Enganchados al ‘true crime’: La sangre salpica nuestras pantallas
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Lucía Garrido apareció muerta en la finca en la que residía, la de Los Naranjos, en Alhaurín de la Torre, con evidentes muestras de violencia. Su cuerpo flotaba en la piscina.
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Le habían golpeado con un ladrillo, apuñalado en la yugular y asfixiado. Aquello ocurrió el 30 de abril de 2008. Trece años después se estrenó una serie documental en torno a aquel suceso. ¿Qué tenía aquel caso para que pudiese llamar la atención del espectador?
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«Es un ejemplo paradigmático, ya que lo que empieza como la historia del asesinato de una mujer, en última instancia esconde una red de corrupción policial que nos ayuda a entender cómo operan las redes de narcotráfico en España», explica Santi Aguado, director general de la productora Capa, que se ha encargado de la segunda temporada de ‘Lucía en la telaraña’, disponible entera en RTVE Play.
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Productores y guionistas coinciden en que los buenos ‘true crime’ son los que trascienden el crimen, los que utilizan el formato para abordar otros aspectos de la sociedad. «Es importante que haya historia detrás, que no sea solo un titular.
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Nos interesa que haya una investigación potente en torno al caso y que haya transcurrido un tiempo para tomar una perspectiva que la inmediatez del suceso no permite», indica Enric Álvarez, que se encargó del guion de ‘El asesino de la baraja’, estrenada en RTVE en 2022.
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«Debemos plantearnos siempre qué más podemos contar más allá del suceso. En ‘El asesino de la baraja’ quisimos tratar el periodismo de sucesos y cómo interviene en algunas investigaciones. Estoy pensando también en la recientemente estrenada ‘Lucrecia’ -está en Disney- que sirve para hablar del auge de la ultraderecha. ‘Brito y Picatoste’ aborda la identidad, la necesidad de encontrar un sitio.
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Son temas universales que nos afectan a todos. El ‘true crime’ también tiene ese subtexto», añade Álvarez. Este último título se centra en una pareja de presos que huyeron aprovechando un traslado hospitalario y asesinaron a un chico y violaron a su pareja. Carles Porta le dedicó un capítulo en ‘Crímenes’ de Movistar y Atresplayer los ha convertido en protagonistas de la serie ’33 días’.
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«Me han ofrecido muchos casos que he rechazado, porque si solo puedo contar los asesinatos y no hay reflexión detrás no me interesan», confiesa Ramón Campos, productor ejecutivo de Bambú, que ha sacado adelante algunos de los proyectos más relevantes relacionados con este género en España.
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Ahonda en la idea de que las producciones más notables son las que no se quedan solo en la sangre sino que ambicionan un relato más maduro. «En ‘El caso Alcàsser’ quisimos reflexionar sobre el inicio del amarillismo y la toma de conciencia con la violencia de género.
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En ‘800 metros’, lo hicimos sobre el proceso de radicalización de gente joven», apunta. «Si no puedes aportar nada más lo que vas a ofrecer es un reportaje o una noticia de sucesos», puntualiza. Los dos ejemplos forman parte del catálogo de Netflix.
En apenas cuatro párrafos ya hemos citado ocho ‘true crime’ nacionales presentados en los últimos años. Son solo una pequeña muestra de la ingente producción que el audiovisual español le está dedicando últimamente.
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El del exmilitar asociado a un naipe, el de la inmigrante a la que mató un grupo de neonazis, el de las niñas que hicieron autoestop en una noche de fiesta y nunca volvieron a casa, el de los atentados en las Ramblas… Hay otros muchos que también han conseguido notoriedad en su salto a la pantalla. Como el de la mujer injustamente acusada del asesinato de la hija de su expareja, o el del hombre que en pleno proceso de separación mató a sus hijos y quemó sus cuerpos en una hoguera…
«Se han multiplicado y quedan en nuestra historia criminal muchas historias que dramatizar en formato documental o de ficción, porque prácticamente en España era un género que no se cultivaba. A pesar de las polémicas vamos a ver más», señala el criminólogo Vicente Garrido.
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«Este género es un visor sobre todo aquello que nos conforma como sociedad y como seres humanos. ¿Cómo no nos van a enganchar? Más bien cabría preguntar lo contrario: ¿A qué tipo de personas no le interesa comprender mejor el mundo en el que vive, y en concreto aquellas prácticas que más amenazan su bienestar como ciudadano y como persona?», afirmó Garrido a este mismo medio cuando el fenómeno empezaba a manifestarse en nuestro país.
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Candela Peña da vida a Rosario Porto en ‘El caso Asunta’. Netflix
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Enric Álvarez y Ramón Campos confirman el interés de la industria. «Hay mucha demanda. Creo que el auge es del documental narrativo y dentro de este el que está de moda es el ‘true crime’. El espectador lo consume de una forma parecida a la ficción en cuanto a vínculo emocional con lo que está viendo. Y evidentemente el presupuesto es menor que el de una ficción por lo que a las plataformas les interesa», comenta el primero. «El ‘true crime’ ha existido siempre. Ahora hay una revitalización del género, es cierto», añade el segundo.
Este rememora los cambios que se han producido en nuestro país al intentar trazar estos retratos. «Cuando hicimos el documental del caso Asunta mucha gente tenía reparos para hablar, no sabía lo que íbamos a hacer. Ahora es más sencillo porque se conoce nuestra trayectoria». Bambú produjo un documental, que se emitió en Antena 3 en 2018, sobre la desaparición y muerte de la niña de doce años en La Coruña.
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Recientemente ha estrenado una adaptación a serie de ficción que protagonizan Candela Peña y Tristán Ulloa, que se puede ver en Netflix.
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En la misma plataforma encontramos un traslado similar, de usar documentos reales a apostar por versiones interpretadas, en ‘El cuerpo en llamas’, sobre el crimen de la Guardia Urbana en el que Úrsula Corberó se pone en la piel de Rosa Peral. Es una práctica que se inicia en la industria española, pero que es habitual en otras como la americana donde hemos visto a rostros célebres como Evan Peters, Jessica Biel y Elizabeth Olsen encarnar a los criminales Jeffrey Dahmer y Candy Montgomery, la asesina del hacha.
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Y aquí surge uno de los problemas que se observan en relación a esta moda y que han de evitar guionistas y cadenas, la idealización o sofisticación del criminal.
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No es la única línea roja que se imponen los profesionales españoles, dado el material sensible con el que trabajan. «En nuestra productora intentamos de forma muy consciente huir del sensacionalismo y mantenernos en el territorio del periodismo de investigación. Eso implica hacer un ‘fact-checking’ muy riguroso, para el que contamos con periodistas de mucha experiencia y con un equipo legal especializado.
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En segundo lugar es fundamental respetar y acompañar todo lo posible a las víctimas, ya que deberíamos evitar que se sientan víctimas por segunda vez», argumenta Aguado. «Siempre hay que tener en cuenta a los supervivientes, saber cómo están, explicarles lo que quieres hacer y ver cómo reaccionan», coincide Álvarez.
En esta línea hace unas semanas Patricia Ramírez, madre del niño Gabriel Cruz, alertó de que había una productora promoviendo un proyecto sobre la muerte de su hijo en el que, supuestamente, estaba previsto entrevistar a la asesina (la pareja del padre).
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Su denuncia consiguió paralizar la producción y abrió el debate sobre los límites de este formato. Ramón Campos tiene claro el límite: «No hacer daño a las víctimas». Ramírez compareció en una comisión en el Senado en la que pidió un pacto de Estado que proteja a las víctimas de delitos especialmente violentos para evitar su revictimización.
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Clara Tiscar está al frente de ‘Criminopatía’, uno de los podcast más seguidos de cuantos se producen en torno al crimen. Porque este género también vive un boom en el audio. Por sus manos han pasado casos de todo tipo por lo que cuenta con una perspectiva sobre lo que es admisible y no en este tipo de obras.
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«No hay que tener prisa para hablar de estos temas y es importante no «contaminar» al público ni entorpecer la labor policial y, posteriormente, la judicial.
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También creo que se debe ser muy cuidadoso con la información, no toda es imprescindible y por otro lado, tiene que estar bien contrastada. Además, me parece que hay que tener especial cuidado en no culpabilizar a las víctimas y en no idolatrar a los asesinos», resume.
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M. Labastida
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La fórmula perfecta -generar interés, promover una reflexión y no dañar a nadie- es el reto al que se someten quienes participan en este tipo de proyectos.
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¿Ejemplos en los que mirarse? Los profesionales que han participado en este reportaje señalan algunos que para ellos han sido referentes. Aguado y Álvarez coinciden en ‘The Thin Blue Line’, de Errol Morris (1988), que puede ser considerado el primer documental de ‘true crime’ de la historia.
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«Morris expuso de forma muy inteligente los fallos del sistema judicial americano y hasta consiguió que se reabriera el caso y se acabara absolviendo al acusado de un asesinato. Además, la forma en la que usó las recreaciones marcó un antes y un después en el género», comentan. «Te cuenta una historia desde diferentes puntos de vista y aborda temas universales como el racismo y el abuso de poder», añaden. Campos aporta, por diferentes, otros títulos como ‘A los gatos ni tocarlos’, ‘The Staircase’ y ‘Muerte en León’, por citar uno español que logra unanimidad.
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