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“Menos de cien españoles vivimos de escribir novelas”

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Tengo 46 añazos. Soy de Pontevedra. Soy escritor y abogado. Estoy casado y tengo dos hijos, Manel (10) y Roi (7).

¿ Política? De izquierdas, pero desengañado de algunas políticas de la izquierda. ¿Creencias? Creo en la suerte. Pertenezco a una estirpe gallega que se remonta al año 1300. 

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‘La ladrona de huesos’

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Manel Loureiro es gallego desde el tuétano hasta la punta del último cabello, pero su padre le bautizó en catalán –Manel– por admiración a Serrat en particular y a los catalanes en general.

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Manel Loureiro es un tipo culto, con sentido del humor, abogado y capaz de contarte cualquier suceso como si fuera el más emocionante del mundo. Doy fe, porque he compartido tertulias radiofónicas con él: es un infalible comunicador.

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Ha aplicado sus talentos a escribir novelas: debutó hace doce años con El principio del fin (devino best seller), y siguieron Los días oscuros, La ira de los justos, El último pasajero, Fulgor, Veinte, La puerta y, ahora, La ladrona de huesos (Planeta), un vibrante y brumoso thriller con un robo sacrílego y mucha intriga, enigmas y misterio, historia y algunos escalofríos.

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¿Cree en la suerte?

Sí, pues soy muy afortunado.

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¿Qué es la suerte?

Lo contrario del “ojalá”, nefasta palabra española.

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Significa “que Dios lo quiera”.

La resignación del flojo. La suerte es de audaces: muévete del sofá, te sucederán cosas buenas.

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¿Qué le ha sucedido a usted?

Vivo de escribir novelas.

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Qué suerte, sí.

Somos menos de cien españoles los que vivimos de novelar.

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¿Cuántos lectores, usted?

Casi dos millones de lectores en 22 lenguas, en una docena de países, sumando mis siete novelas.

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¿Qué le movió a escribir la primera?

Se me quedaba corto lo que contaba como abogado.

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¿Es abogado?

Sí, ejercí durante ocho años.

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¿Vocación tardía de escritor?

Leer de niño Rebelión en la granja de Orwell me subyugó: ¡qué placer contarla luego a los compañeros en el colegio!

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Le envenenó el placer de contar.

Seguí con novelas de Jules Verne, y me convencí de que nada hay más excitante que contar una buena historia.

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¿Y por qué se hizo abogado?

Para ganarme la vida… contando historias: me propuse embobar al juez con mi modo de contarle una milonga.

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¿Funcionó?

Funcionó. Un día me oí decir “excito el celo del miembro del ministerio fiscal”… y decidí abandonar la jerga leguleya: me senté a escribir mi primera novela, en el día de mi 30 cumpleaños.

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¿Qué contó?

Que a un abogado empiezan a pasarle cosas raras… Colgué la historia en un blog. A los tres meses, ¡un millón de lectores!

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Buen bautismo.

Me la publicaron. Y aquí estoy.

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¿Cuál es la fórmula del éxito?

Un poco de talento, bastante suerte y mucho trabajo.

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¿Qué busca al escribir?

Hacer magia para que miles de personas me regalen su tiempo de ocio leyéndome.

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¿Cuál es su método de trabajo?

Seis meses para gestar la historia, seis meses para escribirla y seis meses para promocionarla.

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¿Y vuelta a empezar?

Sí, qué privilegio de infiltrar mis historias en las mentes de millones de personas.

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Eso sí es un poder.

Me alegra rescatarte de las garras de una vida aburrida, que tengas un aliciente.

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¿Entretener?

Benéficamente: leer crea una mente rica con un escudo contra los populismos.

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¿Alguien lee sus originales inéditos?

Dos amigos en cuyo extraordinario criterio confío: el cocinero Alberto Chicote y el novelista Juan Gómez Jurado.

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¿Escribe todos los días?

Eso es fundamental: escribo cada día, de diez de la noche a tres de la madrugada. Y todo arranca con una idea.

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¿Y luego?

Le hago preguntas a la idea y, si las responde, es que hay una historia.

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¿Qué historia, en su última novela?

Una mujer es obligada a perpetrar un robo en la catedral de Santiago de Compostela: los huesos del Apóstol.

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¿Están ahí, de verdad?

Hay huesos en esa cripta: ¿los del apóstol Santiago? Hay otras dos hipótesis.

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¿Cuáles?

Prisciliano, obispo hereje ejecutado en el siglo IV. O una mujer, la reina Lupa.

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¿Cómo llegó la idea, en este caso?

Bajo la lluvia, de niño, atajaba el camino al colegio atravesando la catedral, a solas… ¡Podría llevarme lo que quisiera, pensaba!

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Sucedió: el Codex Calixtinus.

Lo robó un empleado inculto solo por fastidiar al deán, del que había sido amante secreto, y que se sentía despechado.

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¿Qué magia impregna ese lugar?

La de la fuerza del símbolo y la tradición, una energía magnetizada por miles de peregrinos durante siglos.

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¿Usted ha peregrinado?

Un tramo. Y sé que si peregrinas, aun siendo agnóstico, experimentas una transformación personal.

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¿Me habla desde la galleguidad?

Es cierto que pertenezco a una estirpe gallega desde el remoto año 1300…

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¿Cómo puede saber eso?

Porque soy figueroísta.

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¿Y qué es eso?

Manuel Ventura Figueroa, eclesiástico ilustrado del siglo XIII, atesoró una fortuna que al morir legó a la familia para becar los estudios de todos los miembros varones. Y yo soy uno de ellos. También mis hijos se beneficiarán, si llega algo.

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