Javier Castillo. El chico del tren
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Libros de mandalas, libros de pasatiempos para niños, libros de autoayuda, libros para dejar de fumar… La categoría de «libros más vendidos» de las plataformas de venta en red y a domicilio retrata estos días a un mundo al borde del ataque de nervios. En medio del lío, una novela destaca como el libro más leído de la crisis del COVID-19 e España. Se llama La chica de nieve (Suma de Letras) y trae la firma de Javier Castillo (Málaga, 1987), un escritor que hasta ahora ha pasado un poco por debajo del radar de los medios de comunicación.
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«En mi barrio había una papelería con un expositor giratorio lleno de libros de bolsllo. Mi madre me daba 1.000 pesetas de paga y yo me iba comprando todas las novelas de Agatha Christie a 995 pesetas el ejemplar. Entonces empecé a escribir por imitación. Me acuerdo de un cuento de 10 páginas que se llamaba Cuatro negritos, ya se imagina lo que era aquello. Nunca dejé de escribir, aunque siempre fue una cosa que hacía solo y que no compartía. Nunca fui a cursos de literatura creativa, por ejemplo. Hice Económicas, me empleé en un trabajo de esos de 12 horas en la oficina… Escribía en el tren de vuelta a casa, siempre cuentos. Un día tuve un sueño, me vino la imagen con la que empezaba El día que se perdió la cordura y desperté con la idea de escribir algo más, una novela», explica Castillo.
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El día que se perdió la cordura a salió al mundo en 2014 vía autoedición. Dio con la tecla, conectó con miles de lectores y tuvo una continuación, El día que se perdió el amor. En agosto de 2017, Castillo dejó el trabajo y se consagró a la literatura. «Llevaba 100.000 libros vendidos en cinco meses. Empezaba a tener ofertas de traducciones con dinero significativo y tenía otra novela ya prevista. En una semana se apuntaron 40.000 personas a una lista de correo para recibir adelantos de la novela…». El libro llegó en 2019 con el título de Todo lo que sucedió con Miranda Huff. Un año después, en la semana en la que España se encerró en casa, debutó La chica de nieve.
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«Miranda Huff la presentamos en un teatro de 800 personas y llenamos», explica Castillo. «Este año reservamos un teatro de 1.200 personas para presentar La chica de nieve y yo me asusté un poco… Pero tuvimos que cancelar y hacer una presentación en red. La vieron 6.000 personas en directo y 60.000 en diferido. Yo también estoy asombrado».
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¿Qué es La chica de nieve? Muy en resumen, 100.000 palabrs de un thriller de tensión psicológica, con escenarios sofisticados, investigadores atormentados y niños perdidos. Un poco Joel Dicker, un poco , un poco John Verdon, un poco Dana Scully. Una niña desaparece en Nueva York en 1998; años después, sus padres reciben un VHS en el que se ve a la niña sana y alegre. Una periodista llamada Miren rescata su caso, sigue la pista y por el camino, va indagando en las zonas oscuras de su propia historia.
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Escritores de thrillers hay muchísimos. ¿Qué tiene Castillo de especial? «Soy una persona muy analítica. Será la herencia de haberme dedicado a la economía. Preparo las novelas con un excel, organizo muy bien la información y la dispongo como un juego. Todo es tensar una cuerda y soltarla, coger otra cuerda y soltarla. Lo llevo todo muy cerrado cuando empiezo a escribir». ¿Y entonces? «?Me dicen que escribo de una manera muy atenta a las emociones. No sólo pasan cosas en mis libros, no sólo estallan coches, desaparecen personas, aparecen como cadáveres, etcétera. También hay una atención a lo que se siente»
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«Mi familia y la gente que me conoce muy de cerca dice que no me reconocen en lo que me leen, pero yo sé que en estos libros hay algo muy íntimo. Yo hablo muy deprisa, de niño me atropellaba. Sin embargo, en el interior de mi cabeza la voz con la que pienso es serena, va despacio. Es la misma voz con la que escribo y supongo que por eso escribía, porque me ayudaba a relajarme. Por eso me ha sido fácil hacer esta novela, muy natural. El reto, ahora, es ir separándome de esa facilidad. Se supone que el personaje de Miren [la periodista investigadora de La chica de nieve] va a seguir creciendo en las próximas novelas y eso será a costa de tener su voz, no la mía».
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«Conozco bastante bien a quien me lee, encuentro patrones entre la gente que viene a las presentaciones», explica Castillo. «Muchas mujeres, de 18 a 45 años… Les tengo presentes y trato de tocarles la fibra y de conectar con ellos. Yo no soy tan raro, me preocupan y me gustan las mismas cosas que a ellos. Pero sé que no puedo hacerlo todo pensando en complacer al lector. Que tengo que ir para allá. La chica de nieve está hecha para emocionar, no como denuncia, pero también sirve para hablar del sensacionalismo y de la violencia psicológia».
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Y si Javier Castillo piensa en sí mismo dentro de 10 años, con seis o siete novelas más en su carrera, ¿en qué sentido le gustaría que hubiesen crecido sus historias? «Mis primeras novelas estaban construidas sobre la trama más que sobre los personajes. Las últimas se basan más en personajes complejos. Ahora, el reto es que esos personajes no sólo sean complejos sino que tenga una voz propia y diferente».
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