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Puente Viesgo en un delicioso pueblo situado en el cántabro valle del Pas. Es casi idílico, con sus montañas, su río, sus manantiales y su balneario, un santuario de paz y bienestar.
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No es posible imaginar que cuando uno se sumerge en sus aguas termales pueda suceder algo catastrófico: Puente Viesgo es lo más parecido al cielo que debe existir sobre la tierra. Con estos mimbres, la escritora María Oruña se erige en guía de una visita entre baños, subterráneos y misterios.
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Oruña (Vigo, 1976) ha recorrido piedra a piedra y piscina a piscina sus profundidades para dar un golpe de guión y revertir la tranquilidad en un escenario de muerte. Así, con un mirlo sobrevolando la tragedia, comienza Los inocentes, su última novela (Destino).
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El personaje bandera de la escritora gallega, la teniente Valentina Redondo (cuyo apellido debe a la autora de la trilogía del Baztán, Dolores Redondo), prepara su boda, pero el mal se cruza en sus deseos de manera tozuda.
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Cantabria, una vez más, es ese rincón perpetuado ya en cinco libros anteriores, donde la naturaleza y el crimen se abrazan en un duelo que ha enganchado a un millón de lectores.
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La entrevistamos a pie de escenario, acuoso y plácido, para saber cómo se gesta un asesinato de infinitos interrogantes.
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Recurre a un escenario hermoso para crear un ambiente siniestro. ¿Por qué un balneario, donde todo es limpio y blanco para hacer algo negro?
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Yo quería el contraste y quería el MAL (lo pongo en mayúsculas porque es indiscriminado, un atentado masivo), en uno de los sitios más tranquilos, idílicos y relajados que yo conocía en Cantabria. ¿Por qué? Porque nos adormecemos un poco y no estamos alerta y tenemos que darnos cuenta de que el mal y el peligro están en todas partes. Me hace gracia porque cuando estaba en la Feria del Libro de Guadalajara (México), el taxista nos dijo: «Me asombran ustedes los europeos, que hacen planes a tan largo plazo y que confían en que mañana suene el despertador y estén allí para despertarse». Ante nuestro asombro, matizó: «Nunca sabes si te vas a despertar al día siguiente». Es cierto que estamos muy confiados.
Sus cinco anteriores novelas de la serie Puerto Escondido tenían una línea temática muy buscada: habitación cerrada, novela gótica… Ahora tenemos este crimen multitudinario. ¿Se ha inspirado en algún caso concreto?Sí, de hecho, es difícil decirlo sin hacer spoiler, pero el caso en el que piensa Valentina, un caso que sucedió en Escocia, yo lo descubrí casualmente cuando me documentaba para el quinto de la serie. Me había comprado un libro de crímenes antiguos, que parecía de gasolinera, en la torre de William Wallace, en Stirling (Escocia), porque un amigo mío se empeñó; costaba 4 libras.
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Y así descubrí un crimen que me inspiró para el anterior, El camino del fuego. Era un crimen masivo que me sorprendió muchísimo por su finalidad y sus causas. Entonces, esa idea me iba rondando en la cabeza. Luego fue cuando conocí el balneario y me dije, «¿y si hago eso?». Iba uniendo ideas y ese caso, de hecho, lo cito de forma deliberada en el anterior libro. Hago que un personaje ennumere sus crímenes en el pasado, porque sabía que la sexta entrega iba a estar inspirada en ese asunto.
Cuando termino de investigar un libro acabo agotada, he exprimido todas mis neuronas
¿Cómo funciona la mente de una autora que está escribiendo algo, pero ya tiene el pensamiento en lo siguiente, todo a la vez? ¿No se descansa nunca de buscar malvados?No, yo creo que no se descansa nunca.
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Realmente, hay una idea que germina ahí y se queda dando vueltas. Piensas en un concepto que te ha sorprendido y te dices, si me ha sorprendido a mí, puede sorprender a otro. No sabes cuándo lo vas a utilizar. Yo sabía en este libro cuál era el tema pero, ¿qué iba a escribir? Ni idea.
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Cuando te pones a investigar encuentras cosas, pero es verdad que la cabeza nunca para en ese sentido. Hay que buscar historias. No es fácil, luego acabo agotada, doy fe. Cuando termino digo, he exprimido todas mis neuronas.
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¿Qué vendrá después como temática? ¿La Inteligencia Artificial, crímenes pasionales, descuartizamientos…? Todo esto se encuentra en la realidad más actual.Ya estoy trabajando en otra historia, no de Valentina.
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Pero yo escapo mucho de lo vulgar. Normalmente, mis libros empiezan con algo que te llamaría mucho la atención si lo vieses en un periódico, algo muy explosivo, muy singular. ¿Un crimen pasional? Me parece más de lo mismo. ¿Un tema urbanístico? No te pararías en un periódico a leer esto. Tiene que ser algo que digas guauuu. Nunca trabajo temas escatológicos en concreto, ni ahondo en ello. Y tampoco olvido que mis libros, aunque tengan una base muy sólida forense, histórica y tal, también tienen una parte de crítica social.
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Escapo de temas demasiado dolorosos y escabrosos, por ejemplo sería muy raro verme escribir sobre pederastia. Es un tema tan duro, delicado, con tantas aristas… no me veo capaz de hacer entretenimiento de eso. Sería otro tipo de novela, una realmente oscura. Lo que yo hago es entretenimiento, sin perjuicio de que intente hacer buena literatura, no deja de ser un juego.
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Meto citas al principio de cada capítulo, introduzco juegos, pongo pistas… No es que no sea delicado matar a un montón de gente, pero lo planteo más como Agatha Christie.
Los personajes de esta novela son muy contradictorios: la sagaz Valentina, el torpe Sabadelle, el apuesto Oliver, la acomplejada Aratz… ¿Decide el escritor cómo le caen sus personajes? ¿Puede llegar a odiar a alguno?En mi caso, no. Todos tienen una función, ningún personaje es de relleno y todos tienen claroscuros.
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Procuro evitar los estereotipos, el malo no tiene que ser malísimo, porque, incluso, el más villano puede ser amable y simpático con el vecino, cuidar a su madre enferma… Y lo que son más casposos, como Sabadelle, que es vago, aprovechado, torpe, retrógrado, pero tiene un punto de ternura. Te reconozco en ciertas personas y tampoco te odio porque me haces reír. Y ten en cuenta que mi voz es la que está detrás de todos, no tienen por qué caerte bien.
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En mis libros, todos se justifican a sí mismos, nadie tiene la culpa de nada. Hasta el asesino siempre encuentra una causa que lo exculpe. Cuando yo posiciono a los personajes no tengo que estar de acuerdo con ellos, pero como son un conducto que tiene esa función, son piezas de un tablero, como piezas de orfebrería. No les tengo manía en ese sentido, y, hombre, me puede hacer más gracia cargarme a uno o a otro.
No creo que mi personaje Valentina se vaya a refugiar nunca en una burbujita de cristal a ver pasar la vida
Valentina tiene todo en su mano para retirarse. ¿Es posible imaginarla apartada en un castillo escocés? ¿O sea, que no haya más casos literarios para ella?
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Yo no creo en los finales felices porque en la vida real no existen o es que si existe todavía no es el final.
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No hay que olvidar que en el quinto libro de la serie, para que estuvieran felices mandé a los protagonistas a Escocia y que ella no pudiera ejercer de policía. Y nada más llegar tuvo que resolver un crimen en una semana. Si su forma de ser es coherente, su forma de entender el mundo, nunca va a dejar de perseguir a los malos. No se va a refugiar en una burbujita de cristal a ver pasar la vida.
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Sí creo que una única persona puede cambiar la vida de muchas personas de su entorno e incluso puede cambiar las cosas. No la visualizo de una manera estática en ningún caso.
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¿Es partidaria de alargar la vida de un personaje eternamente?No creo que las series deban ni tengan que ser eternas. Es como un deportista de elite que tenga que seguir compitiendo con 50 años. Para bajar el nivel, no te quedes ahí. Siempre que vengo a Cantabria se me ocurren nuevos crímenes, en cuanto hablas con alguien puedes tener algún chispazo.
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Pero en el momento en que considere que no tenga nada más que decir a través de estos personajes, no lo haré. Y me quedaré tan pancha. No pasa nada. Para mí, los personajes están vivos mientras estén los libros. Creo en el poder de las nuevas historias y, sobre todo, creo que hay que tener nuevos retos, que no te puedes acomodar.
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La siguiente historia siempre tiene que ser la mejor. No valen excusas, si tienes que crear un universo nuevo, ponte a ello.
Es una forma de felicidad bastante estable si consigues esa inteligencia emocional, de estar satisfecho
Vive en Vigo, descansa en Cantabria y le encanta Escocia. ¿Si pudiera perderse para siempre, dónde lo haría?
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Yo, donde esté mi familia, me da igual el sitio del mundo mientras estén mi marido y mi hijo ahí. Eso es lo básico y fundamental como motor vital. Lo demás son sitios, lugares, piedras y árboles. Ya tenemos amigos en todas partes, a Escocia solo hemos ido una vez con mi hijo. Él se ha criado en Vigo, así que imagino que me perdería en Vigo.
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Con un millón de lectores detrás, ¿qué es para usted el éxito?El éxito personal es la calma, la paz contigo misma. Es una forma de felicidad bastante estable si consigues esa inteligencia emocional, de estar satisfecho, conforme con quien eres y cómo caminas por el mundo.
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El éxito profesional, para mí, estaría en perdurar. No yo, sé que al final el nombre de los escritores se diluye. Que mis historias lograsen ser atemporales, si son buenas ahora, que lo sean dentro de 50 años y que si alguien te coge en una biblioteca diga guauuu esto hay que leerlo, ya verás qué buen viaje.
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La factoría Henneo, grupo al que pertenece 20minutos, va a acometer la grabación de Puerto Escondido. ¿Cómo está el proyecto?Henneo adquirió los derechos de opción y están trabajando en ello, me han mostrado dosieres de cómo sería.
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Creo que sería una serie de plataforma, pero, como siempre, hay que esperar. El mundo audiovisual he comprobado que es muy grande, muy potente pero, todo va mucho más lento que en el literario. Hay que tener paciencia.
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¿Está ilusionada, impaciente con esta idea?Lo que soy es prudente. Me he reunido con ellos para dar mi opinión, que no haya fallos de raccord (continuidad cinematográfica), por ejemplo, que no se carguen un personaje que iba a salir en otro momento de la serie.
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Mientras no esté perfilado de otra manera más firme, yo debo tener paciencia. Soy muy consciente de que el trabajo de escritor, aunque se parezca, no es lo mismo que el del guionista. Y el lenguaje audiovisual no es el literario. Lo que funciona en un campo no funciona en el otro. Cada uno tiene que saber hacer su trabajo. Un guionista va a tener más soltura que tú, por muy buen escritor que te creas, haciendo guiones. Otra cosa es que tú te autoformes, que opines, supervises… pero no puedo hacer ese trabajo.
Henneo me ha mostrado dosieres de cómo sería la adaptación de mis novelas a una serie
¿Y ha pensado qué actriz podría dar vida a Valentina Redondo?La verdad es que no, es completamente inventado en mi cabeza y no me inspiré en nadie. Tendrá que tener unos rasgos muy concretos. Valentina es muy delgada, andrógina, poco pecho… No me la imagino con rasgos especialmente dulces. No llama la atención salvo por su carisma. Y esa actriz no tendría que ser extraordinariamente bella.
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Hay escritores con fans, otras, como Megan Maxwell tiene guerreros y usted tienes marineros. ¿Esto define su personalidad?Fue una casualidad. Yo vivo en una casita vieja de pescadores que arreglamos al lado del mar, al borde de la playa, en Vigo. Me crié en el centro y teníamos un balcón desde donde veíamos la ría. Nos asomábamos allí para ver cómo amanecía el día y qué ropa nos poníamos.
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Cuando empecé en las redes sociales, me dije es como navegar en la red y si vamos a hacer esto, es que seremos todos marineros. Fue al momento. Y luego, cuando saco a mi perro Gordon, siempre saco fotos del mar. Y como yo llamaba a mis seguidores marineros, ellos me empezaron a llamar capitana. Y ya quedó así. Es bonito, porque se llaman a sí mismos. Luego, un corrector de la editorial me preguntó ¿te has dado cuenta de que usas muchos términos marinos?
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Por ejemplo, se hundió, navegaba… no era consciente. Debe ser como la cultura más primitiva, que se queda dentro. Mi padre era electrónico naval y desde pequeña teníamos un barquito y navegábamos con él a las Cíes. Si el barco no se movía, me movía yo. Era algo loquísimo.
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Dicen que ha hecho de esta región, un género propio: la novela negra cántabraLas etiquetas las gente las necesita para saber qué te vas a encontrar. Por eso, nos ponen a muchísimos en las estanterías de novela negra cuando hay muchos híbridos y algunos son muy puristas, muy escatológicos… más Raymond Chandler, Pierre Lemaitre… Y luego, hay otros como más domésticos, tipo Camilla Lackberg, más de intriga que incluye temas más urbanos, tipo Milenium…
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Todos tienen sus características y es un poco peligroso etiquetar porque los lectores se pueden sentir defraudados. Yo, en mi cabeza, no me circunscribo a un sitio nada más. Todo puede suceder en cualquier parte.
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Tal y como escribo yo, no creo que lo que narro pueda suceder en el sur, en Canarias. Porque hay un humor diferente, los horarios, la forma de vivir…
Quien dice que lo nuestro es literatura comercial, ¿está llamando tontos a los lectores?
La novela negra, ¿por qué sucede casi siempre en el norte y no en el sur?A veces pienso, puede ser que tenemos que estar más tiempo hablando con nosotros mismos. Ahora estás aquí con sol, pero ayer, jarreaba. Cuando hay un clima tan frío o duro, estás más tiempo recogido. Y en soledad, normalmente no están todos tus amigos en casa.
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Una cosa es que tengas que pensar contigo mismo sobre muchas cosas y que tu imaginación que también bulla, a que tú digas, qué solecito, qué gambas y he quedado con amigos en un bar. No digo que tenga que ser siempre así, pero aquí hay más tiempo para estar recogido donde hace este tiempo.
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Si califican sus novelas de best seller, ¿se lo toma a bien o le parece despectivo? Me parece bien porque cada cual le da la connotación que quiere. No voy a negar que mis libros se venden bien, pero habría que destacar más que en vez de best-seller, que sea long-seller, que es para mí el verdadero éxito.
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Ahora Los inocentes, está en promoción, evidentemente, la gente probará y lo leerá. Pero el éxito lo sabremos si se sigue imprimiendo el año que viene. Para mí el éxito que es todas mis novelas no han parado de imprimirse, ningún año, desde que se publicaron, desde 2017.
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Aunque eso no sale en la prensa, no hay fuegos artificiales, no hay periodistas que te pregunten por ello, eso es alucinante. He perdido la cuenta de todas las ediciones de Puerto Escondido y no paran. No saldrá en ningún titular, pero a mí me emociona, aunque sea modesto y discreto. Pienso que a la gente sí le gusta de verdad. Luego hay quien dice que es literatura comercial, pero entonces, ¿estás llamando tontos a los lectores? Yo sé lo que me cuesta y yo leo mucho, muy variado y muy ecléctico, como para saber si hay unos mínimos filtros de calidad. Y luego, cada cual decide.
Todos nos creemos inocentes, cuando todos tendríamos que redimir alguna culpa, grande o pequeña
¿Hay prejuicios entre los propios lectores de lo que es bueno y lo que no?Los hay. He estado en el BookFest con Alice Kellen, Megan Maxwell y Blue Jeans y yo creo que hasta ellos se sorprendieron porque les hablaba como compañeros, como si ellos escribieran una cosa y yo otra. Quizás yo ahora voy en un avión y lo que necesito es un libro de Maxwell, y luego cuando llego a casa, me apetece leerme a Dostoyevski. Y al día siguiente, me apetece leerme una novela de reír. Todo tiene un momento. Todo tiene un trabajo y entretener a la gente es muy muy difícil, sobre todo cuando tienes un móvil y con un clic ya estás ocupado.
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¿Todos somos siempre inocentes o todos podemos ser potencialmente delincuentes?Todos llevamos máscaras socioculturales, que al final son necesarias. Estamos absolutamente domesticados. Por eso, en mis novelas, a mí me interesa mucho ver a los personajes en situaciones límite.
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En ese momento, es cuando caen las máscaras, cuando las pones al límite. Es como irte con amigos de viaje, en cuanto pasa algo, verás cómo son esos amigos. Todos nos creemos inocentes cuando todos tendríamos alguna culpa de redimir, grande o pequeña. Por ejemplo, el delito de omisión, no te metes donde no te llaman y al final igual tenías que hacerlo. Estás ciego o no quieres ver.
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En dos palabras… ¿Qué sería de no dedicarse a la literatura? Periodista de guerra. Lo que quería ser de pequeña.
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¿Qué libro no ha podido terminar nunca? Mazurca para dos muertos, de Camilo José Cela. Lo he intentado cuatro veces. Soy super fan de La colmena pero este….
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¿Un autor al que le habría gustado conocer en persona? A Lord Byron.
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¿Lee en algún idioma que no sea castellano?En gallego, acabo de leer un libro de Ledicia Costas, que es amiga mía. Y en inglés.
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¿El mejor momento para leer? La noche y los aviones.
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¿Presta libros sin importarle si no se los devuelven?Intento no prestar libros y cuando lo hago me duele en el corazón. Casi prefiero que no me los devuelvan cuando lo hago. Siempre vienen heridos.
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¿Papel o e-book?Solo leo en e-book en el avión.
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¿Tiene amigos en el mundo editorial?No conocía a nadie hasta que me empecé a dedicar a esto. Y puedo desmentir que los escritores nos llevemos mal. Yo me llevo muy bien con Espido Freire, Ledicia, Mikel Santiago…
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¿Cómo se estimula a un niño para que lea?Viendo a tu familia leer y viendo que hay momento al día en casa para leer. Y ayudarles con cómics, novela ilustrada e ir subiendo el nivel. Leemos hasta un momento y luego los dejamos a su libre albedrío. les decimos lee tú. Y es no puede ser. Yo, como sugirió Irene Vallejo, leo en alto.
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¿Un lugar para escribir? Mi despacho, siempre.
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¿Qué es más importante para narrar, el don o la disciplina? Ambas cosas, pero sobre todo, la disciplina. No creo en la inspiración mágica mirando al infinito. Además de leer mucho, tienes que vivir mucho.
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¿Hay literatura femenina y masculina? No, lo que hay son muchos prejuicios.
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¿Le gustaría que la compararan con alguien del mundo literario? Nunca he tenido ese deseo y nunca lo tendré. Lo que me gustaría es que dijeran «esto tiene un estilo María Oruña».
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¿Hay un libro favorito de los que ha creado? No, cada uno representa un momento. Puerto Escondido fue el principio, pero todos tienen un recuerdo muy nítido de lo que significaron para mí. También El bosque de los cuatro vientos, porque fue la investigación más emocionante de mi vida, aparecieron cosas de verdad gracias a esa labor. Yo no me lo podía creer.
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