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Patricia Highsmith: «Mi vida es una crónica de increíbles errores

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La escritora en Francia en 1976.Derek Hudson /Getty Images

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Descarnados, reflexivos, inquietantes. Se publican en español los ‘Diarios y cuadernos’ de la escritora, un excelente complemento a las novelas de la autora de ‘Extraños en un tren’ y la ‘saga Ripley’

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«Hay monjes -¿los cartujos?- que duermen en su ataúd, por lo visto como preparación para la muerte, pensando en ella con frecuencia, noche y día. ¡Yo prefiero el elemento sorpresa! Uno sigue con su vida como siempre, entonces la muerte llega quizá de súbito, quizá por medio de una enfermedad de dos semanas. En este sentido, la muerte es más como la vida, impredecible».

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Diarios y cuadernos (1941-1995)

Traducción de Eduardo Iriarte. Anagrama. 1.256 páginas. 34,90 € Ebook: 23,99 €
Puedes comprarlo aquí.

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Esta es la última anotación manuscrita de Patricia Highsmith (1921-1995). Es del 6 de octubre de 1993. Todo había empezado el 6 de enero de 1941: «Primer día de clase. + Snyder: una obra de teatro en la que yo hago de hombre […] no soy lo bastante femenina».

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Al fondo de un armario para la ropa blanca de su casa en Tegna (cantón del Ticino suizo) aparecieron 8.000 páginas a mano repartidas en 18 diarios y 38 cuadernos, todos perfectamente alineados.

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Las libretas, todas iguales y de espiral, eran de la marca Columbia. No fue ninguna casualidad porque revisó y corrigió los textos a menudo. Incluso se planteó publicarlos en vida.

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Las 1.250 páginas de Diarios y cuadernos (1941-1995) que la editorial Anagrama publica ahora con introducciones, notas y cronologías, es un acontecimiento tanto para los devotos de la escritora norteamericana como para los que se acerquen a una mujer impulsiva y hosca, pero también lacónica, solitaria, excesiva y dedicada a un oficio que la obsesionó. «¡Cuánto tiempo lleva escribir un cuento! Cuatro o cinco semanas», anotó el día de Nochebuena de 1946. Días antes: «A veces escribir es como que te vean llorando en el funeral de un amigo».

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También fue lesbiana, colectivo que en los años 50 era denunciado y perseguido. Highsmith, siendo adolescente, trató de corregir sus deseos yendo a un psiquiatra. Sin resultado. Lo cuenta una de sus principales amantes, la también escritora Marijane Meaker, en el documental Amando a Highsmith (2022), de Eva Vitija-Scheidegger, basado precisamente en sus escritos, entrevistas y varios testimonios.

Venganza literaria

El caso de Marijane Meaker refleja, en parte, la personalidad de la autora de Extraños en un tren (su primera novela, que fue adaptada al cine por Alfred Hitchcock, consagrándola de golpe). Tras su ruptura sentimental en 1961 y mientras superaba la rubeola, Patricia Highsmith madura la novela El grito de la lechuza (Anagrama), en la que asesina violentamente a Meaker, encarnada en la ex mujer del protagonista: una joven deslenguada, ligera y manipuladora. Este libro, magnífico, se inicia con esta escena, muy del estilo Highsmith: un joven solitario, ingeniero y divorciado espía día tras día a una mujer que vive en un chalet apartado.

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¿Qué anota durante aquel 1961 en sus cuadernos la escritora? Un abanico de reflexiones que abarca sus inquietudes:

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– «Los homosexuales prefieren la mutua compañía no tanto debido a una desviación sexual común de lo socialmente aceptado, como porque saben que todos han pasado por el mismo infierno, los mismos calvarios, las mismas depresiones, y aquellos a quienes conocen han sobrevivido. Quienes no están presentes se han suicidado, se las han apañado o han sido capaces de amoldarse».

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 «¿En torno a qué gira la vida? En torno a la futilidad y la desesperanza que obsesiona y abruma a los filósofos. Si tengo suerte, cuando se cierna la oscuridad y los sentidos vayan desapareciendo uno tras otro, tendré un par de amigos cerca».

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– «He pasado dos horas leyendo antiguos diarios míos, de hace dieciséis años. Mi vida es una crónica de increíbles errores. Cosas que debería haber hecho, etc., y viceversa. No es agradable afrontarlo, sobre todo no es agradable ver que sigo haciendo lo mismo […] ¿Qué solución hay? Eludir a personas sádicas. No demostrar cuánta emoción tienes cuando la tienes».

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– «La fiebre me ha sido beneficiosa para la imaginación».

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– «¿Cuál es la cuestión crucial? ¿Podemos hacernos mutuamente más felices, aunque sea brevemente?».

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– «¿Tiene sentido escribir unas cuantas líneas todos los días? Sí. Nada me impulsa a seguir adelante, a mí o seguramente a nadie más, salvo la rutina».

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Patricia Highsmith en su juventud

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Aquel mismo 1961 (en que escuchaba a Heitor Villa-Lobos y a través de su música se adentraba en «las verdes profundidades de la selva amazónica, [y veía] aves de colores disparatados») se enamorará de una camarera, Daisy Winston, que aparece en un poema: «Y cada palabra una gota de sangre,/ cada frase una punzada de dolor […] Juro protegerte».

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No pueden faltar los gatos, tortugas o los caracoles cuando se nombra a Patricia Highsmith. Y no sólo porque le gustaran y viviera con muchos de ellos (en 1946 anota que tiene 33 caracoles y se entusiasma con los que están por venir) sino porque suelen aparecer en sus obras. El cazador de caracoles es un cuento aterrador en el que un hombre sufre la invasión de cientos de moluscos. En el relato Lo que trajo el gato, un felino se acerca sigilosamente, con el trozo de una mano humana entre los dientes, hacia unos hombres que juegan aburridos al Scrabble. En otro cuento, La tortuga de agua, una madre cuece al animal que tanto quería su hijo. Los cinco libros de relatos que los reúnen son un buen complemento a los diarios, así como la biografía Patricia Highsmith, de Joan Schenkar (Circe).

La receta del suspense

Con todo ello podríamos esbozar el crucigrama («cómo agradezco la demencial cordura de un crucigrama en inglés») de quien tuvo que aguantar desde sus inicios literarios el (erróneo) tópico de ser una autora de libros de crímenes. «Al publicar Extraños en un tren le pusieron la etiqueta de novela de suspense», se quejaba en Sus… pense. Cómo se escribe una novela de misterio (Círculo de Tiza). En este ensayo, precisamente, cita los ingredientes que ha de tener ese género: «la sorpresa, la velocidad de la acción, el forzar la credulidad del lector y, sobre todo, la intimidad con el propio asesino».

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Regresemos a sus diarios. La entrada del 31 de diciembre de 1947, cuando Patricia Highsmith tenía 26 años, es significativa y puede englobar sus obsesiones, que la acompañaron siempre, alternándose según las épocas. «2.30 a. m. Mi brindis de Año Nuevo: brindo por todos los demonios, por las lujurias, pasiones, avaricias, envidias, amores, odios, extraños deseos, enemigos reales e irreales, por el ejército de recuerdos contra el que lucho: que nunca me den descanso».

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España: «Cuánta tierra desperdiciada»

En 1983, la escritora visitó España. Fue recibida en Barcelona por Jorge Herralde, editor de Ana-grama y de sus libros, y su mujer, Lali Gubern. «Nos acompañan a San Sebastián [participó en unas jornadas sobre novela policiaca y cine] en un avión de dos hélices; la vista por la ventani-lla son montañas de color gris y verde oscuro […] ¡Cuánta tierra desperdiciada!»