Juan Gómez-Jurado: “Siempre pienso que con la próxima novela se van a dar cuenta de que soy un impostor que no tiene ni idea de escribir”

Juan Gómez-Jurado (Madrid, 1977), el hombre-récord del thriller español, el escritor de los 3,5 millones de ejemplares vendidos y los 6 millones de espectadores de la adaptación televisiva de ‘Reina roja”, se despide con ‘Todo muere’ (Ediciones B) del Universo Reina Roja, un juego de espejos narrativo que empezó sin que casi nadie lo supiera con ‘El paciente’ (2014) y por el que durante una década han desfilado personajes emblemáticos como Antonia Scott, Jon Gutiérrez, Aura Reyes, Mari Paz Celeiro e Irene Quijani ‘Sere’. 

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Fin de fiesta y cambio de rumbo, o eso dice, para un autor traducido a 40 idiomas que, sin embargo, asegura estar muerto de miedo cada vez que se pone a escribir. «Te puedo garantizar que esto le ocurre, aunque me acabe de inventar la cifra, al 93% de los escritores honestos», asegura.

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Sin revelar nada y orillando el ‘spoiler’, menuda manera de acabar un libro y dar carpetazo a todo el Universo Reina Roja. 

El mejor modo de resumirlo es recordar lo que me pasó a mí con ‘El Señor de los Anillos’ cuando tenía 13 años: leí cuatro veces seguidas el momento en el que Gandalf cae al Abismo de Moria con el deseo de que la página cambiase. Me había relacionado tanto con la historia que lo único que quería era modificarla. Y esa misma sensación es la que me hizo escribir este final del que no deberíamos estar hablando. 

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Con ‘Todo muere’ cierra lo que parecía trilogía pero que ahora se sabe es un continuum narrativo, todo un universo de libros interconectados. Habrá quién le diga que ha matado a la gallina de los huevos de oro. 

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Esta es la historia que yo quería contar. Obviamente, mis editores querrían que siguiera escribiendo historias de Antonia y Jon, pero mi respuesta siempre fue que esto es lo que se me ocurrió desde el principio. Ahora lo que estoy escribiendo no tiene nada que ver. Pero, por otro lado, no te puedes fiar de nada que haya dicho en una entrevista, porque os miento a la cara sin ningún tipo de rubor.  

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¿Y eso? 

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A mí me cuesta mentirle a mi mujer cuando me pregunta si he sacado al perro. Eso es más importante, porque es el mundo real. Pero cuando empezamos una entrevista, estamos hablando de ficción. Entonces, obviamente, tengo que protegerme de la mejor forma posible para proteger la experiencia del lector.

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Porque, en realidad, a casi cada pregunta que tuviese que ver con el futuro, mi respuesta tendría que ser, «¿a ti qué te importa?». Así que lo único que puedo hacer es mentirte. ¿Te digo la verdad? ¿Te digo que los reyes son los padres? Quita, quita.

¿Cómo es posible que de tres millones de lectores ninguno nos haya salido gilipollas? Ni un vídeo en TikTok destrozando la relación entre libros, ni un solo análisis en YouTube… Es milagroso.

Entonces, ¿se acabaron para siempre Antonia Scott y Jon Gutiérrez?

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¿Y a ti qué te importa? (risas)

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¿Y si prueba a mentir? 

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Estoy particularmente encabronado con cómo el ciudadano se relaciona con la verdad y la información últimamente.

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Esa progresiva infantilización, ese tomarnos a todos por gilipollas, ese decir un día una cosa y al siguiente la contraria, como si fuéramos niños pequeños… Me resisto. No quiero formar parte de eso.

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Otra proeza: llegar hasta aquí sin que le destripen las tramas, inmunizándose contra el spoiler. ¿Cómo se consigue eso? 

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Ese es el auténtico milagro. Nadie me lo ha preguntado nunca y sigo flipando. Porque, si lo planteamos en términos estadísticos, ¿cómo es posible que de tres millones de lectores ninguno nos haya salido gilipollas? Es bonito, precioso.

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Ni un vídeo en TikTok destrozando la relación entre libros, ni un solo análisis en YouTube… Es milagroso. Y eso se produce porque los lectores se han dado cuenta lo que significaba la propuesta, han entrado al juego y, si querían comentarlo con otro, tenían que venderle la moto y convencerle de que se leyese el libro.

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Los lectores se han enamorado de los personajes y de la idea hasta las últimas consecuencias. Y, sobre todo, se han enamorado de una cosa muy revolucionaria, que es que alguien no les tome por idiotas. 

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“Mi trabajo es conseguir que la gente venga a la fiesta”, dice. ¿Sólo eso? 

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A ver, tú puedes estar leyendo ‘Regreso a Howard’s End’ en una traducción de Eduardo Mendoza y ser la persona más feliz del mundo, pero ahí no se llega sólo.

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Quien te diga que con 16 años estaba leyendo y entendiendo a Iris Murdoch, seguramente se esté tirando el pisto. Si quieres hacer una tarta de 16 pisos, a lo mejor tienes que empezar con un donut. 

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Y si quieres acercarte a la lectura y convertirte en alguien a quien le guste Iris Murdoch, a lo mejor tienes que empezar por Arturo Pérez-Reverte o Almudena Grandes. Yo no soy ninguno de esos; yo soy lo que fue para mí Asterix: un orgulloso escritor de primeros lectores.

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Por eso pongo la metáfora del caniche bailarín. Ese es mi curro. Y no sólo para que lean mis cosas. Alguien que aparta la vista de la pantalla… ¡Más, por favor! 

El thriller ha tomado el relevo de la novela negra de denuncia social de los ochenta y empieza a contar el juego entre arriba y abajo, que ya no es tan fácil como antes

Un lector le afeó que en sus novelas apareciesen tantos personajes femeninos y su respuesta fue introducir aún más mujeres.

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Es que no es que el cliente no tenga siempre la razón, no la tiene nunca. Jamás. Lo siento, pero eso es así. La mejor forma en la que yo puedo servir a la experiencia del lector es no prestando nunca atención ni a lo positivo ni a lo negativo. Jamás. Si reúnes a un grupo de lectores y les preguntas de qué debería ir mi próxima novela… Imagínate. Reunión de pastores, oveja muerta.

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¿Qué ha aprendido de Aura, Mari Paz y Sere, las heroínas de ‘Todo muere’? 

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Cada una tiene algo de lo que aprender. Yo soy todos mis personajes, pero no todos mis personajes son yo. Aura es ‘inundible’, como la mujer de aquella del Titanic. Mari Paz es extraordinariamente leal y mutable; se va adaptando e intenta hacer las cosas lo mejor que puede. 

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Y Sere me ha enseñado que estar con una regadera no está tan mal. Es superdivertida. 

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En sus novelas, el villano del siglo, el más malvado, es el sistema. Casi da más miedo un banquero que un psicópata. 

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Pero en la vida real también, ¿no?

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El thriller como novela realista del siglo XXI. 

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Ya es así. La función de denuncia social que podía tener la novela negra de Manuel Vázquez Montalbán en los años 80 ahora no es trasladable, porque la realidad se ha hecho mucho más compleja.

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El thriller ha tomado el relevo y empieza a contar el juego entre arriba y abajo, que ya no es tan fácil como lo era antes. Los enemigos están por todas partes: en el cielo, en los áticos y azoteas, y también en los cables de Internet. 

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Toda esta locura empezó, explica, con una frase-desafio de Rodrigo Cortés, que le dijo que ningún desenlace de novela de misterio está a la altura de su planteamiento. 

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Si lo tuviera que hacer hoy no lo haría. No era consciente de dónde me estaba metiendo. Visto así, la idea es de una simplicidad aplastante, pero filosóficamente es complejísimo.

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Escribo un libro y luego otro que cambie el significado del primero, así te lo puedes leer tres veces…  Es como si una segunda película de ‘El sexto sentido’ cambiase el significado de lo que tú creías saber. 

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Hablando de Rodrigo Cortés, ¿se imagina alguno de sus libros, o todos, en sus manos? 

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Nos lo hemos imaginado juntos muchísimas veces. Tengo una enorme admiración por él. Es un genio, pero todavía no hemos encontrado el proyecto en el que podríamos estar juntos.

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Algún día pasará. O no. Y tampoco pasará nada, porque el mayor premio de conocer a Rodrigo Cortés es ese mismo, conocerlo. 

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¿Cómo se sienta uno delante del ordenador sabiendo que año sí, año también, va a ser el escritor más leído en español?

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Es que el escritor no importa. Estaría igual de cagado de miedo si mi novela anterior hubiera vendido 10.000 ejemplares. Bueno, probablemente más, porque no tendría para pagar las facturas, El blanco siempre es el blanco y siempre estás muerto de miedo.

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Además, yo que soy una persona extraordinariamente insegura, siempre pienso que por fin de una puñetera vez con la próxima novela es cuando se van a dar cuenta de que soy un impostor que no tiene ni idea de escribir.

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Por cierto, ¿es verdad eso de que sus hijos le llaman Reino Rojo? 

Así es  (risas). Cuando les digo que voy a contar otra cosa y tal, dicen “sí, sí, Reino Rojo”.  Forma parte del troleo que hay en esta casa. Todos somos conscientes de que a papá hay que trolearle. Y eso es muy bonito.

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