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Un crimen en el Carlton para revolucionar la industria editorial

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Una rupturista editorial sueca elige la novela ‘Muerte en el Carlton’ de Javier Sagastiberri para presentar al mundo sus traducciones con Inteligencia Artificial: del inglés al suajili y a coste cero

 

Oskar Belategui

Bilbao · Miércoles, 5 de junio 2024

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«Hacemos que tus historias viajen», promete la web de Aniara. La editorial sueca «ofrece todo lo que necesitas para que tus libros publicados alcancen una audiencia global».

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Su CEO, Rickard Lundberg, procede de Storytel, un servicio de streaming de audiolibros, e-books y pódcast. Asegura incrementar las ventas en el extranjero de una obra «al menos cinco veces».

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Aniara traduce, produce y distribuye libros en siete idiomas de catorce mercados. ¿El coste para el autor? Cero.

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La clave es una traducción confeccionada por Inteligencia Artificial (IA) y basada «en un Proceso de Lenguaje Natural con una calidad controlada por lingüistas, traductores y lectores en un proceso de cinco pasos». Hasta aseguran que el texto traducido conserva el estilo del autor.

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Del idioma original se hacen versiones en inglés (para Reino Unido y EE UU), alemán, español (castellano y español latinoamericano), danés, finlandés, sueco, suajili «y más idiomas que están por venir».

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De momento, Aniara ha hecho pruebas con cinco autores: cuatro suecos –Caroline Hainer, Björn Ranelid, Christian Unge y Roger Lundgren– y el vasco Javier Sagastiberri.

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Su agente, Beatriz Celaya, le habló de Lundberg, que convirtió ‘Muerte en el Carlton’ en un audiolibro en Storytel. Ese mismo título ha sido elegido para presentar Aniara al mundo.

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«Me llamó la atención lo del suajili, con que me tradujeran al italiano ya me conformo», bromea Sagastiberri, que ha publicado sus seis novelas policíacas con Erein –la última, ‘Muerte en la Ría’, la promociona en la Feria del Libro bilbaína– y al que nunca han traducido.

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«Se trata de dar visibilidad a autores que no pertenezcan a grandes grupos editoriales, que ya tienen sus propios sistemas de traducción», explica el escritor.

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«Democratiza un proceso que acaba como audiolibro, e-book o impresión bajo demanda. Y cuando empiece a funcionar el negocio te pagan derechos de autor con absoluta transparencia».

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Aniara presume de trabajar junto a agentes literarios y de mejorar las portadas de los libros y la metadata para optimizarlos en los motores de búsqueda, tiendas en línea y algoritmos. El respeto a los derechos de propiedad intelectual, prometen, es absoluto.

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Javier Sagastiberri en el hotel Carlton, escenario de su novela.

Javier Sagastiberri en el hotel Carlton, escenario de su novela. Jordi Alemany
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Si lo sabrá Javier Sagastiberri, que además de escritor es inspector de Hacienda desde 1987. «Sé cómo funciona este negocio.

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En alabanza de las editoriales pequeñas, casi no ganan dinero. Cuando me dicen ‘¿solo te pagan el 10%?’ mucho me parece, porque tienen que arriesgar para que ellas se puedan llevar el 20%. Mi contrato me da absoluta libertad para vender mis derechos a otras editoriales, siempre que no sea al castellano».

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Sagastiberri ya ha recibido varios capítulos de ‘Muerte en el Carlton’ traducidos al inglés por IA. «Los han leído gente que domina el idioma y no han puesto pegas. Yo escribo novelas policíacas en un estilo directo, y parece que para traducir funciona bastante bien».

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La empresa sueca puede alegrarles la vida a las editoriales pequeñas, que disfrutarán así de más visibilidad para sus autores. A los traductores no les hace tanta gracia.

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«Hasta que no se perfeccione este sistema tendrán trabajo, pero es que el problema de la IA puede afectarnos a los propios autores.

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Tengo compañeros que ya utilizan Chat GPT para obtener documentación. Yo sigo escribiendo mis novelas en bolígrafo Bic azul. Ahora he descubierto que puedo dictar el texto a un programa para pasarlo al ordenador, fíjate si estoy lejos de esto», se explaya el autor de ‘Una tumba sin nombre’. Sagastiberri exagera.

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En su última novela, él también echó mano de la IA para encontrar información de la guerra en la antigua Yugoslavia.

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El escritor cree que es difícil que las máquinas reemplacen al hombre en aspectos creativos, pero todo es posible en una industria editorial que está a la que salta. Y pone el ejemplo del noruego Jon Fosse, el último Premio Nóbel de Literatura.

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«En España lo publicaba De Conatus, una pequeña editorial que vendía 500 ejemplares y podía vivir con eso. Dos días antes de anunciarse el Nobel, Penguin Random House compró todos los derechos a Jon Fosse».

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