Eduardo Torres-Dulce | Crítico de cine y exfiscal
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Decía García Márquez que lo único mejor que la música es hablar de música. Con Eduardo Torres-Dulce (Madrid, 1950), que ha sido profesor, fiscal de sala del Supremo y ante el Constitucional y también Fiscal General del Estado, se tiene la sensación de que lo único mejor que el cine es hablar de cine.
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«Si te gusta y te atrae ir a sala a ver una película, es una fiesta. Algo que ha formado parte de mi vida. Y que, como dice mi amigo José Luis Garci, es una vida de repuesto».
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Sabe tanto del llamado séptimo arte y cuanto lo rodea que la conversación podría ser interminable. Así que es una lástima tener que reducirla a la dimensión de una entrevista.
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– En el último siglo, el cine ha pasado del mudo al sonoro, del blanco y negro al color, han cambiado las formas de narrar, se ha experimentado con el 3D, pero todo seguía siendo cine. ¿Las series son una evolución más?
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– Sí y no. Las series tienen más que ver con el folletín decimonónico y los seriales que estrictamente con las películas. Las estructuras narrativas son completamente distintas: hay un volumen mayor de subtramas, otro formato de imagen, otra forma de rodar.
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Son parientes, pero las series no son familia próxima ni herederas del cine. Pensemos además que en el cine la puesta en escena se ha sofisticado y en las series, en cambio, todo es muy convencional y está muy codificado.
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– El cine ha sido fundamental en la educación sentimental de varias generaciones. ¿Qué sucede ahora?
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– Ha sido la educación, en general. Para unos la política, o la sentimental, o la ideológica. Es una forma global, directa e intuitiva de conocimiento. Es cierto que cada vez es más archipiélago y menos continente porque antes era, junto a la música y la literatura, el ámbito preferente del entretenimiento, y ahora tiene que compartirlo con otras muchas cosas.
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Ha perdido capacidad de seducir y asombrar, que es lo que abre las puertas a la educación. Truffaut decía que él en las películas había descubierto a Balzac, Mozart y muchos otros.
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– ¿Se percibe de la misma forma una película vista en pantalla grande y rodeado de gente que en la soledad de nuestro salón y en un televisor, o en la pantalla de un móvil?
– No, eso condiciona la forma de verla. Ir al cine es un acto de voluntad: sacas la entrada, te sientas junto a otras personas y te ensimismas. Tus problemas se suspenden ante la magia de las imágenes.
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Fuera de una sala, eso se da con menos intensidad porque es más difícil que te aísles de la realidad. Al apagarse las luces del cine estás como la tribu ante una hoguera. Platón, al formular el ‘mito de la caverna’, es quien adelanta la magia de una pantalla.
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Eso es para el disfrute, el análisis del cine es otra cosa. Para eso sí están bien los deuvedés o las plataformas.
Antihéroes en la pantalla
– Los jóvenes ven más cine en plataformas. Y otro tipo de cine.
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– Las nuevas generaciones se han educado en impactos visuales pero no en narrativas. .
Cuando dicen que no les gustan las películas en blanco y negro en realidad lo que quieren decir es que no soportan una narración de 90 o 100 minutos. Es como en las canciones: en las de ahora es difícil encontrar historias y poesía.
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«Hay directores con tanto ego que solo quieren hacer filmes para ganar en Cannes o Venecia»
– Se acusa desde hace mucho al cine de Hollywood de trasladar una ideología vinculada al capitalismo. Pero ideología hay en cualquier manifestación artística, ¿no?
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– Si las películas tienen la ideología que te gusta, están bien… Es la realidad de una industria que se dirige a una masa de espectadores, con una codificación de valores de la ideología social dominante en EE UU. Es capitalismo, cierto, pero no solo.
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– El cine clásico nos ha presentado héroes. Ahora ya no quedan, ni en el cine ni en otros lugares.
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– El concepto de héroe está demediado. En el siglo XX se rompió la idea del héroe como elemento de referencia.
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Las películas y las novelas de ahora las protagonizan antihéroes, los malos. ‘El silencio de los corderos’ es el mejor ejemplo. Hay pocos héroes épicos o líricos, y con la política de cancelación todo se ha oscurecido algo más. ‘El Padrino’, otra gran película, muestra a una familia de delincuentes.
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Pasa en todo el mundo y más aún en el cine americano. El malvado es hoy más atractivo que el héroe. Ripley, por ejemplo, es el personaje amoral por excelencia. Antes había más equilibrio, ahora el mal triunfa siempre. Cine y series ofrecen solo lo más destructivo del ser humano. Y el arte debe ofrecerlo todo.
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– Usted es un gran admirador del cine clásico. ¿Qué pasa con el posterior? ¿Qué pasa con Spielberg, Lean, Scorsese, Coppola padre e hija, Truffaut, Visconti, Fellini, Kubrick, Erice, Mijalkov, Almodóvar, Chabrol, Meirelles, Coixet…?
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– Hay cineastas americanos, de Spielberg a Coppola, que son herederos del cine clásico. Eso se ha ido diluyendo porque Hollywood ha desaparecido. A partir de ahí, dominan los responsables del márketing y todo son películas derivadas del cómic o los superhéroes… y queda un nicho muy pequeño para el llamado cine de autor, como el de Sofia Coppola o Christopher Nolan, aunque este es británico.
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También están los influidos por la Nouvelle Vague, de Erice a Coixet y otros. Y llega un punto en el que confluyen todas esas avenidas. ‘Oppenheimer’ es heredera del cine americano, como ‘Dunkerke’.
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Pero es cierto que el cine clásico se ha reducido mucho. Y hay casos como el de Lánthimos, que es la exageración del cine de autor.
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– En las salas hay sobre todo jóvenes a los que interesan más que nada las películas de acción y una narrativa velocísima. Y además miran al móvil todo el rato. ¿Estamos desvirtuando el cine?
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– Los productores ven el cine como un negocio más. Lo llevan economistas de Wall Street que producen tras estudiar los nichos de mercado. Antes se hacían películas para ciudadanos normales, para el gran público.
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¿Por qué ahora no? ‘Love story’, ‘Chinatown’, ‘El Padrino’… son películas cuyos productores al principio no querían hacer. Y mire cómo resultaron. El cine ha perdido su vocación de centralidad.
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Tampoco muchos directores se embarcan en proyectos así. Algunos tienen un gran ego y solo quieren hacer filmes que ganen en Cannes o Venecia, festivales convertidos desde hace años en encuentros para un cine casi marginal.
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«Son parientes del cine pero ni familia próxima ni herederas»
– ¿La abundancia de ‘remakes’ o la vuelta a los mismos temas ya tratados una y otra vez son síntomas de falta de imaginación o de un afán de no correr riesgos?
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– Ideas hay. El problema es contar de forma novedosa las historias de siempre. Para eso se necesita un talento que no abunda. Y se ha avanzado mucho en el uso de la Inteligencia Artificial pero habrá que ver sus resultados, porque hay más vida en Marte que en el coliseo de ‘Gladiator’.
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Hoy existen películas en las que el 80% son efectos especiales o están rodadas con la segunda unidad. Cada vez hay más películas que en realidad no tienen director.
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– Y otras que son demasiado intelectuales, tan complejas que no suscitan emociones.
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– Hay directores que, en efecto, quieren películas intelectuales, como el citado Lánthimos, y otros que, por el contrario, están tan al servicio de los actores en filmes espectaculares que son como guardias de tráfico. Cuando ves a un director que quiere contar una historia lo notas.
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Pero lo primero es saber cómo y por qué quiere contarla. También hay déficit de guionistas. Creo que la IA terminará dominando ese cine en el que todo es pura acción porque, para lo que hacen los directores, lo hará mucho mejor.
El nuevo ‘star system’
– ¿El ‘star system’ está muerto o ahora tiene otros rasgos?
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– Lo hay, pero se guía por otros criterios. El problema que se genera es que existen intérpretes que cobran una verdadera millonada y encima obligan a cambiar el guion. Cuando veo que un intérprete es también productor ejecutivo de una película me echo a temblar.
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Antes eran piezas importantes; ahora son imprescindibles para conseguir dinero para la producción, pero la consecuencia es que la vampirizan.
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– Varias generaciones nos hemos formado viendo ciclos de cine clásico y de género en TV. Ahora las cadenas no dan películas de más de cinco o diez años de antigüedad. ¿Qué trascendencia tiene?
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– Con eso pasa como con la decisión de no dar películas en blanco y negro. Es un disparate. A un programador de TV hay que pedirle que emita buenas películas, con independencia de que sean en blanco y negro o en color y de su antigüedad.
«Cuando veo que un intérprete es también productor ejecutivo de una película, me echo a temblar»
– Dado que el cine es entretenimiento y solo en menor medida, arte, ¿tiene sentido subvencionarlo? ¿O solo se deberían subvencionar películas muy especiales?
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– Conceptualmente soy enemigo de las subvenciones. Pero el Estado debe favorecer el arte y la cultura. Otra cosa es la justicia de esas subvenciones porque siempre subyace un cierto dirigismo oficial. Soy más partidario de permitir desgravaciones fiscales de forma que la sociedad civil sea la que invierta en arte. Así nadie podría acusar al Estado de favorecer a unos o a otros directores. Sería el ciudadano quien diría: ‘Me interesa una película de Garci, o de Erice, de Coixet o de Santiago Segura’. Es curioso que en España quienes más se oponen a eso son siempre los ministros de Hacienda.
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– Aquí no se hace nada de eso ni en el nivel del Gobierno central ni en los autonómicos.
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– Lo que se ha hecho es imitar el modelo de la ‘excepción cultural’ francesa del ministro Jack Lang con la ley Miró y lo que vino a continuación. Siempre hay peleas por la justicia o injusticia del dinero que se da y a quién, e inevitablemente cuando hay subvención hay un riesgo de corrupción. Por eso creo que lo mejor es una política de incentivos fiscales. En esto y en todo. No entiendo, por ejemplo, las críticas al propietario de Zara cuando dona equipos médicos a los hospitales. En EE UU en muchos hospitales hay un ala que lleva el nombre de una millonaria que ha hecho donaciones para la lucha contra el cáncer, y en las universidades aceptan grandes sumas gracias a las cuales pueden ampliar las bibliotecas o comprar los manuscritos de Stevenson, por poner dos ejemplos.
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– Eso cambiaría muchos planteamientos.
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– Claro. Muchos dirían: ‘Me encanta Almodóvar y voy a invertir unos euros en su próxima película y acogerme a la desgravación’. Así se incrementaría el interés ciudadano en la cultura. El problema es que hay una gran voracidad fiscal. El Estado recauda y luego mira a ver a quién le da. Todos los gobiernos quieren dirigir la cultura y eso estanca la creatividad.
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«Todos los gobiernos quieren dirigir la cultura»
– Lo de pedir que recomiende una película es muy recurrente, así que le pediré su favorita de algunos géneros y subgéneros. Empecemos por el western.
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– Le voy a contestar con las películas que me apetecen ahora mismo, que no tienen por qué ser las mejores ni mis preferidas. Va ‘Misión de audaces’.
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– Un ‘thriller’.
– ‘El caso Winslow’.
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– Una judicial.
– ‘El silencio de un hombre’.
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– Una comedia.
– ‘Las tres noches de Eva’.
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– Una de ciencia ficción.
– ‘La guerra de las galaxias’.
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– Un musical.
– ‘Melodías de Broadway 1955’.
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– Una romántica.
– ‘Un extraño en mi vida’.
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– Una histórica.
– ‘Robin y Marian’.
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– Una bélica.
– ‘Dunkerke’.
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– Y una de periodistas.
– ‘Luna nueva’.
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