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Giménez Bartlett y seis buenas piezas

 En esta media docena de relatos, la autora almanseña logra conciliar las tramas policíacas con las anécdotas domésticas

Iñaki Ezkerra

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Sábado, 19 de julio 2025

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Entre las innovaciones que ha venido experimentando la novela negra en las últimas décadas, una de las más relevantes ha sido la de la progresiva humanización del héroe a través de la filtración en la trama argumental de distintos aspectos de su vida familiar y privada. Es ya un tópico del género el policía que, por culpa de un caso peliagudo en el que anda metido, se olvida de asistir al cumpleaños o a la fiesta de graduación del hijo, lo que enrarece aún más de lo que ya está su relación con la pareja. El caso de Petra Delicado, la inspectora de la Policía Nacional española que protagoniza la conocida serie de Alicia Giménez Bartlett, se sitúa dentro de esas coordenadas, hasta el punto de que, en 2020, comparecía, en una curiosa entrega del ciclo, recluyéndose voluntariamente en un convento gallego, sin ningún asesinato que resolver y con el propósito de hacer recuento de su vida y de enfrentarse a sí misma. Sin llegar a tal extremo, ese aspecto de su intimidad cotidiana también va a estar presente en la media docena de relatos reunidos en ‘Una buena pieza’ y que responden de una manera ortodoxa a seis genuinos casos de la literatura policíaca, que la inspectora Delicado narra desde una directa primera persona.

En el relato que abre el libro, ‘Una mala mujer’, nuestra heroína y su incondicional ayudante, el subinspector Fermín Garzón, se enfrentan al caso de un personaje femenino entrado en años, que ha aparecido asesinado de una navajazo profundo en el vientre en una carretera de las afueras de Barcelona. El atuendo barato y estridente que luce el cadáver, que no es precisamente el de una prostituta de lujo, se revelará como una pista teatralmente falsa. El cuento, que resulta impecable tanto en su desarrollo como en su resolución técnica, posee el aliciente añadido de la pintoresca y desconcertante sorpresa, así como su carácter de ‘eurocrimen’, dada la procedencia francesa de la víctima y la colaboración que el caso reclama de las autoridades policiales del país vecino. En ‘Todos quieren ser hermosos’, el texto que cierra el volumen, un hombre de unos treinta años aparece sin vida y con la boca llena de veneno para ratas en la cocina de un barrio no precisamente próspero de la capital catalana. El examen forense al que es sometido el cadáver revelará que no había sido víctima de ese rudimentario y mortal procedimiento, sino de otro un tanto más sofisticado. Y entrarán en escena su novia, que le llevaba diez años, la madre de su novia, la hija de su novia y la chica con la que ésta mantiene una relación lésbica.

 
Imagen - 'Una buena pieza'

 

Entre esos dos casos, el lector se encontrará con el de un árbitro de fútbol que, en ‘Una siniestra esperanza’, aparece desangrado por la acción de un arma blanca en su domicilio; con el de una estudiante de Medicina que, en ‘Un auténtico viaje’, se topa con un cadáver descuartizado en el interior de su maleta; con el del adolescente problemático de una familia de abogados, biempensante y católica, que aparece muerto en ‘Cuando llega septiembre’ y, con el que más se ve implicada personalmente Petra Delicado, el que se titula ‘Una jornada inusual’ y en el que la misma inspectora es secuestrada a punta de pistola por una muchacha de aspecto normal que tiene al noviete en la cárcel por haber atracado a una anciana, y que aspira a lograr un peliculero intercambio de prisioneros.

La modalidad literaria del relato exige la economía de medios, la carencia de elementos superfluos y la proverbial eficacia narrativa sobre las que teorizó Chéjov con su famoso lema del clavo: «Si en un cuento aparece un clavo, el protagonista debe acabar colgado de él». Podría pensarse que esta exigencia, propia de la corta distancia del género, entraba directamente en conflicto con la poética de la vida privada que constituye una irrenunciable ‘marca de la casa’ en las tramas novelescas que tienen por heroína a la célebre inspectora creada por Alicia Giménez Bartlett. Por fortuna, no ha sido así. En las seis «buenas piezas narrativas» que la escritora almanseña ha reunido en este volumen, la cotidianidad doméstica se sigue colando con absoluta, solvente y magistral naturalidad, a lo cual contribuye probablemente el hecho de que la protagonista sea también la propietaria de la voz que narra, lo que le permite referirse con un desinhibido discurso a sus complicaciones hogareñas y a sus cuitas anecdóticas; a Marcos, su compañero actual, o a la particular relación de compañerismo que mantiene con el inspector Garzón, sin que resulten chocantes en el contexto de la acción criminal.

  1. ‘Lo que sé de Almudena’ Rafael Reig

    Descubriendo a Almudena

 

Íñigo Beraza

Sin entrar en el debate de si la literatura de homenaje debería constituir un género formal, hay que alabar la valentía de los autores que escriben con la intención de rendir un tributo o reconocimiento a un compañero… y consiguen su propósito. Tal es el caso de ‘Lo que sé de Almudena’ de Rafael Reig, reconocido escritor y columnista además de intimo amigo de Almudena Grandes, una figura esencial de la narrativa española del último medio siglo fallecida en 2021.

 
 
 
 

Rafael Reig no lo tenía fácil: El poeta Luis García Montero, pareja de Almudena, escribió en 2022 ‘Un año y tres meses’, un libro íntimo y conmovedor que narra, desde la intensidad de su relación, el proceso de la enfermedad, desde el diagnóstico hasta el fallecimiento de su esposa. ‘Almudena’ antología de los poemas románticos que le dedicó entre 1994 y 2021, completó en 2024 una historia de su vida y amor compartido.

En ‘Lo que sé de Almudena’ Reig no idealiza a su amiga, pero a lo largo de 25 capítulos independientes -desgranando anécdotas privadas, conversaciones literarias y momentos compartidos (destaca una peculiar representación de El Quijote)- la retrata con una mezcla de amor y admiración total. Con una prosa cuidada y un estilo que combina ironía, ternura y reflexión, el libro emociona sin sentimentalismo. Bello, valiente, de fácil lectura, está escrito desde la pérdida, pero lleno de vida.

  1. ‘Carne y alma’ Jochy Herrera

    Herrera y el ensayismo poético

 

Iñaki Ezkerra

En ‘Carne y alma’, el ensayista dominicano Jochy Herrera nos brinda una original reflexión en torno a esa dicotomía que establece dos planos en el ser humano, el físico y el espiritual, cuya tradición tiene sus grandes referencias en el pensamiento platónico y en el cristianismo si bien éste predica a la vez, y paradójicamente, la resurrección de la carne como uno de sus dogmas. Herrera parte del mito bíblico de la pérdida del Edén y de la conciencia de la desnudez que conlleva la pérdida de la gracia divina para lanzarse a un viaje erudito por los iconos culturales y antropológicos de nuestra Civilización. Viaje que llega a la fantasmalización posmoderna del cuerpo a través del imaginismo virtual de la informática y la mercadotecnia occidental. Esta volatilización de la carne halla ilustrativos ejemplos en la sofisticación tecnológica de la actual pornografía o en las propias facultades de Medicina «donde enseñan sus asignaturas en centros de simulación valiéndose de imágenes de resonancia magnética y tomografía computarizada». Además de un brillante ensayista, Herrera es cardiólogo, hecho al que no es ajena la atención que presta al corazón, que Aristóteles consideraba el centro del intelecto y todas nuestras emociones siglos antes de que Descartes atribuyera esas funciones al cerebro y a la gestión mediadora de la ‘glándula pineal’. Y antes también de que la biomedicina detectara el ‘síndrome del corazón roto’ en pacientes fallecidos súbitamente tras un desengaño amoroso.

  1. ‘La tumba veloz’ Robert Galbraith

    Otro peligro no menor

 

J. Ernesto Ayala-Dip

De los muchos peligros que azotan al mundo (guerras, terrorismo, presidentes locos, presidentes payasos aunque no menos peligrosos que los locos, etc.), la aparición de las sectas lo ha convertido en un lugar todavía más inseguro. Se introducen casi de manera invisible en la vida de las personas, sobre todo de los jóvenes, que suelen caer en sus redes casi sin posibilidad de escapatoria. (El Gobierno español ha legislado en esta materia). Esta es la materia de la ‘La tumba veloz’ nueva novela de Robert Galgraith (nombre detrás del cual se esconde la célebre autora de Harry Potter, J. K. Rowling).

Robert Galbraith ha creado, como mandan los cánones del género políciaco, sus correspondientes detectives privados, los famosos Cormoran Strike y su compañera Robin Ellacott. En esta nueva aventura se presenta sir Colin Edensor para que investiguen el paradero de su hijo Will. Está seguro de que ha sido captado por una siniestra secta pseudorreligiosa. Will es un chico idealista que quiere hacer de nuestro mundo un lugar mejor. Nuestros detectives se ven obligados a penetrar en las mismas peligrosísimas entrañas de la maléfica sociedad. La novela tiene casi mil páginas y las aventuras son miles, llenas de conexiones inesperadas. Les aseguro que no se aburrirán. Y hallarán suficientes razones para interesarse por la cultura oracular china. Cada capítulo de la novela está precedido de una sentencia del I Ghing o el Libro de los Cambios.

  1. ‘Camino de sirga’ Jesús Moncada

    La Mequinenza fascinante de Jesús Moncada

 

Elena Sierra

Si se pasea por la Mequinenza de hoy en día, poca cosa hay que ver. Así de triste. Puede que sea el paraíso de los pescadores, que llegan por miles para disfrutar de su hobby muchos meses al año en esa confluencia de los ríos Ebro y Segre -muy cerca se une el Cinca- que ofrece agua de sobra, pero para el resto, lo dicho, poca cosa. Justo al lado está la Mequinenza vieja, la que fue destruida con la construcción de presas y pantanos en la década de los sesenta del siglo pasado. Tampoco hay mucho que ver allí, pese a una historia milenaria, pero si se lee a Jesús Moncada la imaginación vuela. En ‘Camino de sirga’ y ‘Memoria estremecida’, las novelas recientemente reeditadas por Anagrama, está todo.

La primera de ellas, de 1988, es un viaje constante por el tiempo; es como si el pueblo estuviera construido a capas y estas pudieran levantarse para mirar debajo, sacudirles el polvo y revivir personas, hechos y épocas. Esto es lo que se llama un artefacto literario, sin duda, que rueda, que va y vuelve, que rebota y explota (como explotan las casas en el libro, en una lenta agonía) para ir descubriendo una sorpresa continua entre los cascotes. No hay descanso. De una historieta sale otra, a veces llevan a lugares lejanos y siempre regresan para seguir aportando información sobre el lugar. ‘Camino de sirga’ son las anécdotas y las personas, sin duda, pero sobre todo es Mequinenza, o bueno, ese trasunto literario del pueblo desaparecido con las aguas, el pueblo de Moncada.

Leer a este autor hoy requiere un esfuerzo, esto hay que decirlo, tan cierto como que merece mucho la pena. Nos han ido acostumbrando a leer ‘fácil’, es decir, a los capítulos y las frases cortas (y a las hechas), a la acción (y a renegar de la descripción) y a poner como título el día y la hora en que pasa lo que se cuenta, no vaya a ser que no seamos capaces de seguir la trama. En ‘Camino de sirga’ eso no es posible: un sonido, una imagen, un olor activan esta máquina del tiempo y de 1970 se pasa a la guerra contra los franceses o a la de Marruecos, o se rememora el auge de las minas de lignito o la temporada en que llegó al pueblo cierto personaje. El primer coche, una tormenta, el día que… Una cosa va llevando a la otra sin transiciones. Hay que prestarle toda la atención para no perderse nada. Porque todo es literatura. El único pero es que la edición no está suficientemente cuidada y se desliza alguna errata.

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