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La historia de Bilbao está escrita en las laderas de Artxanda y de la sierra de Ganguren de la que forma parte.
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Las tribus prehistóricas ya pastoreaban entre los helechos y con el tiempo abrieron los caminos que unían el mar con el interior.
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Las guerras recientes que obligaron a reedificar la ciudad se libraron en sus laderas y los emigrantes que ayudaron a levantar la actual capital en los 50 se asentaron en este monte, llamado antaño Sondikabaso.
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Además, en una ciudad que carecía de espacios abiertos de ocio, Artxanda se convirtió en una zona de recreo para los bilbaínos desde que a principios del siglo XX Juan Alonso Allende presentara la primera propuesta para construir un parque de recreo allí, objetivo que no acabaría de cumplirse del todo.
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Por lo menos formalmente, porque sí es cierto que, ya en la segunda mitad del siglo XX, la zona se convirtió en el Central Park de Bilbao. Muchos de los hitos que desde la cumbre influyeron o afectaron a la villa situada junto a la ría han desaparecido y hoy son fantasmas, aunque su huella permanece.
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Aquí retratamos algunos de estos espacios que hoy son recuerdos para la Historia.
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1 LOS FANTASMAS DE ARTXANDA
Parque de atracciones
El parque de atracciones de Bilbao se inauguró en 1974 y permaneció en activo hasta 1990.
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Su historia es el relato de un fracaso, ya que nunca llegó a conseguir las cifras de público suficientes para que resultase viable y se convirtió en un agujero negro que devoraba toneladas de dinero público.
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La previsión era que recibiese un millón de visitas al año pero no llegó a las 450.000. El parque tenía pistas de karts, una montaña rusa, noria y todos los elementos de un disneyland de bolsillo.
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Además, un auditorio para 5.000 personas en el que llegaron a actuar Alaska, Tequila, Miguel Ríos o Gloria Gaynor. Sus pirámides rojas llegaron a ser un emblema de la ciudad.
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Tras su clausura, las instalaciones se fueron arruinando hasta convertirse en un escenario de película apocalíptica. La Diputación, última propietaria del terreno, inició su demolición en 2018.
2 LOS FANTASMAS DE ARTXANDA
Sanatorios en el Cinturón de hierro
En las inmediaciones del actual hospital Santa Marina se encontraban el Sanatorio Luis Briñas, que se alzaba donde ahora se abre el parking del actual centro sanitario, y el pabellón Victor Tapias.
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Ambos edificios, hoy desaparecidos, fueron bautizados con los nombres de los magnates locales que donaron dinero para que se levantasen. Victor Tapias era el fabricante del conocido jabón chimbo.
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El primero se edificó en 1924 y el segundo en 1940. Ambos locales eran imprescindibles en una época en la que la tuberculosis era una enfermedad extendida por toda la población y llegaron a tener 680 camas.
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Los sanatorios se levantaban en lugares elevados, aislados y muy aireados. Tanto el Luis Briñas como el Victor Tapias eran mundos cerrados por el miedo al contagio. Como ejemplo, los goles del Athletic se comunicaban desde San Mamés mediante paloma mensajera y el centro llegó a tener su propia emisora de radio.
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El avance de la medicina y el descubrimiento de métodos de tratamiento en la década de los 50 del siglo pasado hizo que estos hospitales dejaran de tener sentido y los sanatorios para tuberculosos comenzaron a cerrar.
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3 LOS FANTASMAS DE ARTXANDA
Dólmenes, calzadas, aviones y telegramas
Los primeros ocupantes de Artxanda dejaron sus huellas en el 2.500 a.C.
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En la zona se han localizado al menos dos dólmenes, Hirumugarrieta 1 y 2. Bajos estas construcciones funerarias se han encontrado restos como hachas de sílex, un recuerdo de lo que fue aquel espacio.
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Según los arqueólogos, algunos túmulos han desaparecido bajo construcciones realizadas posteriormente o por labores agrícolas como los cortafuegos.
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Entre los puntos de Artxanda de los que tan solo quedan recuerdos destaca también la antigua calzada de la ruta de los zamudianos, una senda empedrada que unía Bilbao con Bermeo.
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En el monte Avril perviven las losas que marcaban las lindes de la senda, que hoy forma del camino de Santiago de la costa. En el siglo XVII se había convertido en una ruta peligrosa ante la presencia de asaltantes en distintos tramos de ese recorrido, que robaban las mercancías a quienes se atrevían a recorrer la ruta para comerciar.
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El restaurante del avión en la subida a El Vivero, complejo megalítico de Hirumugarrieta y la estación radiotelegráfica.
La torre del telegrama
En 1912, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército creó en el fuerte Santo Domingo, en Artxanda, la primera estación radiotelegráfica de Bizkaia.
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La instalación era gigantesca para la época. Disponía de una antena de 60 metros de altura y podía alcanzar los 600 kilómetros con sus comunicaciones gracias a un aparato de transmisión de la marca Telefunken.
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En las dependencias había dormitorios y talleres, así como cocinas para los soldados. Esa obra se sustituyó en 1925 por una edificación más moderna que se ha mantenido hasta la actualidad. Sin embargo, el edificio se encuentra en estado de abandono.
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3 LOS FANTASMAS DE ARTXANDA
Chabolas
En los años 50, la emigración del resto de España llegó en oleadas cada vez más masivas a Bilbao para superar la miseria que castigaba el resto del país.
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Las laderas del monte de Artxanda se convirtieron en el lugar en el que se iría levantando un laberinto de cabañas improvisadas para acoger a esa migración.
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Se trataba de infraviviendas, sin luz ni agua ni condiciones higiénicas. Las laderas de Artxanda se poblaron de estas chabolas, sin las que es imposible entender el crecimiento de Bilbao.
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En una década, la capital ganó más de 100.000 personas, al pasar de los 238.000 habitantes de 1955 a los 348.000 de 1965. Los poblados comenzaron a desaparecer en 1961.
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Según las versiones que se dan por válidas, fue el dictador Franco quien, tras una visita a Bilbao, ordenó que se pusiera fin a esos campamentos miserables, molesto por la imagen que ofrecían en pleno desarrollismo. Para alojar a los chabolistas se construyó el barrio de Otxarkoaga.
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4 LOS FANTASMAS DE ARTXANDA
Merenderos y ocio familiar
Han desaparecido las familias merendando en las campas de San Roque, con las radios a todo volumen con los partidos del Athletic.
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Durante mucho tiempo habían sido el principal área de esparcimiento en los fines de semanas bilbaínos. El funicular ayudaba a que acercarse hasta el césped que alfombraba los terrenos fuera sencillo.
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Pero la llegada de nuevas formas de ocio y el acceso a los turismos por parte de cada vez más capas sociales hicieron que la playa y las excursiones fuera de la provincia redujeran la presencia de domingueros en las laderas.
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5 LOS FANTASMAS DE ARTXANDA
Restaurantes, bodas y comuniones
Los restaurantes de Artxanda fueron durante décadas los iconos de la gastronomía y el buen vivir en la capital vizcaína.
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No había boda o comunión de postín que no tuviese como escenario estos negocios, en los que se reunían familias y amigos.
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Fueron locales de peregrinación pero hubo una factor que les supuso un coste al que no podían hacer frente: los controles de alcoholemia. Los clientes no estaban dispuestos a incluir en el menú el coste de la multa.
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El Antón o el Miramar, en cuyos salones se habían consagrado familias durante décadas, tuvieron que cerrar sus puertas.
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6 LOS FANTASMAS DE ARTXANDA
Un casino en el mirador y el primer aeródromo de Bilbao
El casino de Artxanda es otro de los fantasmas que habita la montaña. Se inauguró el 7 de octubre de 1915, cuando el funicular ya permitía a los bilbaíno subir hasta sus alturas sin fatigarse.
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El imponente edificio era un canto de cisne de la ‘belle epoque’. Enormes salones acristalados, comedores, escalinatas, salas de baile. En su interior se organizaron incluso desafíos de esgrima. Todo desapareció con la Guerra Civil.
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Situado en pleno Cinturón de Hierro, el edificio fue objeto de combates feroces y la artillería de los sublevados acabó reduciéndolo a escombros. Nunca se reconstruyó.
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En las inmediaciones del funicular se encuentra la pista de patinaje sobre ruedas. Fue inaugurada en 1915, cuando la belle epoque había llegado a su fin con la Primera Guerra Mundial.
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En Bilbao supuso la introducción de un deporte desconocido y exótico para la fecha.
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La Clínica Archanda fue un proyecto de varias mutuas para crear en este lugar un gran centro hospitalario dedicado a incapacitados.
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Disponía de unas avanzadas instalaciones, que incluían desde una piscina para los enfermos hasta quirófanos o modernas máquinas de rayos X. En un primer momento se denominó Centro Intermutual Vizcaíno.
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Cuando los problemas financieros que arrastraba lo condujeron al cierre, la Seguridad Social se lo quedó. Luego se lo cedió a la Diputación para abrir un centro para personas con discapacidad, pero el proyecto fracasó.
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En 2001 la Tesorería General convocó una puja para venderlo, pero nadie se presentó.
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6 LOS FANTASMAS DE ARTXANDA
La pista de hielo de Nogaro
Situada en la cresta de Artxanda, la pista de hielo de Nogaro, la única de Bilbao, fue inaugurada en noviembre de 1973 bajo una enorme y futurista cúpula.
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El hockey sobre hielo llegó a tener hasta tres equipos de élite en la capital vizcaína. Algunos de ellos, como el Nogaro -más tarde Casco Viejo- llegó a ganar seis Ligas y dos Copas.
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Los problemas económicos sacudieron a las instalaciones y a este deporte. Responsables del hockey vizcaíno, indignados por la falta de ayudas económicas que el Centro Superior de Deportes había prometido, amenazó con convertir la pista en una discoteca si no les ayudaban a cubrir los 15 millones de presupuesto.
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Un año más tarde, la amenaza se convertía en realidad y la pista tenía que cerrar definitivamente.
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6 LOS FANTASMAS DE ARTXANDA
El vertedero y las trincheras
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Durante décadas, el vertedero de Bilbao se encontraba en las faldas de Artxanda. Era el agujero negro del espacio verde y llegó a causar problemas al aeropuerto de Sondika, cuando las nubes de humo que aparecían al quemar la basura afectaban a los aviones que sobrevolaban la zona.
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6 LOS FANTASMAS DE ARTXANDA
El carné de conducir y el fuerte
El Fuerte Banderas de la I Guerra Carlista, de la que apenas quedan en pie unos muros en la ladera de Artxanda, es clave en la historia de Bilbao.
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El fortín ya estaba construido en 1836 y permitía alojar a 180 soldados, además de 5 cañones con sus artilleros. Ese año, los carlistas habían sitiado Bilbao y el general Espartero desembarcó con 14.000 soldados en Portugalete para liberar la capital vizcaína.
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Entre el 18 de diciembre y el día de Navidad de ese año se desarrollaron los principales enfrentamientos entre los dos bandos, en lo que se ha dado a conocer como la Batalla de Luchana.
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El 25 de diciembre los isabelinos consiguieron desalojar el fuerte Banderas en Artxanda, el último reducto de residencia carlista. Con esa acción Bilbao quedó liberada.
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