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‘Llevar en la piel’, de Antonia Lassa: entre la comprensión y la vileza

Lassa ha creado uno de los investigadores más interesantes de la última hornada editorial: el excéntrico enólogo y detective privado Albert Larten. Crítica de Marina Sanmartín

Otros textos de la autora

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Antonia Lassa, heterónimo de Luisa Etxenique (San Sebastián, 1957)
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MARINA SANMARTÍN

‘Llevar en la piel’ no es una novela perfecta, pero sí brillante, una rareza poco frecuente en un entorno, el de la novela negra, donde el imperativo de lo comercial y la eficacia de los clichés se imponen a menudo sobre la libertad que, paradójicamente, ofrecen las sólidas estructuras de un género en el que siempre queda algo nuevo por decir, aunque hacerlo suponga un reto y no resulte fácil.

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Esta atractiva dificultad, Antonia Lassa, heterónimo de Luisa Etxenique (San Sebastián, 1957), parece tenerla muy clara y, lejos de asustarse ante ella, ha decidido abrazarla para crear, con un estilo plástico que nos recuerda al mejor Thierry Jonquet (París 1954 – 2009), uno de los investigadores más interesantes de la última hornada editorial: el excéntrico enólogo y detective privado Albert Larten.

‘Llevar en la piel’

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Autora Antonia Lassa 

Editorial Nocturna 

Año 2023 

Páginas 208 

Precio 16 euros

 

Cuando aún era un niño, cuenta Lassa en ‘Llevar en la piel’, Albert Larten leyó en el colegio ‘El tío Goriot’, de Balzac, donde se describía la casa Vauquer como una «pensión burguesa para los dos sexos y otros», y de inmediato comprendió que él estaba destinado a pertenecer a ese «otros», al mismo tiempo ambiguo y prometedor en su diferencia. Ya de adulto, su laxitud a la hora de definirse se filtra como un suero de la verdad por todas las grietas de su cotidianidad y resulta determinante en la elección de los casos que decide resolver.

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En esta ocasión, Larten se enfrenta al misterioso asesinato de una anciana millonaria, que aparece desnuda en la habitación de un sórdido apartamento turístico de Biarritz.

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Decantándose por la sutileza frente al exceso, por la melancolía frente al histrionismo e inoculándole al relato una estimulante pátina ‘kitsch’, Lassa extrae de su historia un buen puñado de metáforas interesantes sin renunciar a la regla número uno del ‘noir’: mantener al lector enganchado al libro hasta la última página.

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Con esta condición garantizada, la autora se permite reflexionar, a partir del crimen real, sobre otra clase de crímenes en apariencia inocuos: los crímenes sociales, que aíslan a los colectivos más vulnerables y los convierten en invisibles, les arrebatan la idea de una vida completa y, ante la más mínima posibilidad de que esta exista, la desechan de inmediato.

Lassa extrae de su historia un buen puñado de metáforas, sin renunciar a la regla número uno del ‘noir’: mantener al lector enganchado

 

Gran error, porque ¿quién dice que no pueda experimentarse el placer del sexo en la vejez? ¿Quién puede atreverse a afirmar sin temor a equivocarse que con el paso de los años la piel, esa última frontera entre nosotros y el mundo que Lassa menciona con toda la intención ya desde el título de su novela, se endurece y convierte en intransitables los puentes hacia las emociones que se mostraron tan accesibles durante la siempre impresionable juventud?

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Estas cuestiones planean sobre una intriga donde cada detalle cuenta, desde una muela rota a un fular anudado al cuello, porque son las cosas más pequeñas, como piedras en el zapato, las que incitan primero a la reflexión y luego a los hechos; son ellas las que moldean de forma silenciosa nuestro comportamiento y lo dirigen hacia la comprensión o la vileza.

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