El thriller forma parte de su ADN narrativo y es lo que le ha hecho triunfar en un género donde es fácil iniciarse pero es difícil mantenerse en lo más alto. Después de conseguir el éxito con su Trilogía de Illumbe, Mikel Santiago (Portugalete, 1975) deja en barbecho ese lugar, que se ha visto sacudido por tantos crímenes y necesita una etapa de descanso, advierte, pero no se marcha de Euskadi, porque el territorio vasco vuelve a ser el escenario de su nueva novela, El hijo olvidado. En esta entrevista, el destacado autor del noir vasco nos cuenta los entresijos de su profesión y su manera de afrontar el futuro.

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Tras el éxito de la Trilogía de Illumbe, con más de 500.000 ejemplares vendidos, vuelve con El hijo olvidado, de nuevo un thriller y de nuevo Euskadi como escenario. ¿Por qué? 

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-Bueno, lo primero de todo era una intención de desligarme un poco de Illumbe por un momento, dejarlo descansar, pues es un lugar que ha sufrido muchos crímenes. Y es cierto que había otras zonas de Bizkaia que yo quería explorar y que siempre me han parecido súper apetecibles y que, de alguna manera, también se han colado un poco en la trilogía, que se ha convertido en superventas. Entonces, manteniendo esas claves y tirando del hilo de un personaje que cobró relevancia en las últimas dos novelas, que es Aitor Orizaola, compañero de Nerea Arruti, lo pongo en el centro de la trama y la novela comienza con él en una situación de salud compleja, con problemas internos en la policía, problemas personales y echando de menos a Nerea Arruti, que ha desaparecido del tablero (quizá los lectores de Entre los muertos sepan adivinar la razón).

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'El hijo olvidado'.

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‘El hijo olvidado’. CEDIDA

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La historia arranca con una llamada de su hermana, que le dice que su sobrino ha sido detenido por un asesinato y le pide por favor que intente investigar lo que ha pasado.

-Sí. Es una llamada a la aventura casi desde la primera línea del libro, lo que desata una historia trepidante, en la que rápidamente Ori se va a dar cuenta de que algo no encaja. Por detrás hay una trama compleja, que es de las más complejas que he escrito, a lo que se añade el desafío de hacer esta complejidad fácil de leer. El gran tema para mí es la familia y cómo se une ante los problemas, y vemos aquí a Ori en una situación familiar difícil, divorciado, al que le cae también este problema encima y hará que se meta en un montón de líos, enfrentándose a todo y a todos, a su propia organización, a la Ertzaintza, a su familia, a sus amigos, a todo el mundo, para intentar resolver este caso, el caso más importante de su vida, que es salvar a su sobrino.

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Una vez más, vemos que vuelve a apostar por el thriller. El lector no va a encontrarse una novela romántica, ni de otro tipo de género, ¿se ha planteado en algún momento dar un giro hacia otros derroteros?

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-Intento que las novelas tengan muchos niveles. Es decir, me gusta que el vehículo de mis novelas sea la intriga y la tensión, que es una manera de llevar la narración clásica, pero eso no quita para que trate otras cosas, como decía. Intento hablar de la familia, crear una reflexión sobre las dificultades de divorciarse, porque a mí no me ha pasado, pero a mi alrededor hay gente que se divorcia y ves el aspecto económico y logístico del divorcio y ves que es una liada. La novela romántica, en realidad, se parece mucho al thriller, pues tiene también mucha tensión y mucho enigma… ¿Terminarán juntos? ¿Dejarán escapar al amor de su vida? Creo que nunca escribiré una novela romántica, pero eso no significa que no haya muchísimo amor en mis novelas.

«Me gusta que el vehículo de mis novelas sea la intriga y la tensión»

Cuenta que su salto a la televisión, como presentador de Los siete pecados capitales, donde tuvo ocasión de entrevistarse con la Policía Científica y visitar el Instituto Anatómico Forense, le sirvió de inspiración para preparar esta novela. ¿Es muy distinto imaginar que ver? ¿Se cumple, en estas circunstancias, aquella frase de “la realidad supera la ficción”?

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-Totalmente. El rodaje del programa fue una de esas semillitas que se me quedaron metidas en el alma. Superó mis expectativas conocer a todos estos expertos, hablar con ellos, ver el nivelazo que tienen, qué preparados están… Es impresionante y da muchísimo respeto ver cómo trabajan. Son trabajos muy vocacionales, donde el sentido de la responsabilidad es muy alto. Y conocer cómo investigan, las pruebas, las evidencias, las trampas para que caiga un delincuente… es un material literario maravilloso para un escritor. Si hubiese estado navegando en un velero por los mares del sur durante dos meses, pues hubiese escrito una novela de veleros, pero como estuve dos meses grabando un programa de true crime, pues me ha salido esto…

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Al igual que se dice que no se puede ser médico si no se es capaz de ver sangre, ¿se puede ser autor de novela negra y entrar en pánico ante ella? ¿Es su caso?

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-Las veces que me ha tocado algo así tengo bastante sangre fría, pero sí que es cierto que hay cosas que me superan. Y además, a pesar de que en mis novelas hay muertos y asesinatos, trato de que sean más blancas. Quiero mantenerme en el lado más británico de la novela negra, en el sentido de que no quiero profundizar en el daño, ni el dolor, ni la morbosidad. Evito esa dimensión horrible del crimen y lo dejo todo en el lado de la curiosidad, del enigma, las amenazas y la complicación de las tramas, que es lo que me gusta a mí. No me gusta que en mis libros haya un exceso de violencia y creo que eso hace que también sea una lectura más para todos los públicos.

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En la faja que rodea su libro aparece un claim en forma de círculo amarillo que dice: Adicción garantizada. ¿Qué es lo que le produce adicción a usted? 

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-A mí me provocan adicción las buenas historias, por eso me dedico a esto. Me encanta que me las cuenten, escucharlas de viva voz, leerlas, verlas en el cine o jugar al rol y a juegos de mesa donde la narrativa es muy importante. Soy muy adicto a esos juegos, muy juguetón y muy jugón, y eso en mis libros se nota, porque los planteo como juegos, donde hay pistas, se alimenta la imaginación del lector, se le deja pensar, juego con las expectativas… Eso me gusta mucho. Y luego, en mi vida diaria, soy adicto a la cafeína, aunque intento bajar el número de cafés al día y a veces me tomo algún descafeinado, pero no es lo mismo…

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