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El puzzle imposible de ‘Reina Roja’, al fin completo
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La serie, la gran apuesta global de Prime Video para 2024, adapta la novela superventas del escritor Juan Gómez-Jurado. Los protagonistas no sienten presión, pero admiten: «¿Que tenemos todo? Sí, no tenemos derecho a fallar»
Vicky Luengo es ‘Reina Roja’: «No voy a hacer la Antonia Scott que está en la cabeza de todos los lectores»
Hovik Keuchkerian es Jon Gutiérrez en ‘Reina Roja’: «Hay cosas que están mejor en la serie que en la novela»
Madrid
Levantar un coloso como la serie ‘Reina Roja’ cuesta mucho y a la vez muy poco. Lo primero lo acreditan las más de 200 personas, las 24 semanas de rodaje y los más de 1.400 planos de efectos visuales necesarios para adaptar la primera pata del universo superventas de Juan Gómez-Jurado, con siete novelas que son siete éxitos.
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También la apuesta en firme de otro gigante, Prime Video, y su plan maestro: estrenar, en 240 países y territorios, el próximo 29 de febrero. «La imaginación es muy cara», sentencia el escritor, que ha vendido tres millones de ejemplares de la saga. Lo segundo tiene una sencilla explicación: los astros parecen haberse conjurado para que la ficción llegue a buen puerto.
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«Por mucha ilusión que haya, la realidad es la realidad. Hay que ver que al actor le interese el proyecto, que coincida en tiempo y forma, que se alinee con sus decisiones y con su proyecto vital», anticipa el autor, mientras pasea por el centro de Madrid.
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Nunca antes tantas casualidades encajaron tan bien juntas. Juan Gómez-Jurado se detiene frente al Pasadizo de San Ginés. En la chocolatería apuran sus tazas Hovik Keuchkerian y Vicky Luengo, los protagonistas de ‘Reina Roja’ antes incluso de saberlo.
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«A mí este señor, sin conocerlo de nada, a través de un amigo me regaló la novela dedicada y ponía: ‘Hovik, te presento a Jon. Espero que te guste’», confiesa el actor. «Hay veces cuando estás escribiendo que te puedes fijar en alguien. No me suele pasar, pero en su caso sí», admite el escritor.
Todos cuentan que este rodaje era distinto, y aunque suene a tópico, a cliché, parece que en este caso era cierto. Entre ellos no hay impostura. Se pican, se agarran. Como si su amistad ya la hubiera escrito el autor desde hace siete novelas.
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Y se ríen, de sí mismos y de los otros. Sobre todo Hovik, que nada más encontrarse en San Ginés, dispara una de las suyas: «Escribes muy bien pero eres un anormal». A Juan no le molesta, hasta insultándolo el actor resulta afable. «Vais a creer que soy un poco mística pero hay cosas en la vida que noto que son», reflexiona la actriz, siempre cerca de Hovik.
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Él coincide: «Estaba predestinado». Además de actor y boxeador, el intérprete de 1,91 metros es poeta.
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Pero lo estaba. Las cosas del destino son así, que o no aparecen o lo hacen juntas, como las piedrecitas en un camino. Lo que no pensó, incapaz de imaginar físicamente a su protagonista femenina, lo hicieron por él desde redes sociales.
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—Durante meses recibí tuits de gente que decía que yo era Antonia Scott. Yo no me había leído la novela y pensaba: ‘¿Quién coño es Antonia Scott?’ Me puse a investigar y un día encontré el Twitter [sic] de Juan y le escribí: ‘Todo el mundo me dice que soy el personaje de este libro tuyo, no lo he leído pero lo leeré’.
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Y ahí se quedó. Nunca lo leí. Pasaron unos meses y volvieron a empezar los tuits y me lo compré. Me acuerdo que me fui de gira a un bolo de teatro y en un fin de semana me lo leí y le escribí: ‘La gente realmente tenía un poco de razón.
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Hay algo que creo que podría hacerlo yo’. Me contestó y me dijo: ‘¿Me das tu número? Quiero proponerte algo’ —revela Luengo.
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Juan Gómez-Jurado la interrumpe. Que no lo recuerda bien, dice. Ella se enroca e insiste: que sí. Adivinen quien desempata.
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—Ahora te lo va a explicar Juan porque él sí lo recuerda bien; él es más listo que nadie. Tú no lo recuerdas bien, él sí —bromea su compañero.
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—No recuerdas bien mi respuesta. Dije: ‘Pues te vas a reír’. Porque era justo… —empieza a decir el escritor.
Suena una carcajada fuerte, profunda. Que para y vuelve, con más ganas. La risa de Hovik ruge como una tormenta, a golpe de truenos. Vicky ríe con él, sabe que viene una diablura.
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—Pero espera —interrumpe el protagonista, tomando aire—, ¿todo esto ha sido porque no ha dicho ‘Pues te vas a reír’? ¿Por eso ha dicho que no lo recordaba correctamente? Es la hostia tronco, es la hostia. Una pistola.
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También el escritor se ríe, con las manos tapando la boca, antes de terminar su frase: «Justo esa mañana cuando Vicky me escribió nos aprobaron contactar con ella. No sé si hay duende, pero lo que hay es serendipia».
Apuesta española
En Prime Video la cosa va de (don) Juanes. Primero fue Bayona, director de los dos primeros episodios de ‘El señor de los anillos:
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Los anillos de poder’ y la persona que sentó las bases del gran proyecto de la plataforma el año pasado; ahora, Gómez-Jurado, la gran apuesta de este 2024. Después de vender más de tres millones de ejemplares de la saga, los números le avalan. «Como dicen los americanos: ‘What are the odds?’. ¿Cuáles son las posibilidades, tronco, de que una novela como la de Juan la coja Prime Video, la coja [la creadora] Amaya Muruzábal y diga, pues mi equipo ideal sería este, y que vayan creando las piezas del puzle y (…) encima funcione. Y de repente, joder, pones la serie y dices…
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‘Muy guay. Pepinaco’», resume Hovik, a bocajarro, como su carcajada, de corsario.
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La explicación quizás sea más sencilla que buscarle las costuras a los azares del universo. Quizás, augura un romántico Gómez-Jurado, sea porque por encima de todo ‘Reina Roja’, y también el rodaje, fue una «historia de amor», y el único requisito de la serie, revela, era contratar a «buenas personas». «Vicky y yo hemos pasado por rodajes complicados. Y este ha sido cojonudo. Ha sido fácil. Que no haya buen rollo, que no haya buen ambiente, te condiciona el trabajo.
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En lo que se refiere a este binomio (…), hostia, tenía la vibra de que con Vicky iba a pasar lo que ha pasado. Hermandad. Y es una historia de amor. Hay piel, pero en el sentido de respeto, de protección, de cariño, de aquí estoy, de arropar, de calor. No hay sexo», sostiene el actor. Y lo mejor: tampoco se echa menos. La actriz le deja terminar y se arrima a su compañero, su «hermano». Él, en su inmensidad, la abraza como hubiera hecho Jon Gutiérrez con Antonia Scott en ‘Reina Roja’. A veces, también, la mímesis es posible.
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—Hovik no protege a Vicky porque Vicky se protege perfectamente… —empieza el actor.
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—No, pero sí, también —matiza Vicky Luengo.
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—…pero si Vicky dice: ‘Hovik, te necesito’, Hovik ahí está —continúa él.
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—¿Sabes cómo nos llamaba Koldo [Serra, el director]? Hovicky —suelta la actriz. Y sonríe.
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—Hovicky al set —lo imita Hovik. Y todos ríen con ganas.
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Entre anécdotas y recuerdos, a Gómez-Jurado le sobreviene «el ridículo más espantoso» de su vida. Señala a Hovik: «Fue por su culpa», dice. El señalado explica que, antes de empezar el rodaje, dijo unas palabras: «Cuando actúo, guardo mi silencio y me conecto con mi padre, con gente, para crear fuerza. Vamos a hacerlo aquí. Salga como salga, que cuando pasen estos seis meses miremos atrás y seamos un poquito mejores». Y pidió silencio.
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—Estábamos todos cogidos. Era algo solemne –ríe Luengo, adelantándose a lo que viene.
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—De repente, aplausos. Todo el mundo estaba metido en el viaje y este subnormal aplaudiendo —se carcajea el actor.
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—Estaba a 20 metros, con mis hijos y mi mujer, solo había escuchado ‘mi padre’. Estaba tan emocionado… Mi hijo mayor me dijo: ‘Papá, que ha dicho un minuto de silencio’. ¡Uy! —ríe.
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— Lo bonito es que su cara era de máxima ilusión. Estaba tan excitado como un niño a la noche de Reyes –le defiende ella.
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No siempre fue así. Aunque Gómez-Jurado como supervisor de la serie supervisaba solo en la distancia, consiguió enfadar a la actriz. «La primera conversación que tuve con Amaya le dije: ‘Hovik que diga lo que quiera y Vicky que lea lo que pone’. Eso no quería decir que no tuviera confianza en Vicky para improvisar, todo lo contrario, es actriz de teatro, le sobra, pero necesitábamos alguien que fuera capaz de interpretar a Antonia con muchísimo peso… Y un día Vicky saltó y dijo: ‘¿Por qué él cambia lo que quiere y yo no?’», relata Gómez-Jurado.
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—Pero es que encima no se me explicó —se queja la actriz.
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—Porque era importante que no lo supieras —continúa el escritor.
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—Un día estaba en el set y había una frase que estaba mal escrita (…), le dije a Amaya: ‘¿Puedo cambiar esto?’ Y Amaya me dijo: ‘No’. Pero muy borde. Y en cambio Hovik le dijo lo mismo en esa secuencia y le dijo: ‘Por supuesto, Hovik’. Ese día me enfadé. Por culpa de no habérmelo dicho lo pasé mal durante dos o tres semanas y esas secuencias no estoy tan bien —revela, con los brazos cruzados.
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Gómez-Jurado defiende que «era importante» que la actriz se encontrara con esa incomodidad porque, asegura, «Antonia es un personaje que se encuentra con un ser humano que la pone enfrente de lo más incómodo para ella, que es su humanidad». Hovik le corta: «Ahí os equivocáis tú, Amaya y toda la gente de esta industria. Cuando alguien dice en una profesión: ‘Tomamos la decisión de…’ sin que ella lo supiera, lo que estamos obviando es que Vicky es una persona y necesita entender determinadas cosas para hacer su trabajo».
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—El pobre Hovik es el que se me comió todos los días porque yo le decía: ‘Hovik, ¿tú ves normal que a mí no me dejen?’.
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—Hemos hecho hermandad —se excusa él.
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Juan Gómez-Jurado, enrocado, insiste: «Era porque tú tenías que ser su ancla».
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—Sí, sí, luego cuando me lo contaste lo entendí, pero aún así en ese momento te sientes un poco infantilizada, lo podía haber hecho igual.
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—Y sin sufrir. Es que somos intérpretes —defiende Hovik.
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Si ambos se molestan, aunque el gesto torcido sea fugaz, es porque la implicación ha sido máxima. La responsabilidad también. «Si nos quedamos con que la historia es un thriller, pues sí, es un thriller. Pero en realidad la peripecia da igual, lo que importa es la relación, por eso lo hemos construido desde ellos. Los pilares siempre fueron Vicky y Hovick, Hovick y Vicky. Estaban antes incluso que el director», justifica Gómez-Jurado. A cambio, ellos correspondieron con un compromiso total. Mental y sobre todo físico. Los dos, de hecho, se lesionaron durante el rodaje. Hovik llegó después de terminar de rodar la segunda temporada de ‘The Head’ con 26 kilos más y tuvo que bajar varios con dieta rígida, matándose en el gimnasio.
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«Llegó un tipo con 147 kilos y unas barbas… Fue como una hostia, y nos quedaban 19 días para arrancar. Pues conseguimos bajar siete u ocho kilos», reconoce el actor.
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Vicky Luengo se empeñó en llevar lentillas verdes 24 semanas, y por «cabezonería» también en repetir algunas escenas para que salieran redondas. «Le dije a Koldo: ‘¿Ha quedado perfecto el suicidio?’ Y él, que es otro perfeccionista, me dijo: ‘A ver, Vicky, ha quedado bien, pero podría…’. ‘Venga, otra vez’. Es que soy muy exigente, y si me dices que lo puedo mejorar… No puedo no intentarlo», confiesa. «La imaginación es muy cara», insiste Gómez-Jurado. «Es cara cuando pones monos, pero es muy cara cuando tienes que pagar el precio de lo que ha imaginado otro, convertirlo en real. Y eso significa una rodilla jodida o una espalda doblada para conseguir que lo imposible se vuelva carne».
Cuestión de familia
La cuenta atrás para el estreno ya ha empezado, pero no sienten presión. Ni siquiera cuando el escritor le dijo a la actriz que ya no iba a poder viajar en metro. Para Hovik, que fue Bogotá en ‘La casa de papel’, es distinto. «¿Que tiene todos los mimbres de que va a funcionar? Sí. También sales a ganar una Champions y te meten cinco en el primer tiempo», bromea. «¿Que tenemos todo? Sí, no tenemos derecho a fallar». Pero la escala en la que lo miden es diferente.
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Piensan en la ‘premiere’ del día 29, con varias ciudades proyectando en pantalla grande ‘Reina Roja’ y se acuerdan de los suyos. Ella de su familia, él de la gente del pueblo, la del gimnasio. «Estoy igual de emocionada que cuando preparé mi fiesta de los 18. Esa sensación. Sé que es un día importante, que me voy a acordar mucho tiempo», describe Luengo. Es un lanzamiento global, millonario, pero para los protagonistas, incluido el escritor, no deja de ser una cuestión familiar. Las cosas grandes se miden siempre en afecto.
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