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Michael Connelly: «Los lectores van por delante de la crítica»

Uno de los popes de la ficción criminal contemporánea, que acaba de publicar ‘Camino de resurrección’, nos revela las claves de su literatura

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Michael Connelly (Filadelfia, Pensilvania, 1956)
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MARINA SANMARTÍN

Cae la tarde en Madrid, pero al otro lado del océano aún no es mediodía y la luz del sol se cuela en el despacho desde el que Michael Connelly (Filadelfia, 1956), uno de los popes de la ficción criminal contemporánea —traducido a decenas de idiomas e invariablemente ‘best seller’—, se conecta para charlar con este periódico sobre el amplísimo abanico de temas que sugiere su nueva novela, ‘Camino de resurrección’ (ADN, 2023), una relato ágil, que parte de una escena del crimen donde, a priori, no hay espacio para la duda razonable acerca de la identidad de la asesina… pero sólo a priori.

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Al otro lado de la ventana que Connelly tiene a su espalda, una frondosa maraña de árboles lo ocupa todo. Dentro de la habitación, un retrato de Raymond Chandler descansa apoyado contra la pared, como un testigo silencioso del encuentro, y, en las estanterías, libros de título indistinguible conviven con pequeños objetos, entre los que destacan un par de pelotas de béisbol.

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Desde esa minúscula parcela de apacible intimidad, Connelly, que lleva más de 30 años conviviendo con su personaje estrella, el detective de la Policía de Los Ángeles Harry Bosch, reflexiona sobre la evolución de la novela negra y su imparable avance en las listas de ventas, sobre qué es lo más importante a la hora de sentarse a escribir una buena historia, y también sobre hasta qué punto el periodismo y la literatura pueden acercarnos a la verdad.

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Todo esto, tomando como punto de partida una trama en la que el elenco completo de su universo criminal, en el que acompañan a Bosch la detective Renée Ballard y Mickey Haller, el célebre abogado del Lincoln, se pone al servicio de un «más difícil todavía»: demostrar la inocencia de quienes ya han sido condenados por la justicia.

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—Tres décadas, más de treinta novelas y varias adaptaciones de sus libros al cine y la televisión no han desgastado la figura de Harry Bosch, que en esta ocasión convive con los efectos secundarios de la terapia contra el cáncer. ¿Cómo es escribir sobre un mismo personaje durante tanto tiempo?

—Escribir es un oficio artístico. Mis personajes no existen, pero a través de ellos profundizó en situaciones y sentimientos que sí. Sigo escribiendo porque creo que aún tienen y aún tengo cosas que decir. Lo pienso sobre Bosch y también sobre Haller. La vigencia de ambos reside en gran parte en la ciudad que habitan. Los Ángeles siempre está cambiando y siempre ofrece temas de interés. Resulta gratificante abordar estos asuntos de discusión nuevos desde las miradas ya conocidas de Bosch y Haller. Los lectores lo agradecen.

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«Sigo escribiendo porque creo que mis personajes aún tienen y aún tengo cosas que decir»

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—Los personajes se mantienen pero, desde la publicación en 1992 de ‘El eco negro¡, la primera novela protagonizada por Harry Bosch, ¿cómo ha evolucionado su literatura? 

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—La práctica siempre implica una mejora, así que hoy debo ser mejor escritor que entonces. Lo que noto es que ahora sé quedarme con lo verdaderamente importante de las historias. Me centro en los personajes, en los diálogos, a los que dedico muchísimo esfuerzo, y también en lo que se dice y en lo que no. Lo omitido es fundamental. La literatura nos permite acceder a lo no dicho, a lo que no se ve.

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—También la novela negra ha cambiado mucho…

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—El nivel literario del género ha mejorado en todo el mundo, mientras que en sus orígenes la calidad era una excepción. Sin embargo, ahora hay cada vez más escritores brillantes que eligen la novela negra y aprovechan su capacidad para analizar cualquier tema de relevancia social. La trama criminal se utiliza actualmente para tratar ideas muy profundas.

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—Sin embargo, por lo que he leído sobre su trayectoria, creo que su inspiración se encuentra en los orígenes, en Chandler y Hammett…

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—Así es, leerlos estimuló mis ganas de escribir. El escritor Richard Price dice que, cuando investigas un asesinato, llegas a conocer a fondo la ciudad en la que se ha producido. Me gusta esta idea y recurro a ella con frecuencia. Creo que eso es lo que hacían Chandler y Hammett, y también Ross Macdonald: entender la ciudad a partir del análisis del crimen.

«No tengo la necesidad de escribir sobre una mujer por cómo están las cosas actualmente»

 

—A esa comprensión usted llega sobre todo a través del diálogo. En ‘Camino de resurrección’ es un recurso fundamental, tanto que, más que escribir una novela, parece que la vea. ¿Qué importancia concede al lenguaje en un relato tan visual?

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—Para mí el diálogo es importantísimo. Volviendo a la evolución de mi escritura, he llegado a la conclusión de que el diálogo es una ventana al alma de los personajes, es lo que muestran de sí mismos, por eso es tan importante lo que dicen como lo que callan. En esta novela he tenido la oportunidad de sentar juntos en un coche a Bosch y Haller y dejarles hablar de lo que ven mientras conducen, los he obligado a entenderse y a aproximar posiciones, porque provienen de dos lados muy diferentes de la justicia.

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—Y también está Renée Ballard, su creación más reciente, a la que nos presentó en ‘Sesión nocturna ‘(ADN, 2018). ¿De dónde y por qué surge este personaje? ¿Nuestro tiempo exigía una policía mujer?

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—No sigo ninguna tendencia, no creé a Ballard por eso. La inspiración para ella surgió a partir de una detective real, con la que trabajo de forma muy cercana y que me ha ayudado en mi proceso creativo. No tengo la necesidad de escribir sobre una mujer por cómo están las cosas actualmente. Ha ocurrido porque, cuando tienes una persona que te inspira y te ayuda, la cosa sale sola. De hecho ahora mismo estoy trabajando en una nueva historia protagonizada por Ballard.

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—En cuanto a la trama, en esta ocasión Bosch y Haller deciden buscar inocentes que la justicia ha condenado por error y retomar los casos.

—He escrito varios libros sobre el abogado del Lincoln y siempre trato de abordarlo desde un enfoque nuevo. En el sistema americano eres inocente hasta que se demuestra lo contrario, pero en ‘Camino de resurrección’ nos encontramos con un caso de ‘habeas corpus’, donde sucede al revés: has sido declarado culpable y debes probar tu inocencia. Esta idea me fascinó, me pareció un enorme reto para Haller, para el personaje, porque quería ver cómo reaccionaba, y, al mismo tiempo, también un reto para mí, porque se trataba de una forma nueva de acercarme a él como escritor.

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Todo esto me llevó a crear a Lucinda Sanz, una clienta para Haller que, desde el principio de la acción, ya está condenada por haber asesinado a su marido disparándole por la espalda. Pocas cosas hay más difíciles en nuestro sistema judicial que conseguir sacar de la cárcel a alguien que ya ha sido sentenciado. Todo un reto.

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—La riqueza de sus argumentos deriva a menudo de lo mucho que vivió como periodista. Llegó incluso a ser finalista del Pulitzer, sin embargo, finalmente, se decantó por la literatura. ¿Qué tiene la ficción para resultarle más atractiva que la cobertura informativa?

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—Quise ser escritor desde el principio, incluso antes de convertirme en periodista. Siempre me habían fascinado las novelas policiacas y el pase de prensa me permitió llegar al mundo real que las inspira: entré en comisarías, conocí a auténticos policías y me relacioné con detectives. Considero esa etapa profesional como un periodo de investigación previo a mi labor como autor, parte de mi proceso de formación como novelista. Mi habilidad y mi éxito en la ficción se los debo sin duda a esa época dedicada a la prensa.

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Por otra parte, hay mucha práctica periodística en mis libros. Intento ser lo más exhaustivo posible, tanto a la hora de reflejar hechos u opiniones políticas, como en el caso de las localizaciones y las dinámicas del entorno de la investigación

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«Los que dicen que la novela negra no es literatura se equivocan. En España tienen dos buenos ejemplos: Vázquez Montalbán y Eugenio Fuentes»

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—Pero a la hora de abordar los acontecimientos ¿la literatura nos permite mostrar el crimen y su contexto de una manera más libre que el periodismo?

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—Son dos cosas diferentes. Cuando escribo, conozco perfectamente los pensamientos de los personajes, los de mis protagonistas habituales, en el lado de quienes indagan y defienden, pero también los de las víctimas a las que defienden y representan… y, por supuesto, también los de los asesinos. Estoy dentro de todas las cabezas a la vez. En el periodismo no sucede, tienes que fiarte de lo que te cuentan y nunca sabes si es la verdad… pero eso es exactamente lo que sí hace la literatura, acercarnos a la verdad.

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—¿Y las novelas policiacas son literatura? ¿Qué les diría a quienes dicen que no?

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—No me importa lo que diga la gente. Los que dicen que no se equivocan. En España tienen dos buenos ejemplos que evidencian el error: Manuel Vázquez Montalbán y Eugenio Fuentes, dos autores que, a partir de la ficción detectivesca, han diseccionado con maestría la sociedad actual en cada una de sus novelas. Se nos olvida que, a menudo, es a través del entretenimiento como abordamos los asuntos más importantes. En el caso de los Estados Unidos, la mayor parte de la lista de libros más vendidos la integran novelas negras, los lectores han descubierto que son las que mejor reflejan la sociedad y van por delante de la crítica.

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