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Cuerpos sin identificar

El enigma de la cabeza cortada por la mitad en la ría de Bilbao

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Los forenses vizcaínos reciben al año una decena de muertos sin nombre. La gran mayoría de casos se resuelve con éxito. El del cráneo seccionado sigue pendiente después de 20 años

 
Domingo, 30 de junio 2024

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En Bizkaia aparecen cada año una decena de cuerpos que no están plenamente identificados. Algunos son de personas mayores que viven solas y que alguien encuentra ya en avanzado estado de descomposición. Pero también hay casos extremos. Ocurrió, por ejemplo, el pasado verano, cuando apareció en Artxanda un cadáver descuartizado y calcinado dentro de una maleta.

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Lo cierto es que la inmensa mayoría de estos cadáveres consiguen ser identificados por los médicos forenses del Instituto Vasco de Medicina Legal (IVML) o por la Ertzaintza. «Aquí no existen los problemas que tienen por ejemplo en Canarias y Andalucía», explican Jon Arrieta, director del organismo, y Benito Morentín, jefe de servicio de patología forense y profesor universitario.

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En las islas, muchos africanos pierden la vida cuando intentan llegar a Europa en pateras. Muchos de sus cuerpos se acumulan en las cámaras frigoríficas de las morgues canarias a la espera de que se les pueda poner un nombre y poder entregarlos a sus familias.

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Algo que muchas veces es imposible porque no existen datos externos (por ejemplo ADN) con los que cotejar los resultados de la autopsia. Según los datos del Ministerio del Interior, de los 1.592 cadáveres y restos sin identificar que se contabilizaron en España entre 2003 y 2022 prácticamente la mitad aparecieron en aguas cercanas a estos territorios.

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Los forenses vascos consiguen identificar casi todos los cuerpos que analizan en sus instalaciones, en la planta baja del Palacio de Justicia de Bilbao.

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Muchas veces lo consiguen gracias a la identificación de las familias, aunque incluso en estos casos siempre recurren a pruebas complementarias (normalmente se coteja el ADN o las huellas de los dedos índices) para despejar cualquier tipo de duda. A veces, en los casos en los que el cuerpo está bastante descompuesto, es necesario reparar las huellas dactilares para poder comprobarlas en el banco de datos de detenidos o consultar la ficha dental. Pero en ocasiones el cuerpo está tan deshecho que es imposible realizarle pruebas científicas.

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Es entonces, cuando los forenses y los investigadores tienen que tirar de «ingenio», explican Jon Arrieta y Benito Morentín, que abren las puertas del Instituto Vasco de Medicina Legal a EL CORREO.

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Hay casos muy llamativos. Se ha llegado a identificar fallecidos gracias a tatuajes y cicatrices. En una ocasión lograron poner nombre y apellidos a una persona por el número de serie que tenía su marcapasos.

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También tuvieron problemas cuando dos hermanos gemelos, con los mismos marcadores genéticos, murieron carbonizados en un incendio. Aquella vez la clave que resolvió el asunto fue la prótesis de rodilla que llevaba uno de ellos. Y, más recientemente, en el caso del crimen de la maleta, la pista definitiva fue un trozo de chaleco de la empresa Lantegi Batuak donde trabajaba la víctima.

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Pero no siempre se logra identificar los cadáveres, a pesar del desarrollo de la Base de Datos de Personas Desaparecidas y Restos Humanos (PDyRH) que comparten la Guardia Civil, la Policía Nacional y las policías autonómicas. Según la información del Ministerio del Interior, en Euskadi hay 16 personas que no han conseguido ser identificadas entre 2003 y 2022.

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700 autopsias al año aproximadamente se practican en el Instituto Vasco de Medicina Legal, en las plantas bajas del Palacio de Justicia de Bilbao. Se realizan en menos de 24 horas.

Corte de gran precisión

Y hay un caso que continúa siendo un gran misterio y del que no se sabía prácticamente nada hasta ahora. Sucedió hace exactamente 20 años. Un día una persona llamó a los servicios de emergencias porque había aparecido en la ría de Bilbao una especie de táper gris con una cubierta granate. Al abrirla descubrió que era la cabeza de un hombre cortada por la mitad, justo por encima de los ojos. Tenía el pelo rapado y barba de unos días.

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Se abrió una investigación. Pocos días después apareció en la ría otro táper. Contenía la otra parte de la cabeza. ¿Quién era esa persona? ¿Por qué le habían hecho ese corte? ¿Se trataba de un homicidio?

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Lo cierto es que son preguntas que nunca han llegado a responderse. Se realizaron diversas pruebas, pero no se obtuvieron resultados que permitiesen saber quién era y qué había pasado. Han pasado 20 años desde entonces y las incógnitas siguen encima de la mesa. No se sabe nada de esa persona. Lo único que está claro es que el corte fue realizado con extraordinaria precisión y con herramientas de calidad, lo que invita a pensar a los forenses que fue realizado en un laboratorio.

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¿Es posible incluso que el corte fuese realizado en el contexto de unas prácticas médicas? Pero, entonces, ¿cómo acabaron los restos en la ría?

En 2004 apareció en aguas de Bilbao la mitad de una cabeza dentro de un táper. Días después apareció la otra parte. Aún no se sabe quién es

 

Han pasado 20 años y la cabeza permanece conservada en formol en el almacén del Instituto Vasco de Medicina Legal junto a otros restos.

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La historia de la cabeza partida por la mitad es sin duda una de las más llamativas. Pero lo cierto es que en el instituto realizan unas 700 autopsias al año. A grandes rasgos, llevan a cabo exámenes en los casos de muertes violentas (que no tienen por qué ser homicidios), fallecimientos súbitos de gente joven, accidentes, sobredosis y suicidios.

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Las realizan en menos de 24 horas. «Llevamos 35 años haciendo autopsias. Examinar a los muertos es una rutina para nosotros. Sin duda lo más difícil es hablar con las familias de los fallecidos», explican.

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Hay otro caso que Jon Arrieta recuerda especialmente. Sucedió hace apenas tres años en la zona de Barrika. Un grupo de personas localizó unos huesos en una zona montañosa, cerca de la urbanización Muriola. Los restos estaban diseminados en un área de unos 30 metros cuadrados. Se recogieron un cúbito, una escápula, varias costillas, un trozo de mandíbula, un fémur, parte de una cadera, un cráneo y otros fragmentos óseos.

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El director del Instituto Vasco de Medicina Legal y sus compañeros pudieron determinar que se trataba de un hombre de entre 35 y 40 años, que tenía 7 impactos de escopeta y que había sido asesinado hacía décadas. De hecho había pesetas junto a los restos. El problema es que el cadáver no tenía dientes ni huellas para ser cotejadas. Tampoco se pudo extraer ninguna coincidencia de su ADN.

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La clave para conseguir identificarle fue un forro polar de Osakidetza que envolvían los restos óseos. A partir de ahí se consiguió identificar a la víctima e iniciar una investigación. El problema fue que el asesinato ya había prescrito.

El caso del cuerpo de Barrika

Un cadáver identificado y un asesinato prescrito

Un grupo de personas localizó en 2021 unos huesos en una zona montañosa de Barrika. Tenía 7 impactos de escopeta. Había sido asesinado hacía décadas. De hecho había pesetas junto a los restos. El cadáver no tenía dientes ni huellas. Tampoco se pudo extraer nada de su ADN. Se le identificó gracias a un forro polar de Osakidetza. Pero el caso estaba prescrito.

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