Javier Castillo (Málaga, 1987) no quiere salirse del thriller, ese género que domina tan bien, pero su historia —que nos contó en esta otra entrevista— daría para un libro autobiográfico o el clásico manual con consejos para alcanzar el éxito.
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La resumimos aquí: empezó escribiendo cada día en el tren de camino al trabajo. Como ninguna editorial quiso publicar su primera novela, El día que se perdió la cordura, la subió a Amazon por 3 euros sin ninguna expectativa. Al cabo de unos días ya era el número 1 en ventas de la plataforma, se lo rifaron las editoriales y acabó fichando por Suma de Letras, sello del gigante Penguin Random House.
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Hoy lleva ya casi dos millones de libros vendidos con sus cinco primeras novelas, traducidas a diez idiomas, y acaba de publicar la sexta, El cuco de cristal, que presentará este jueves 2 de febrero en los cines Capitol de Madrid y en los días siguientes en una docena de ciudades más.
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El lanzamiento de su nuevo libro coincide en el tiempo con el exitazo en Netflix de la adaptación de su cuarta novela, La chica de nieve, protagonizada por Milena Smit y José Coronado, que en 48 horas ha alcanzado el puesto número 1 de las series más vistas de la plataforma en España y el número 2 en todo el mundo. Y eso no es todo: en las próximas semanas nacerá su tercer hijo. Sin duda, un “momentazo brutal” en su vida, reconoce el autor.
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«Me aburren los thrillers en los que pasan muchas cosas pero todas irrelevantes. Disfruto mucho más cuando ocurren cosas emocionalmente trascendentales para los personajes»
Su nuevo libro cuenta la historia de Cora Merlo, una joven médico residente en un hospital de Nueva York que sufre un infarto y recibe un trasplante de corazón.
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Poco después, recibe la visita de la madre de su donante, que le ofrece pasar unos días en su casa, en un pequeño pueblo de Misuri, para conocer la vida de su hijo. El día que llega, desaparece un bebé en un parque, el primer misterio de una trama llena de dolor, secretos, giros argumentales y, según el autor, “con el final más especial” que ha escrito hasta ahora.
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Pregunta. ¿Cómo tuvo la idea para esta novela?
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Respuesta. La primera imagen surgió de una cosa muy concreta: vi una chica en Instagram que compartió una foto de la cicatriz de su trasplante de corazón y me llamó muchísimo la atención. Hablé con ella y le pregunté qué sentía al tener el corazón de otra persona. Es una emoción tan única que me daba mucho juego para crear una historia y jugar también con el suspenso y los giros argumentales. A mí me gusta llevarme las historias al lado oscuro, pero al mismo tiempo conseguir que mucha gente pueda empatizar con ellas. La novela no podría funcionar en España porque aquí el registro de donantes es privadísimo, pero en Estados Unidos te puedes apuntar a una lista y la familia puede contactar contigo si quiere. Ahí vi el potencial para desarrollar una historia.
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«Mi mayor preocupación era trasladar a la serie las mismas emociones de la novela. El resultado ha sido espectacular y la acogida, alucinante»
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P. ¿Cuáles son los ingredientes necesarios para atrapar al lector?
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R. Lo primero es tener una historia muy potente, con un inicio sorprendente, y contarla de una manera que sea muy emocional. A mí me aburren los thrillers en los que pasan muchas cosas pero todas irrelevantes: un disparo, una explosión, una persecución en coche… En cambio disfruto muchísimo más cuando ocurren cosas emocionalmente trascendentales para los personajes. Por ejemplo, en El cuco de cristal la protagonista está a punto de morir el día más ilusionante de su vida, cuando va a empezar su residencia médica. Le da un infarto y se despierta con su madre bañada en lágrimas y de nuevo parece que se va a morir y la siguiente vez que despierta ha recibido un trasplante de corazón. Eso es muy impactante emocionalmente. También necesitas que haya giros en la trama y personajes que te sorprendan. Me encantan los personajes que se equivocan, que han cometido grandes errores.
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P. Se ha involucrado mucho en la serie de La chica de nieve. ¿Qué opina del resultado?
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R. Mi labor en la serie iba a ser muy distinta, una reunión periódica para ver qué tal iba y ya está. Pero cuando vimos los guiones me involucré para ver cómo podíamos mejorar algunas escenas. No fue una cuestión de ego. De una manera natural formé equipo con los guionistas y revisamos capítulo a capítulo con ellos. Mi mayor preocupación era que consiguiéramos trasladar a la serie las mismas emociones de la novela. No me importaban los cambios de escenas ni de personajes. El resultado ha sido espectacular y la acogida, alucinante.
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P. ¿Por qué trasladaron la acción de Nueva York a Málaga?
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R. Por una cuestión lógica de presupuesto, al tratarse de una producción de Netflix España. Queríamos una ciudad que representara bien la Navidad, y Málaga está ahora con las luces en plan Vigo. Es más, las opciones eran Madrid, Barcelona, Vigo y Málaga. Como es lógico, mi voto recayó en Málaga por ser mi tierra y porque me permitía acercarme al rodaje.
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P. Usted suele ambientar sus novelas en Estados Unidos. ¿No ha pensado escribir una historia que transcurra en Málaga o en otro sitio de España?
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R. Ahora estoy escribiendo un libro infantil porque me hace ilusión sobre todo por mis niños, y se ubica en varias ciudades de Europa, pero lo que me pasa con los thrillers es que no quiero que nadie se aburra leyendo. Tengo la suerte de que me leen en muchos países y, cuando necesitas mucha descripción para transmitir cómo es un sitio, frenas la acción y los diálogos. Si ambientase una novela en Málaga, un lector de Turquía pensaría “vale, pero ¿cómo es Málaga?”. En cambio, si mencionas un hospital de Nueva York, el lector ya sabe cómo es.
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«Me gusta probar cosas nuevas. Podría escribir diez libros con la misma estructura que ‘El día que se perdió la cordura’, pero no me divertiría»
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P. También vendió los derechos de El día que se perdió la cordura y su secuela para hacer una serie. ¿Cómo va ese proyecto?
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R. Estamos trabajando en él. Mediapro y DeAPlaneta compraron los derechos, pero va a otro ritmo. Al no tener detrás una plataforma, hay que buscar en qué países va a ser emitida y por quién, y eso lo frena todo muchísimo, hay que negociar muchas cosas.
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P. ¿Cómo es su día a día como escritor? ¿Sigue escribiendo en una biblioteca pública de Fuengirola o su fama ha aumentado demasiado como para seguir haciéndolo?
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R. Ya no puedo, porque la gente me reconocía y venía a saludarme. Además, ahora con los niños necesitamos que la logística sea más fácil y perder menos tiempo en los trayectos. Pero lo echo de menos porque me gustaba esa sensación de estar acompañado aunque cada uno estuviéramos concentrados en lo nuestro. En mi despacho a veces me siento solo.
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P. ¿Es disciplinado, tiene una rutina para escribir?
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R. Sí, aunque a veces me tiro al suelo y me quedo mirando las paredes pensando si seré capaz de volver a escribir un libro… Soy muy inseguro. Paso mucho tiempo solo y pensando si sabré transmitir todas las emociones e ideas que quiero. Me paso mucho tiempo con una historia y, aunque yo crea que funciona, nunca se sabe, porque me gusta probar cosas nuevas. Podría escribir diez libros con la misma estructura de El día que se perdió la cordura, pero entonces no me divertiría escribiendo.
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P. Usted es un claro ejemplo de que hoy se puede llegar a ser escritor sin pasar antes por el filtro de una editorial. ¿Qué le recomendaría a escritores noveles?
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R. Que se lancen y no tengan miedo a la equivocación. Ese es el mayor freno que tenemos todos: el miedo a que nos juzguen, y es normal, pero la escritura se mejora con el juicio de los demás, ya sea enseñándoselo a tu grupo de amigos, subiéndolo a las redes sociales o autopublicándote.
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P. En el mundo anglosajón parece que el thriller y el best-seller tienen mejor reputación que en España. Por ejemplo, Stephen King es muy respetado pero la crítica española no suele prestar atención a esa clase de libros escritos aquí. ¿Qué opina?
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R. Yo estoy viendo un cambio muy grande en ese sentido. Es verdad que mis primeros libros eran como fuegos artificiales que buscaban llamar la atención, pero poco a poco noto que va cambiando la actitud de la crítica. De todas formas, lo importante no es la crítica, sino los lectores, que la gente siga yendo a las librerías. Que haya libros de todo tipo es lo mejor que puede pasar, porque si hay autores que venden millones de libros eso permite a las editoriales tener recursos para invertir en autores más literarios. Esto es un equipo: unos autores tratan de llevar el español un poco más lejos, y otros nos dedicamos a llenar la librería de gente que solo quiere historias bien contadas que les hagan evadirse de todo. Entre todos hacemos que la industria editorial siga adelante.
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