‘La ladrona de huesos’
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Manel Loureiro es gallego desde el tuétano hasta la punta del último cabello, pero su padre le bautizó en catalán –Manel– por admiración a Serrat en particular y a los catalanes en general.
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Manel Loureiro es un tipo culto, con sentido del humor, abogado y capaz de contarte cualquier suceso como si fuera el más emocionante del mundo. Doy fe, porque he compartido tertulias radiofónicas con él: es un infalible comunicador.
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Ha aplicado sus talentos a escribir novelas: debutó hace doce años con El principio del fin (devino best seller), y siguieron Los días oscuros, La ira de los justos, El último pasajero, Fulgor, Veinte, La puerta y, ahora, La ladrona de huesos (Planeta), un vibrante y brumoso thriller con un robo sacrílego y mucha intriga, enigmas y misterio, historia y algunos escalofríos.
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¿Cree en la suerte?
Sí, pues soy muy afortunado.
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¿Qué es la suerte?
Lo contrario del “ojalá”, nefasta palabra española.
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Significa “que Dios lo quiera”.
La resignación del flojo. La suerte es de audaces: muévete del sofá, te sucederán cosas buenas.
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¿Qué le ha sucedido a usted?
Vivo de escribir novelas.
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Qué suerte, sí.
Somos menos de cien españoles los que vivimos de novelar.
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¿Cuántos lectores, usted?
Casi dos millones de lectores en 22 lenguas, en una docena de países, sumando mis siete novelas.
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¿Qué le movió a escribir la primera?
Se me quedaba corto lo que contaba como abogado.
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¿Es abogado?
Sí, ejercí durante ocho años.
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¿Vocación tardía de escritor?
Leer de niño Rebelión en la granja de Orwell me subyugó: ¡qué placer contarla luego a los compañeros en el colegio!
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Le envenenó el placer de contar.
Seguí con novelas de Jules Verne, y me convencí de que nada hay más excitante que contar una buena historia.
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¿Y por qué se hizo abogado?
Para ganarme la vida… contando historias: me propuse embobar al juez con mi modo de contarle una milonga.
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¿Funcionó?
Funcionó. Un día me oí decir “excito el celo del miembro del ministerio fiscal”… y decidí abandonar la jerga leguleya: me senté a escribir mi primera novela, en el día de mi 30 cumpleaños.
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¿Qué contó?
Que a un abogado empiezan a pasarle cosas raras… Colgué la historia en un blog. A los tres meses, ¡un millón de lectores!
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Buen bautismo.
Me la publicaron. Y aquí estoy.
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¿Cuál es la fórmula del éxito?
Un poco de talento, bastante suerte y mucho trabajo.
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¿Qué busca al escribir?
Hacer magia para que miles de personas me regalen su tiempo de ocio leyéndome.
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¿Cuál es su método de trabajo?
Seis meses para gestar la historia, seis meses para escribirla y seis meses para promocionarla.
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¿Y vuelta a empezar?
Sí, qué privilegio de infiltrar mis historias en las mentes de millones de personas.
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Eso sí es un poder.
Me alegra rescatarte de las garras de una vida aburrida, que tengas un aliciente.
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¿Entretener?
Benéficamente: leer crea una mente rica con un escudo contra los populismos.
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¿Alguien lee sus originales inéditos?
Dos amigos en cuyo extraordinario criterio confío: el cocinero Alberto Chicote y el novelista Juan Gómez Jurado.
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¿Escribe todos los días?
Eso es fundamental: escribo cada día, de diez de la noche a tres de la madrugada. Y todo arranca con una idea.
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¿Y luego?
Le hago preguntas a la idea y, si las responde, es que hay una historia.
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¿Qué historia, en su última novela?
Una mujer es obligada a perpetrar un robo en la catedral de Santiago de Compostela: los huesos del Apóstol.
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¿Están ahí, de verdad?
Hay huesos en esa cripta: ¿los del apóstol Santiago? Hay otras dos hipótesis.
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¿Cuáles?
Prisciliano, obispo hereje ejecutado en el siglo IV. O una mujer, la reina Lupa.
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¿Cómo llegó la idea, en este caso?
Bajo la lluvia, de niño, atajaba el camino al colegio atravesando la catedral, a solas… ¡Podría llevarme lo que quisiera, pensaba!
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Sucedió: el Codex Calixtinus.
Lo robó un empleado inculto solo por fastidiar al deán, del que había sido amante secreto, y que se sentía despechado.
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¿Qué magia impregna ese lugar?
La de la fuerza del símbolo y la tradición, una energía magnetizada por miles de peregrinos durante siglos.
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¿Usted ha peregrinado?
Un tramo. Y sé que si peregrinas, aun siendo agnóstico, experimentas una transformación personal.
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¿Me habla desde la galleguidad?
Es cierto que pertenezco a una estirpe gallega desde el remoto año 1300…
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¿Cómo puede saber eso?
Porque soy figueroísta.
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¿Y qué es eso?
Manuel Ventura Figueroa, eclesiástico ilustrado del siglo XIII, atesoró una fortuna que al morir legó a la familia para becar los estudios de todos los miembros varones. Y yo soy uno de ellos. También mis hijos se beneficiarán, si llega algo.
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