Miles de lectores y lectoras estaban esperando el final de la exitosa trilogía de novelas de Félix G. Modroño (Portugalete, 1965) que homenajean a la ciudad de Bilbao. Tras La ciudad de los ojos grises y La ciudad del alma dormida, acaba de llegar a las librerías La ciudad de la piel de plata, que gira en torno a los años de construcción del Guggenheim y con la que da por cerrada su trilogía inspirada en tres momentos históricos de la capital vizcaina: los años de la industrialización, la Guerra Civil y su transformación a mediados de los noventa con el terrorismo de ETA de trasfondo.

.

Modroño hace regresar a su personaje, Alberto Cepeda, al Bilbao de mediados de los noventa tras un exilio de diez años al que se vio forzado por las amenazas de ETA a sus padres, una de las miles de familias emigrantes que llegaron a Bizkaia en los años sesenta. Alberto Cepeda ha sido contratado por el estudio de ingeniería que se encarga de construir el Museo Guggenheim.

 

En este caso, el edificio de titanio es el protagonista de su libro.

.

—El Guggenheim merecía su novela por su importancia, ya no solo para Bilbao, sino como elemento de regeneración de una ciudad que ha intentado imitarse por todo el mundo. Nosotros igual estamos acostumbrados y sabemos que ha supuesto, junto al metro, el germen del nuevo Bilbao, pero no somos conscientes de que incluso ha sido considerado el edificio más importante de nuestra era, por lo que creo que había que ponerlo en su justo valor. Se construyó en una época de gran transformación bilbaina y, claro, los tiempos convulsos son más fácilmente novelables que los de tranquilidad. Además surgió en un entorno hostil y de violencia en el que crecimos. Creo que tiene mucho valor hacer lo que hizo la propia ciudad de Bilbao en aquella tesitura. Lo quería novelar, inmortalizar, escribiendo una novela de corte costumbrista donde las generaciones futuras supiesen cómo era el Bilbao de los años 80 y 90 y que descubran la ciudad que es ahora.

.

En la novela está también implícita la violencia terrorista que se sufría en esa época.

.

—Realmente, no quería escribir una historia sobre el terrorismo, ni muchísimo menos, pero es imposible retratar la sociedad en aquellos años sin mencionarlo, sin conocer el ambiente en el que crecimos. A todos nos afectó en primera persona, el silencio y el miedo que teníamos formaba parte de la personalidad y de la manera de vivir. Había que contarlo, pero repito, no era el objetivo de mi libro. En esta trilogía hay tintes de novela histórica, romántica, policíaca y hasta de espías, aunque me atrevería a decir que el denominador común de todas ellas es el carácter costumbrista de la ciudad, de ahí que Bilbao y el Guggenheim sean los verdaderos protagonistas de la historia.

.

En ‘La ciudad de la piel de plata’ no ha matado a nadie, como ya nos tiene acostumbrados en su saga detectivesca protagonizada por el doctor Zúñiga.

.

—No, no es una novela negra, pero sí he utilizado el robo de una niña en la Guerra Civil como hilo conductor para, de alguna manera, hilvanar la segunda novela con la tercera. La investigación la hace el protagonista de una manera muy entrañable, un poco por ganarse los favores de la chica de la que está enamorado porque no deja de ser también una historia de amor, aunque tenga muchos componentes, toca muchos elementos.

.

¿Ha dejado alguna puerta abierta para escribir en un futuro una cuarta entrega?

.

—He escrito la trilogía del siglo XX que quería escribir y me he quedado muy tranquilo, no tiene más recorrido. Son tres momentos fundamentales en la historia de Bilbao y están ya retratados. Llevaba muchos años con esta última novela en la cabeza, por lo que no tengo intención de volver a abrir ninguna puerta. Obviamente, seguiré teniendo a Bilbao como escenario en alguna de mis novelas, pero no como esencia, como en esta trilogía, donde no es un escenario, es lo que lo envuelve todo.

.

¿Escribir sobre esta etapa de Bilbao, sobre su infancia y su juventud, le ha supuesto una carga emocional añadida?

.

—Sí, sí, indudablemente; de hecho, creo que he tardado tantos años en hacerlo por el miedo a afrontarla emocionalmente. Evidentemente, está cargada de documentación histórica, pero también, sobre todo, de mucha documentación emocional, de muchos recuerdos y diferentes sensaciones. Lo que he intentado es que no sean sólo las mías, sino las de toda una generación que vivimos en aquella época, que somos una generación bisagra, sobre todo, la de los niños que crecimos en la margen izquierda, cuyos padres no eran de aquí. Tenemos ese doble raíz aunque, en el fondo, luego no es ninguna porque una planta no puede tener dos raíces, al final termina muriéndose.

.

¿Y cómo le afectó a usted?

.

—Creo que ese desarraigo que tengo desde mi juventud, cuando me tuve que ir de aquí con 15 años, y que haya vivido en 30 casas aproximadamente a lo largo de mi vida, tiene mucho que ver con esa búsqueda de identidad. Esta novela es un ajuste de cuentas con mi pasado e incluso una manera de hacer terapia; los novelistas, por suerte, nos ahorramos los psicólogos. He intentado desnudarme emocionalmente porque los libros se tienen que leer, pero también se tienen que sentir, tienen que llegar de alguna manera al corazón del que los lee.

.

Por cierto, ¿cómo vivió el proyecto y la construcción del Museo Guggenheim Bilbao? ¿Le convenció desde el principio o fue uno de los escépticos?

.

—Lo veía como mero espectador, como algo lejano; recuerdo los chistes que se hacían: Por ese precio, hubiéramos fichado a no sé quién para jugar en el Athletic. Supongo que no tenía ni los conocimientos ni la cercanía suficiente para darme cuenta de su importancia. Lo veía con mucho escepticismo como lo veía mucha gente, incluso creo que en aquellos tiempos ni los que apostaron por el museo podían ni imaginarse la magnitud que alcanzaría.

.

Además de esta trilogía, Bilbao se ha convertido también en el escenario de otros de sus libros. ¿Qué tiene la capital vizcaina que resulta tan interesante a los novelistas de novela negra?

.

—Tiene muchos entornos, el Casco Viejo, el Ensanche, por supuesto La palanca, San Francisco, Rekalde… Muchos lugares donde poder ambientar nuestras historias. Es una ciudad muy ecléctica, muy dispar de unos lugares a otros. Como escenario de novela es magnífica. Lo que está bien es que haya una proliferación brutal en los últimos años de novelistas de aquí que nos dedicamos a este género. Recuerdo que a los primeros festivales que nos invitaban de novela negra íbamos Jon Arretxe, Javi Abasolo y yo porque no había más. Fuimos pioneros y ahora da gusto ver qué cantidad de autores hay, incluso casi existe un género de novela negra vasca. Las editoriales en Barcelona y Madrid buscan autores vascos porque creo que resultamos interesantes literariamente y gusta mucho lo que contamos por todas las vivencias que tuvimos y cómo las vivimos. Hemos creado un género propio y la verdad es que me hace mucha gracia.

.

¿Está preparando ya una nueva novela?

.

—Lo cierto es que no porque tenía tantas necesidades de escribir esta que me he vaciado; ahora lo que necesito es un poco de distancia y de descanso. En mi carpeta en el ordenador siempre hay ocho o nueve historias para novelas, pero ahora mismo no tengo ninguna prisa, quiero ver cómo evoluciona esta, cómo reacciona el público. Pero sí, en enero me sentaré a escribir otra novela.

.

Era directivo de una empresa y tras obtener el Premio Atenea de Sevilla en 2014 lo dejó todo y se dedicó a escribir. ¿Se ha arrepentido en alguna ocasión de esta decisión?

.

—Me arrepiento de no haberlo hecho antes porque la verdad es que mi vida cambió, dejé de estar en un entorno absolutamente de estrés a vivir la vida de otra manera, más tranquila, más relajada. Fue un cambio vital brutal y necesario. Ahora vivo entre Santander y Sevilla, donde tengo un restaurante. Siempre digo que si no vendo libros, tengo que vender hamburguesas (ja, ja, ja). Es un gusto recibir a muchos lectores que van por ahí de vez en cuando. Pero siempre he estado sujeto a todo tipo de cambios, de vez en cuando siento la necesidad de cambiar de vida.

.

.

.

.

· Link

.

.

.

.