Olabeaga, la pequeña Noruega como la denominan sus vecinos, siempre ha estado anclada a la actividad marítima que se ha desarrollado desde hace siglos en este punto de la Ría de Bilbao.

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La presencia de mercantes, gabarras, los muelles con sus cargaderos de mineral, los astilleros de Euskalduna cercanos… todas dieron de comer a los residentes de una zona que si no llega a ser por la curva que protagoniza el cauce hubiera corrido otro tipo de vicisitudes históricas.

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Buen ejemplo de como hervía Olabeaga es esta imagen, una postal tomada en la década de los años 30 del siglo pasado.

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Si el lector se colocará hoy donde el fotógrafo tomó la instantánea, observaría cómo ha cambiado el escenario manteniendo tan solo algunos iconos del Bilbao de siempre para tenerlos como referencia. Arriba a la derecha, se vislumbran las techumbres de la Santa Casa de la Misericordia.

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En el otro lado de la toma, por encima del monte Artxanda, el perfil del desaparecido Casino tras la Guerra Civil está cercano a la parada superior del funicular, mientras que abajo a la izquierda, pegada al cauce, la Universidad de Deusto se reconoce a la perfección.

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El gran protagonista de la fotografía es la estructura asentada entre el muelle y la orilla de la Ría. Es el cargadero de mineral que durante décadas permitió el trasvase del hierro que llegaba de las minas bilbainas de El Morro, San Luis, María la Chica o Abandonada, a los mercantes que lo llevaban a Gran Bretaña.

El de la imagen es el cargadero Gandarias, el más longevo, ya que a finales del siglo XIX hubo otro ingenio similar en Olabeaga de quien adquirió su denominación. Ambos se construyeron para cargar los buques con más rapidez que la tradicional subida del mineral con carretas desde el muelle a las bodegas de los barcos.

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El conocido como cargadero de Olabeaga lo construyó en 1894 la Compañía del Ferrocarríl de Bilbao a Portugalete. El transporte de minerales se efectuaba por medio del tren que utilizaba la vía de Cantalojas a Olabeaga.

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Los dos ingenios fueron protagonistas de la rápida evolución tecnología que protagonizaba el cambio de siglo para mantener la eficiencia en el transporte intermodal. Ambos fueron construidos inicialmente en madera creosotada, es decir, especialmente tratada con elementos químicos para hacerla más fuerte y resistente tanto a las cargas como al clima.

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El mineral llegaba en vagonetas por la vía del tren situada a la altura del actual trazado de Renfe. Desde tierra se trasladaban por la pasarela que sobrevolaba el muelle, la cual tenía una ligera pendiente hasta alcanzar el extremo volado de la estructura donde eran volcadas con la fuerza humana de los operarios. Así el mineral se precipitaba por una tolva a una denominada vertedera, una pieza inclinada como la que se ve en la imagen, por la que se deslizaba a la bodega del barco.

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Fue una de las pocas piezas del cargadero que no cambió con la renovación del ingenio en los años 20.

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La madera dio paso al hormigón y nuevas técnicas para acelerar el proceso quedándose solo activo el cargadero de Gandarias que podía acoger hasta 1.500 toneladas diarias de mineral.

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Su uso quedó obsoleto cuando el trasiego de mineral cayó en el mercado internacional y las pocas cargas que restaban se trasladaron a la expansión del puerto en el Abra.

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A pesar de perder su actividad, la estructura siguió incólume hasta los años 70 del pasado siglo. Tras su desmantelamiento quedó tan solo la base de hormigón asentada en el fondo que sirvió hace unos años para plantar una terraza de ocio, no sin la oposición de la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública que lucho primero por el mantenimiento de la estructura íntegra y después de cualquier vestigio que la significara. No pudo ser.

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Ahora solo las fotos nos permiten recordar esa historia tan especial de Olabeaga.

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