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«Ramiro Pinilla debería haber tratado a autores de su nivel»

El experto Fernando Valls reivindica en el congreso internacional dedicado al autor la publicación de algunas de sus obras en editoriales como Cátedra

 
 

Viernes, 25 de octubre 2024

 
 

«En Alemania solo quieren traducir a Carlos Ruiz Zafón o Ildefonso Falcones.

 

Ni se les pasa por la cabeza un título como ‘Verdes valles, colinas rojas’. Los tiempos han cambiado mucho», reflexiona Fernando Valls, profesor de Literatura Española Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona y presidente de la Asociación Española de Críticos Literarios, poco después de su conferencia plenaria en el Congreso Internacional consagrado a la figura y obra del escritor getxotarra que ayer concluyó en el centro Muxikebarri de Getxo.

 

Parece mentira que en un país amante de la lectura que adoraba a Javier Marías y Rafael Chirbes no se haya despertado el interés por la obra de un autor que concilia los orígenes míticos y las sagas familiares con los estragos de la guerra y la lucha de clases.

 

«La gran literatura española no funciona en Alemania. Solo interesan los productos comerciales que venden mucho. Ya no hay críticos literarios como Marcel Reich-Ranicki, con programas en horarios de máxima audiencia que aconsejen y disparen las ventas», insiste Valls, un gran conocedor del panorama centroeuropeo.

 

Una mezcla de fatalidad y desencuentros cerraron una puerta muy importante a Ramiro Pinilla, porque llama la atención que un autor traducido al alemán en 1966 (‘Die blinden Ameisen’/Las ciegas hormigas) y con una película, también alemana, rodada en Getxo y basada en su primera novela divulgada en el extranjero, no haya aprovechado la coyuntura para abrirse a otros mercados literarios, viajar y conocer a Günter Grass, por ejemplo, al que muy probablemente le habría fascinado la obra del futuro autor de ‘Verdes valles, colinas rojas’.

 

Pero lo cierto es que la experiencia del filme, dirigido en 1969 por Oswald Döpke y producido por la televisión alemana, no le gustó, pese a participar en el guion y tener a sus hijos como extras, porque lo vivió como una imposición de la editorial Destino.

Idealista infatigable

«Pinilla terminó aislándose, pese al logro extraordinario de haber ganado en 1960 el Premio Nadal y el Nacional de Crítica con ‘Las ciegas hormigas’».

 

Tenía 38 años y un futuro brillante, que por lógica debería haberle llevado a hacer amistad «con autores a su altura, como Rafael Sánchez Ferlosio, Ana María Matute y los hermanos Goytisolo». Pero ni los buscó, ni parece que los echó de menos.

 

«No le gustaba viajar y, además, tenía muchas preocupaciones, de trabajo y personales, con mujer y tres hijos, y escribía cuando podía».

 

No solo se desvinculó del circuito editorial, sino que tampoco era afecto al régimen franquista y no militó en el partido comunista hasta la Transición.

 

«Era un idealista infatigable, también ingenuo, que ayudó a mucha gente con una editorial que publicaba a precio de coste, un taller literario… Invirtió mucha energía en proyectos que no impulsaban su propia carrera». De no ser porque al final de su vida, frisando los 80 años, se empeñó en sacar a la luz su obra magna, ‘Verdes valles, rojas colinas’, todavía seguiría en el olvido.

 

Cuando se cumplen 10 años de su fallecimiento y más de un siglo de su nacimiento, su trabajo se mantiene vivo gracias al ‘redescubrimiento’ de la editorial Tusquets que publicó ‘Verdes valles, rojas colinas’ en 2004 y 2005. A estas alturas, en su catálogo cuenta con más de doce títulos, desde ‘Las ciegas hormigas’ a ‘El hombre de la guerra’.

 

– ¿Cuál es el paso editorial que echa en falta?

 

– No sería mala idea que los herederos de Ramiro Pinilla cedieran los derechos de libros como ‘Las ciegas hormigas’ y una antología de cuentos a una editorial como Cátedra.

 

– ¿Por qué lo dice?

 

– Los buenos prólogos y las notas a pie de página enriquecen la lectura, además de ser una herramienta fundamental para los estudiantes. Son muy importantes ese tipo de ediciones. Pinilla es un autor que bien merece estar en su colección de clásicos. La prioridad de los herederos debe ser la difusión de la obra.

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