le gustaría ver a esa monja lesbiana, excomponente de una banda punk, fumadora, cubierta de tatuajes, cabreada, en busca de redención pero también de justicia, en un convento con religiosas preconciliares y curas de pacotilla que podrían celebrar la eucaristía con dry martinis. Sin duda, la historia real saldría ganando.

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‘La señal de la cruz’ es una muy, pero muy buena novela negra. No solo porque es innovadora y está muy bien escrita. Tiene una trama inteligente, con personajes secundarios fascinantes,y una Nueva Orleans tan viva como cualquiera de los hombres y mujeres que atraviesan la novela. Además, toda ella muestra un inteligente revisionismo de los cánones de la novela negra. Pese a su originalidad, el libro destila adoración hacia los creadores clásicos de los años 40 y 50.

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«Estoy profundamente inspirada y en deuda con los clásicos canónicos. Chandler, Hammett, Highsmith y Himes sentaron las bases de lo que puede ser la ficción noir y ‘hardboiled’. Me baso en su legado e intento ampliarlo para incluir voces y experiencias que a menudo estaban marginadas o ausentes en su época. Es una forma de rendir homenaje a sus contribuciones y, al mismo tiempo, poner a prueba el arte e impulsar el género», asegura Margot Douaihy en una entrevista concedida a EL CORREO.

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Pero Douaihy, una militante del colectivo LGTBQ+, le ha dado a la tradición noir un nuevo aire con la introducción del mundo queer donde antes había hombres duros con gabardina y mujeres fatales, además de una reflexión sobre cuestiones como la religión, el pecado o la redención y la culpa. «Intento contrarrestar el borrado que hemos visto en las obras canonizadas de Chester Himes, Dashiell Hammett, Raymond Chandler, entre los años 30 y 50, y en obras posteriores de James M. Cain y James Ellroy. Estos libros encendieron mi mente con su estilo elevado, y su estética y modos intensificados.

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Así como un poema es un modo de intensidad, una historia ‘hardboiled’ también es un modo de intensidad. Los primeros ‘hardboiled’ de posguerra incluían cuestiones como el trauma, el estrés postraumático, el miedo, las políticas de identidad y las polémicas sobre el estado de la nación. Estoy ampliando esa idea a cuestiones que se plantean en las comunidades queer. Se trata del poder y de la impotencia, de la justicia y de la alteridad, de vivir con autenticidad», explica.

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En ‘La señal de la cruz’, dentro de su revisión de los arquetipos de la novela negra, la autora se atreve con la figura dela ‘femme fatale’, sin la que muchas grandes obras negras no sería más que simples puzles. «Me encanta la ‘femme fatale’. La veo como una Eva moderna, nuestra primera ‘femme fatale’, la mujer caída, la Jezabel que tomó lo que quiso y pagó el precio.

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Es interesante que las definiciones de los diccionarios sigan presentando una visión muy esencialista. La narrativa suele retratar a la ‘femme fatale’ como alguien que tienta al protagonista, no como una protagonista por derecho propio. Yo quería invertir y subvertir estas ideas», afirma Douaihy.

Contra la pena de muerte

Y lo mismo sucede con la religión. Porque las monjas de ‘La señal de la cruz’ son personjes fuertes, nada ajustados a los tópicos. «Aunque algunas monjas que he conocido no lleven tatuajes, guantes negros ni sean malvadas, muchas de ellas sí han gastado mala leche. Han sido feministas, han protestado contra la energía nuclear y la pena de muerte. Han defendido los derechos de la mujer. Las monjas tienen un largo legado de convivencia con la violencia horrible, así como de transgresión por un bien mayor, siendo socialmente progresistas y alborotadoras en lo espiritual, religioso, bueno y santo. En todos los sentidos.

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Sor Holiday es solo una encarnación diferente de lo que ya he visto» responde la autora. Recuerda que en su ciudad natal. Scranton (Pennsilvania), «las monjas desempeñaron un papel decisivo en los movimientos de alfabetización, enseñando a leer y escribir a las esposas e hijas de los mineros del carbón cuando nadie más lo hacía».

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Este libro va más allá de la novela negra al hablar sobre una religión humana y, por lo tanto, llena de contradiciones. «Para sor Holiday la religión es su brújula y una balsa salvavidas, así como una jaula a veces, mientras lucha con el deseo carnal y la autorrealización.

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Más que nada, espero que la religión en el libro proporcione espacio para preguntas profundas y para la curiosidad. ¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿Qué necesito frente a qué quiero? ¿Qué sentido tiene el mundo, si es que tiene sentido alguno? ¿Cómo utilizamos la narrativa para dar sentido al mundo, o para mentirnos a nosotros mismos y desenterrar algún tipo de verdad emocional?».

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