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Pierre Lemaitre: «Los años 50 fueron criminales, entonces fabricamos el calentamiento climático»

 

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El escritor francés Pierre Lemaitre, que ha presentado en Barcelona su novela El silencio y la cólera, segunda entrega de su tetralogía sobre los «30 años gloriosos», cree que «los años 50, los de la gloria del capitalismo, son los más criminales porque entonces fabricamos el calentamiento climático».

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En El silencio y la cólera (Salamandra en castellano y Bromera en catalán), Lemaitre sigue con la saga familiar de los Pelletier, cuyos tres hijos vivos vuelven a París en 1952 tras mudarse desde Beirut, donde se quedan los padres: Jean, el inepto primogénito, que intenta abrir unos almacenes, François, reportero de Le Journal du Soir, y Hélène, la menor, que ha empezado a colaborar en el mismo periódico.

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En la presentación a la prensa, Lemaitre indica que es un reto hablar de algo de lo que los protagonistas no son conscientes, pero sí el autor y los lectores. Los años 50, «años de gozo, después de la guerra, son el origen del fracaso actual, el peor de la humanidad», señala Lemaitre, para quien «una novela sirve para entender una época, o de lo contrario es un objeto inútil».

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Esta segunda novela se articula alrededor de Hélène, después de que el protagonista central en la anterior fuera su fallecido hermano Étienne. El tercer volumen estará protagonizado por François y se situará en 1959, con la Guerra Fría como telón de fondo y ubicado en parte en Praga, y el cuarto tendrá como protagonista a Jean y se situará en 1963.

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«1952 es un punto de inflexión importante en la Francia de la posguerra, pues se empieza a superar el período del hambre y el desempleo y las cosas comienzan a ir algo mejor, aunque mi hipótesis es que van mejor para todos menos para las mujeres«, indica Lemaitre. A su juicio, hay un falsa sensación de que la mujer empieza a sentirse liberada; la publicidad lanza eslóganes que hablan de «esa mujer por fin liberada gracias a la lavadora, la nevera, la plancha y el congelador, pero este concepto de liberación no es más que otra manera de perpetuar su servidumbre». La dominación masculina, añade el escritor, siempre se ejerce de la misma manera, con «el control del cuerpo», destinado a la maternidad.

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Por esta razón, a partir del personaje de Hélène, Lemaitre aborda la cuestión del aborto, contestado en la época con mucha violencia, o la participación de la mujer en el mundo laboral, siempre reducido.

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En paralelo, el aumento de la natalidad y el crecimiento formidable de la población creará unas necesidades energéticas mucho mayores. En ese contexto, Hélène es enviada como periodista a una población ficticia de la Francia profunda, donde se va a construir una central hidroeléctrica y un pantano que inundará la población de Chevrigny, donde sus habitantes «deben abandonar sus hogares para una energía que no necesitan».

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No cree Lemaitre que el presente se parezca al pasado, pero sí aspira a que sus novelas ayuden a comprender el camino recorrido. En la novela, Hélène escribe un artículo tremendamente agresivo titulado «¿Son limpias las francesas?, sobre la higiene de las mujeres», que «dice que las francesas no se cambian a menudo la ropa interior o que no utilizan jabón, pero en realidad obvia que sólo dos de cada diez viviendas tienen baño».

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Agrega que este artículo fue escrito en realidad por una mujer, la periodista Françoise Giroud, que veinticinco años después «se convertiría en ministra del gobierno francés y simbolizó la aspiración de la mujer a ocupar su lugar en la sociedad».

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Por esta razón, Lemaitre cree que «el presente no es un espejo del pasado, pero mirar atrás permite entender el camino recorrido, comprender que el feminismo, como en el caso de Giroud ha evolucionado aunque le quede un largo trecho por recorrer y lo mismo pasa con el aborto, hoy plenamente institucionalizado en Francia y en España».

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Poco antes de la revolución de mayo del 68, Le Monde titulaba una columna «‘Francia se aburre» y unos días después hubo una explosión de gente en las calles, lo que demuestra, según Lemaitre, que «los años 50 son unos años demasiado cómodos, que provocaron unos años después el rechazo de los jóvenes al capitalismo anterior».

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Preguntado por su día a día, Lemaitre dice que es la jornada de un artesano: «No soy un escritor, soy un novelista, porque un escritor escribe y un novelista cuenta historias; y mi trabajo es como el de un artista, que tiene su oficio y entra al taller a seguir con lo que había dejado el día anterior». Con un tono irónico indica: «Me gustaría mentir y decir que me levanto y hay una luz de inspiración que me atraviesa las venas, que hay un hechizo y escribo con mi pluma de oca siempre sufriendo, pero es lo contrario, trabajo como todo el mundo, con buenos y malos momentos, y cuento más con mi trabajo que con mi talento. No creo en la inspiración, sino en la transpiración«.

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Lemaitre no echa de menos al autor que fue de novela negra, porque cree que no ha cambiado de oficio. «En mis novelas actuales hay una historia criminal con giros inesperados, suspense, sorpresas y esos giros que hacen que el lector quiera seguir pasando páginas; por tanto, hoy utilizo la misma caja de herramientas que tenía cuando escribía novela negra», repone el autor que ganó el Goncourt en 2013.

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