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Juan Bas retrata a un hombre atrapado por el miedo en ‘Una cuestión de alcohol’

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En su última novela se asoma «al laberinto y el infierno cotidiano» de un personaje amargado tras décadas de alcoholismo

 

Martes, 25 de mayo 2021

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Su mujer le llama fantoche y su madre, mamarracho, y el protagonista de la última novela de Juan Bas, ‘Una cuestión de alcohol’ (editorial Alrevés), no les niega la razón a ninguna de ellas. Es verdad: sus razones tienen, o tenían en su momento, una madre y una esposa que cuando el narrador desgrana su historia ya no están entre los vivos. Beberse, como se dice vulgarmente, hasta el agua de los floreros desde que era muy joven (empezó a los doce de la mano de un familiar, algo muy común), ha llevado a Julio Ejido al «vórtice del abismo de un borracho», «al laberinto y el infierno cotidiano» del que hay poca salida posible, explica el autor y director de JA! Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor.

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Cabe mencionar aquí lo del festival porque arte y literatura también hay en la vida de Julio, que tiene una larga lista de citas literarias y de imágenes de películas a las que se agarra para darse un poco de consuelo, pero risa más bien poca; solo la que puede provocar con «sus descripciones y comportamientos ridículos», con una mirada «cruda» sobre la realidad que lo rodea, y que incluso se aplica a sí mismo, el personaje en el que se ha convertido tras décadas de alcoholismo (pasa de los sesenta). «Él se describe como un pobre hombre, muy amargado, tiene un extraño complejo de superioridad intelectual y es un misántropo tremendo».

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– ¿Y qué más es?

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– Un hombre atrapado por el miedo.

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Y es que, aunque el alcohol es el «vehículo del libro» -que avanza desde la primera copa hasta este laberinto de resacas, caídas, alucinaciones y recuerdos que podrían no ser tan reales-, Bas define ‘Una cuestión de alcohol’ como una novela sobre el miedo. «A la soledad, que lo domina, a la vejez, a la pobreza y a la locura». No son poca cosa. Y encima el autor no escatima en «giros crueles» en esa dimensión «grotesca» en la que se remueve. «Sabe que ha perdido mucho», afirma Bas, pero ni siquiera sabe a ciencia cierta cuánto.

 

«Me ha costado mucho que no se me pasara de rosca, no ha sido fácil», dice el autor. «El modo depurado es el mejor estilo»

 

Julio Ejido vive y bebe por el Casco Viejo de Bilbao, su particular juego de espejos, laberinto y espacio «endogámico». «Vive entre cuatro calles», las mismas que son el escenario habitual de la vida de Juan Bas. Por eso en la novela se cuelan personajes reales -los músicos callejeros, los camareros, los bebedores y yonquis-. Para todo lo demás, la atmósfera es la de esa dimensión grotesca que el escritor sabe que era fácil que se le fuera de las manos. «Me ha costado mucho que no se me pasara de rosca, no ha sido fácil. He depurado, comprimido y corregido, dejado fuera escenas sórdidas, de terror y de alucinaciones. El modo depurado es el mejor estilo».

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