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El misterio del aviador nazi de las bragas rosas

Tiempo de historias

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 George Steer lo definió como uno de los incidentes «más pintorescos» de la Guerra Civil. El Dornier 17F (27-2) de la Legión Cóndor derribado cerca de Galdakao sigue siendo un enigma 71 años después

 
 

Lunes, 10 de diciembre 2018

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En 2006 pude entrevistar a George Barton Steer, hijo del reportero de ‘The Times’ que dio a conocer al mundo el dramático bombardeo de Gernika. Para preparar aquel encuentro me documenté con ‘El árbol de Gernika’, la obra que Steer dedicó a su periplo por Euskadi durante la Guerra Civil. Entre otras muchas cosas interesantes, en aquellas páginas, el periodista relataba el derribo de un bombardero alemán en las proximidades de Galdakao.

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Hubo un detalle que se me quedó grabado a fuego: uno de los tres aviadores abatidos llevaba «ropa interior femenina de seda color rosa», lo que el escritor definió como «uno de los incidentes más pintorescos de la contienda».

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Durante un tiempo lo dejé aparcado, pero hace unos meses volví a la carga para intentar encontrar más información sobre este asunto. Lo que nunca imaginé es que me toparía con una historia tan peculiar como enigmática. Un episodio en el que se entremezclan posiblemente la propaganda, las escaramuzas aéreas más audaces de la lucha fratricida en Euskadi, el afortunado destino de la familia de un piloto judío de la Legión Cóndor y una extraña estela funeraria abandonada en Asua, en un lugar del todo incongruente.

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El avión al que Steer se refiere en la página 227 y siguientes de ‘El Árbol de Gernika’ (Editorial Txalaparta) es un bimotor Dornier 17, identificado como Do-17F (27-2) de la Legión Cóndor. La aeronave de combate fue abatida en la mañana del 18 de abril de 1937 por el as de la aviación republicana, el afamado bilbaíno Felipe del Río. Su derribo fue fundamental para demostrar la intervención alemana en la guerra.

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Uno de los tres ocupantes había cometido el error de haber salido de misión con su pasaporte en el bolsillo. Se llamaba Hans Sobotka, de 25 años, y había llegado a España vía Roma, hacía dos semanas, en una clara conexión del intervencionismo fascista a favor de Franco. Los diarios de la época recogen ampliamente la victoria republicana. Junto al Dornier fue ‘tocado’ otro bombarbero que acabó en Legutiano.

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La prensa se hizo eco de un gran triunfo para un pueblo que vivía subyugado desde hacía unos meses por la superioridad aérea nacional y los criminales bombarderos sobre Bilbao y otras localidades (Durango había sido destruida sólo 19 días antes y Gernika sufriría el brutal ataque faccioso 9 días más tarde).

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La documentación de Sobotka fue publicada para demostrar la participación nazi en la guerra.

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La documentación de Sobotka fue publicada para demostrar la participación nazi en la guerra. E.C.
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«La valerosa y arrojada aviación de la República se cubrió de gloria el domingo», titulaba el diario ‘Euzkadi Roja’. «Una jornada victoriosa con dos aviones facciosos derribados», llevaba a su portada ‘Lan-Deya’.

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Ya en páginas interiores, los periódicos daban numerosos detalles sobre el combate y los alemanes fallecidos en Galdakao. El avión de Sobotka había entrado al Gran Bilbao por el Abra. Sobre las 13.35 horas. Una patrulla de cazas salió a su encuentro y pudo herirlo de muerte «a una altitud de 5.000 metros».

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El Dornier acabó estrellándose cerca de Zaratamo. Dos de los tres tripulantes saltaron en paracaídas, pero lo hicieron demasiado tarde. «Se estrellaron con violencia contra el suelo», narraba ‘Euzkadi Roja’. Sobotka permaneció a los mandos y murió cuando el aparato se convirtió en «una bola de fuego». Steer lo contó así en su libro: «El cuerpo de Sobotka descansaba sobre la hierba, con la espalda casi carbonizada, medio encorvado hacia arriba.

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Parte de sus intestinos, medio fritos, en una buena imitación de salchichas, colgaban de su cuerpo. Sus brazos estaban todavía sobre la cara, como pintando su muerte terrorífica».

«Dejó a los vascos estupefactos»

Con respecto a sus compañeros, el periodista británico relató que «uno de ellos estaba bastante gris, pero fue el otro el que dejó estupefactos a los vascos», escribió. «Jamás habían visto nada igual.

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Le dieron la vuelta a aquel cuerpo largo y rubio. Tenía la cara magullada, pero así y todo les pareció algo extraordinario: sus cejas estaban depiladas y su boca pintada de rojo. Observaron que sus manos eran blancas y muy finas. Las uñas tenían hecha la manicura y estaban primorosamente cortadas y barnizadas. Muy raro».

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Y Steer continuó: «Los vascos pensaron que era extraño que los alemanes emplearan a mujeres como pilotos de guerra. Sin embargo, los doctores de la Sanidad Militar desnudaron el cadáver y lo examinaron detenidamente. Tenía afeitado el pelo de las axilas y llevaba ropa interior femenina de seda color rosa. Pero llenaba, a duras penas, los requisitos de la virilidad, y el caso quedó anotado en los libros como uno de los más pintorescos incidentes de la Guerra Civil».

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Imagen de los restos del avión derribado.
Imagen de los restos del avión derribado. E.C.
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Lo más curioso de todo es que del supuesto aviador travestido no hablan en absoluto los diarios de la época. Todos ellos se centran, sobre todo, en la acción valerosa de Felipe del Río (fallecido menos de una semana después de anotarse esta victoria) y en el pasaporte hallado entre la ropa de Sobotka, lo que demostraba claramente la intervención germana.

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Con todo, el diario ‘La Lucha de Clases’ ofrece muchísimos detalles de la indumentaria y el aspecto de los dos paracaidistas fallecidos. «Uno de los cadáveres era el de un muchacho alto, corpulento, de cara ancha y pelo rubio. Ropa nueva, que debió estar impecable en este domingo en el que intentó rematar la fiesta con vidas ajenas y en el que halló la muerte.

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Se cubría, además, con una cazadora y con un buzo marrón claro. La vestimenta, en esta trágica y justiciera caída, estaba ya destrozada. Uno de sus zapatos había desaparecido. Su cara estaba desfigurada. El otro cuerpo presentaba igual aspecto.

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Con textura y rasgos físicos semejantes. También presentaba la cabeza desfigurada. El cuerpo, aunque la ropa que lo cubría estaba destrozada, no presentaba lesiones».

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Las versiones de Steer y de ‘La Lucha de Clases’ parecen no cuadrar. O los periodistas vascos que estuvieron allí (hay fotografías en todos los periódicos) no repararon en el evidente aspecto femenino del cadáver o realmente el aviador de las bragas rosas de seda es una invención, una licencia literaria del reportero británico, o directamente un acto de propaganda contra los nazis.

Un piloto nazi que era judío

Una de las personas que mejor conoce el caso de este Dornier es el historiador checo David Majtenyi. El piloto, Hans Sobotka, había nacido en la región de Bohemia, en terrenos que hoy pertenecen a la República Checa.

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Sin embargo, se mudó de niño a Austria. Majtenyi investigó su vida y aportó bastantes datos a las autoridades checas, que en su día estuvieron muy preocupadas por si este hombre de la Legión Cóndor fuera un compatriota (lo que habría desacreditado a esta nación en aquellos difíciles momentos). Ha escrito varios artículos científicos sobre su vida.

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«Había oído hablar de la lencería rosa, pero nunca quise hacer referencia a ello en mis investigaciones. Me parecía demasiado fantástico y difícil de verificar», me respondió hace una semana vía email. Pero para Majtenyi, al margen de este detalle sin trascendencia histórica, el incidente del Dornier 17 es revelador de la participación alemana y muy interesente por el devenir de los acontecimientos posteriores para las familias de los fallecidos. Junto a Sobotka perecieron Otto Hofmeister y Friedrich Muller (según Steer alguno de estos dos debió ser el travestido).

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Sobotka fue considerado un mártir pese a que se descubrió que era judío cuando las autoridades alemanas invitaron a su padre, Camillo, a un homenaje que se le iba a tributar al aviador en Berlín. El progenitor luchó con todas sus fuerzas para intentar que su familia no fuera catalogada como hebrea, en su pasaporte.

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Llegó a decir, incluso, que su hijo era ilegítimo y que su madre era aria. Finalmente, tras un largo cruce de cartas con los jerarcas nazis esquivó una vitola que le habría llevado, poco después, a él y a su hija Ruth directamente a los campos de exterminio. Ruth se casó con un oficial del Ejército y fue declarada ‘de sangre alemana’.

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«Es una historia increíble de cómo se salvaron. Supongo que el hecho de que Hans Sobotka hubiera muerto en acto de servicio en España y la insistencia de Camillo acabaron por ablandar a los nazis», opina Majtenyi. Otro detalle increíble es que las misivas de Camillo estuvieron hasta hace poco a la venta en internet.

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Estela de homenaje a la tripulación alemana, localizada en Asua.
Estela de homenaje a la tripulación alemana, localizada en Asua. Josu García
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Pero mi búsqueda de información sobre aquel Dornier aún deparó otro misterio sin resolver. Un aficionado a la Guerra Civil me puso tras la pista de una estela funeraria que languidece en un polígono industrial de Asua. Incrustada en el muro de una carretera de acceso al corredor del Txorierri, a medio cubrir por la hiedra, en la lápida se puede leer (no sin dificultad): «Aquí murieron, el 18.4.37 por una España libre los aviadores Hans Sobotka, Otto Hofmeister y Friedrich Muller».

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¿Qué pinta esta piedra conmemorativa a más de 15 kilómetros del lugar donde realmente perdieron la vida los pilotos? Pregunta a la que no he hallado respuesta. Su ubicación exacta es https://goo.gl/maps/f74ZqveaqDG2

Respecto al supuesto aviador travestido (de serlo habría sido o Hofmeister o Muller), la duda seguirá en el aire. Hay quien no descarta que sea verdad. Es el caso de José Ángel Etxaniz, especialista de la asociación Gernikazarra y una de las personas que más sabe en el mundo sobre el bombardeo: «Puede ser cierto.

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Hay que tener en cuenta que la información, toda, estaba bajo censura, y le pudo ser facilitada por las autoridades (Steer era, además, un espía del MI6), que la recogían, pero no la harían del todo pública. Los profesionales de la historia toman los datos del ‘Árbol de Gernika’ con sumo cuidado, por si acaso. Hay que tener siempre en cuenta que en todas las guerras, la primera víctima es la verdad».

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