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El Teatro Arriaga arde por los cuatro costados

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El rescate dramático del conserje, sus hijos y la criada, rodeados por las llamas en la azotea, mantuvo en vilo a la ciudad la madrugada del 22 de diciembre de 1914

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Domingo, 5 de enero 2025

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EL titular de ‘El Noticiero bilbaíno’ era de impacto: «Arriaga destruido»

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Encabezaba una columna insertada a ultimísima hora en la segunda edición del mismo día del suceso, el martes 22 de diciembre de 1914, porque el fuego se había declarado pasadas las cuatro de la mañana.

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«Un rápido y violento incendio ha destruido esta madrugada totalmente el teatro Arriaga», resumía la noticia.

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Los reporteros de ‘La Gaceta del Norte’ también llegaron a tiempo para poder insertar una nota breve en su página tres de la misma jornada, aunque sus lectores se encontraron con un relato más dramático:

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«En la cornisa se ve un matrimonió y dos criaturas: la familia del conserje, el espectáculo de esa escena es espantoso. El fuego casi les alcanza. Aún no han podido ser salvados».

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La noticia de que el edificio ardía llegó a las redacciones cuando los periodistas «terminábamos nuestras tareas. Eran las cuatro y cuarto de la madrugada», contaba ‘El Pueblo Vasco’ en su información del día siguiente.

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Los reporteros corrieron hacia el teatro, en el caso de los de ‘El Pueblo Vasco’ desde la calle Ledesma número 6, donde estaba su redacción. «Apresuradamente llegamos a la plazuela de Arriaga. Ya estaba la primera bomba automóvil de la brigada primera, situada a la entrada de la calle Bidebarrieta, que comenzaba a funcionar».

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El teatro, construido entre 1886 y 1890, «ardía en pompa; enormes llamaradas ascendían hacia el cielo, reflejándose en todas las casas próximas y en las aguas de la ría del Nervión.

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Era un espectáculo fantástico: llamas azules, verdes, rojas, toda la gama que produce el zinc al quemarse, daban al cuadro un aspecto grandioso», escribía el periodista, fascinado.

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Una distancia similar a la de sus compañeros de ‘El Pueblo Vasco’ tuvo que correr un periodista de ‘El Noticiero Bilbaíno’, que tenía su sede en Gran Vía número 11. «Imposible en estos momentos es adivinar cuáles puedan ser las causas del siniestro», escribió este reportero.

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El de ‘La Gaceta del Norte’ –que estaba en la calle Henao 8– también llegó a tiempo para contar que pasadas las cuatro de la mañana se habían oído «unos espantosos ruidos.

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Eran las llamas que, desarrollándose entre las paredes del soberbio edificio, rompían al exterior.

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En pocos instantes unas llamas enormes dominaban al Teatro por la parte del escenario», donde parecía que se había iniciado el fuego. ‘El Noticiero’ situaba el foco «en el patio de butacas». Resumía este diario que antes «se celebró función por secciones y después de la una de la madrugada comenzó a ensayarse la obra ‘El príncipe bohemio’, ensayo que duró hasta las tres menos cuarto». A las tres los artistas se marcharon «sin que nada anormal observasen».

«Terror en todos los ánimos»

Dos brigadas de incendios «comenzaron sus preparativos de trabajo por más que se echaba de ver que nada podía hacerse». De pronto, «circuló una noticia que llevó el terror a todos los ánimos. En el último piso del edificio, sin defensa alguna y sin medio para escapar, vivía la familia del conserje del teatro, Antonio Bilbao», de 44 años.

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Con él estaban sus hijos Emilio y Antonio, de 10 y 8 años, y su criada, Secundina Viguera, de 44 años. Los cuatro salieron a la azotea para huir del fuego. Los bomberos no habían traído escalas.

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Algunos vecinos empezaron a acumular colchones al pie de la fachada, por si la familia saltaba desesperada para intentar salvarse.

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Los bomberos trajeron al fin dos escalas, pero una no llegaba a la altura y la otra, al desplegarse, tocó la catenaria del tranvía y «varios bomberos» sufrieron una descarga eléctrica.

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Había que cortar el cable pero «los bomberos no tenían ni tijera, ni lima, ni aparato alguno para hacerlo».

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Por fortuna, apareció «un empleado de la compañía Electra que consiguió partir el cable, pudiendo seguidamente desarrollarse la escala. El salvamento se hizo después sin dificultad», aunque Secundina sufrió «varios ataques epilépticos».

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Algunos particulares y hospedajes se ofrecieron para albergar «a aquellos desdichados, que ni las ropas pudieron salvar».

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Uno de los niños, Antonio, se quedó en casa del marqués de Barambio «y al otro y Secundina los alojaron en el Hotel Antonia». El conserje se negó a que le bajaran y se quedó en el tejado para ayudar a los bomberos.

Reconstrucción

Dos compañías y varios artistas perdieron todos sus enseres y quedaron arruinados, lo que se intentó paliar con espectáculos benéficos organizados en el Campos Eliseos. El Arriaga se reconstruyó años después.

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En junio de 1915 el Ayuntamiento aprobó el nuevo proyecto. El teatro se reinauguró el 5 de junio de 1919, con la ópera ‘Don Carlo’.

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Al día siguiente Antonio Bilbao contaba que cuando estaban en la azotea su «preocupación principal eran mis pobres hijos que lloraban desolados llamando a su madre, mi esposa, Emilia Valiño, que está en el pueblo».

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Tras más de hora y media que se hizo eterna y en la que Secundina intentó saltar varias veces, impidiéndolo Antonio y los pequeños, «vi que un bombero se acercaba a nosotros por la parte del Club Náutico recomendándonos calma y asegurándonos que nuestra salvación era un hecho».

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Al amanecer del 23 de diciembre sólo quedaba la fachada del teatro. Como estaban en el edificio también, quedaron destruidos también el Club Náutico, el Café Arriaga, la oficina del tranvía de Durango a Arratia, una relojería, un almacén de muebles, la oficina central de los ferrocarriles Vascongados, el bar Arriaga, una peluquería y un estanco. Nunca se llegó a saber qué generó el fuego.

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