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Don Winslow: «La epidemia de droga de EEUU está viajando a Europa»

Tras remover el avispero del narcotráfico con ‘El poder del perro’ y ‘El cártel’ el autor neoyorquino bucea en ‘Corrupción policial’ en las cloacas de la sociedad de su país

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Don Winslow, este jueves en Barcelona.  /JOAN CORTADELLAS

 

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Don Winslow (Nueva York, 1953) recibe “montones de correos de odio y amenazas de muerte”. No en vano con sus libros –‘El poder del perro’, ‘El cártel’… o ahora ‘Corrupción policial’ (RBA)- y artículos en ‘The New York Times’ o ‘The Whasington Post’ ha removido el avispero del narcotráfico y la corrupción a todos los niveles. “Convivo con ello.

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Sé cuidarme. Sé que soy poco popular en algunos círculos de Washington porque hago campaña contra la droga y critico a Trump por el tráfico y la política penitenciaria, pero me da igual. Algunos narcos me dijeron que les gustó lo que escribí porque exponía su punto de vista. Otros no fueron tan benévolos…”, revela en su visita a BCNegra

 

 

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En ‘Corrupción policial’ (que James Mangold llevará al cine) no hay cuerpo o institución que juegue limpio, nadie se libra de aceptar sobornos, robar, trapichear o mentir en su beneficio: fiscales, jueces, abogados, empresarios, federales, políticos… y la policía de Nueva York, representada por el protagonista, el condecorado sargento Denny Malone, “el rey del norte de Manhattan”, “héroe y antihéroe” acorralado por los dilemas morales de su trabajo.

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Sin embargo, Winslow es optimista. “Aunque la corrupción es muy, muy destructiva no creo que logre exterminar la sociedad. Pero el daño moral que causa a la democracia es muy peligroso, porque si el ciudanano cree que todo está amañado a priori se impone el cinismo y se asemeja a una dictadura. Y en una democracia moderna debemos creer que la ley importa, que votar es importante y nuestra opinión cuenta. Si eso se corrompe la democracia queda dañada”.

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¿Cómo luchar contra la corrupción si quienes deben hacerlo, jueces, políticos, policía… son corruptos? Winslow es rotundo. “Ese es el trabajo de los periodistas. En EEUU los medios de comunicación deben actuar como guardianes de la democracia arrojando luz sobre los casos de corrupción para que los poderes rindan cuentas”. Por ello, denuncia “el brutal y preocupante acoso y derribo por parte de Trump con las ‘fake news’”. “Vivimos un ataque sin precedentes al periodismo por parte de los guardianes de la extrema derecha y de los imbéciles que lanzan noticias falsas en internet pero creo en el buen juicio de los norteamericanos para ver la verdad tras todo ello”.  

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«He visto llorar a policías jubilados por no haberse saltado la ley 20 años antes para evitar un crimen»

Profundiza Winslow en la corrupción policial. “Lo fácil es entender que un policía acepte dinero de un criminal para que lo suelte o que robe dinero de la droga. Pero es más terrible entender que un policía que intenta hacer bien su trabajo busque atajos.

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Me explico: eres policía y te llaman porque en una casa un tipo está pegando a su mujer e hijos, pero llegas y no tienes motivos legales para detenerle, aunque sabes que si te vas sin hacer nada en una semana, un mes, volverás y entonces será un homicidio. He hablado con policías que en casos así se han saltado la ley porque sabían que así salvarían la vida a aquella mujer y con otros que han lamentado toda su vida no haberlo hecho, no haber mentido y arrestado al sujeto o haberle dado una paliza como advertencia.

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He visto a policías jubilados, gente curtida, llorando porque 20 años antes no se dejaron tentar por ese atajo. Eso es también corrupción policial”.

Por ello también comprende porqué un policía que sabe que tras una puerta se está cometiendo un delito pero no puede entrar sin una orden judicial dice a otro que vaya por detrás y grite ‘¡Ayuda!’ para poder hacerlo y decir en el juicio que alguien pedía socorro”.  

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«EEUU es el principal consumidor de drogas del mundo. Hay 62.000 casos de sobredosis mortales cada año. Es una epidemia que viaja a Europa» 

El autor de ‘El invierno de Frankie Machine’ lanza dardos demoledores contra una podredumbre de altas esferas. “En EEUU hay dos millones de presos en cárceles, es el mayor porcentaje de reclusos de la historia. La mitad están ahí por tráfico de drogas. La corrupción es que las cárceles son privadas, gestionadas por empresas que sacan beneficios de ello, con lo que hay un motivo económico por el que te interesa tener más gente y más tiempo en prisión”. 

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También se interroga con vehemencia Winslow sobre sus compatriotas. “Acusamos a México de corrupción cuando ellos deben pensar ¿qué corrupción hay en el alma colectiva de los estadounidenses, que son el principal consumidor de drogas del mundo. Somos el 5% de la población del mundo y consumimos el 25% de drogas disponibles. Eso es corrupción moral. Algo no funciona.

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Si los opiáceos anestesian el dolor, cuál es ese dolor tan enorme que necesitamos calmar con tanta droga? Cada año hay 62.000 casos de sobredosis mortales. Es una epidemia de droga que está viajando también a Europa”, advierte el autor de ‘El cártel’ (Premio RBA 2015, con Ridley Scott tras la versión cinematográfica).

  

La soledad, el gran problema

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Para el novelista, “ese vacío” en el alma de su país está provocado por “la soledad”. “Cuanto más tecnología tenemos menos nos comunicamos de verdad con los demás. Lo más eficaz para combatir la adicción es el vínculo humano. Se ha comprobado que si a un indigente le das una vivienda de protección oficial y le rodeas de gente empezará a seguir terapia y a ir a reuniones de alcohólicos y drogadictos anónimos porque vuelve a sentirse miembro de la sociedad”. 

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Winslow, que dedica tres páginas del libro a citar los nombres de los agentes muertos en acto de servicio mientras la escribía, mantuvo un estrecho contacto con los policías a los que entrevistó y con los que salió de patrulla. Estos, opina, “se sienten en conflicto con su trabajo”. “La tele, el cine y las novelas nos han hecho creer que la relación fundamental es entre policías y delincuentes, pero no, es entre policía y víctima. Son ellos los que las ven, los que van al domicilio a decir ‘han matado, disparado, violado a tu mujer, a tu marido, los que van a la morgue –ver a alguien con un disparo no es como en las películas, es horrible-, y los que deben buscar al criminal.

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Los policías sienten empatía con las víctimas al mismo nivel que sienten enfado con el perpetrador. Por eso, en delitos en barrios de minorías latinas y negras, donde los delincuentes suelen pertenecer a ellas, el policía tiene una actitud sesgada hacia estos. Es racismo”. 

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«Los policías nunca comen en ningún restaurante de barrios con minorías por si los envenenan» 

No evita introducir en el libro el debate sobre los sucesivos asesinatos de jóvenes negros a manos de policías, espejo del caso Rodney King, que provocó los violentos disturbios de Los Ángeles en 1991 (y que su colega Michel Connelly recogía en ‘La caja negra’). 

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“Es difícil –admite- salir a patrullar con policías y preguntarles si van por ahí acribillando negros. Entrando con ellos en barrios con minorías como Harlem la tensión está en el aire, se puede cortar. La hostilidad es brutal entre policía y población. Todos sabían que eran policías, incluso si iban camuflados, y nos insultaban y gritaban. Los policías nunca comen en ningún restaurante por si los envenenan”.

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Esquizofrenia y polaridad

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“El racismo es el pecado original de Estados Unidos. Si vemos la historia la economía se forjó en la esclavitud y es algo que aún no hemos superado aunque creímos hacerlo con Obama. Parece mentira que un país que ha elegido dos veces a un presidente afroamericano después eligiera a Trump. Hay una esquizofrenia tremenda en nuestra sociedad, vivimos una polaridad brutal”. 

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«Los periodistas, arrojando luz sobre la corrupción, son los guardianes de la democracia»

Sin embargo, increíblemente, se muestra optimista. “Mucho del racismo que vemos es como el aleteo de un pez moribundo, es una cultura vieja a punto de morir. Mi generación y los más mayores tienen miedo de perder su país. Es absurdo. Yo espero que dentro de 20 años veamos un país no de blancos sino mestizo porque lo veo en el sur de California, donde vivo ahora. Allí hay anglosajones, mexicanos, asiáticos, indios, musulmanes, negros y van juntos a la playa. Nunca he visto tensión ni problemas. Solo una minoría de jóvenes sigue ese discurso asqueroso de Trump de odio contra latinos y negros”.

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