Capítulo uno
Jueves, 17 de febrero de 2022
-Hola, Begoña. Soy Julia, tu hija. He tardado mucho en conocerte, pero yo tampoco imagino un futuro sin ti.
Julia repite las palabras en voz baja. Necesita escucharlas una vez más.
.
La sensación de irrealidad es tan intensa que las pronuncia cada poco tiempo, casi como un conjuro que le dé fuerzas para enfrentarse al miedo que siente en este momento.
No es fácil llamar a la puerta de una madre a la que no conoces, de cuyos brazos te arrancaron a los pocos días de nacer.
.
Hace tres años, tres meses y dieciocho días que lo supo.
En plena investigación tras las huellas de uno de los asesinos más escurridizos a los que se ha enfrentado nunca, se dio de bruces con sus apellidos en el listado de la infamia. Aquel en el que las monjas que decidían sobre las vidas de bebés recién nacidos y las de sus jóvenes madres registraban sus transacciones.
.
Así lo descubrió.
.
Niña robada. Niña vendida.
.
El caso más complicado de su carrera, el día más difícil de su vida.
.
Hasta hoy.
.
FICHA
.
Título: Alma negra
Autor: Ibon Martin
Género: Thriller
Editorial: Plaza & Janes
Páginas: 464
.
.
Después de tirar de hilos tan enmarañados que ha llegado a temer que jamás lograría desenredar, aquí está por fin.
.
Apenas unos centímetros la separan del abrazo que se congeló cuando le arrebataron a su madre: la distancia que tiene que recorrer su mano temblorosa hasta el timbre de esa puerta que, una vez abierta, reconstruirá el hilo de su vida.
.
Se trata de una casa humilde, varada a orillas de una ría que un desarrollo urbano precipitado condenó a discurrir entre anodinas paredes de hormigón. El olor a salitre que Julia esperaba encontrar se diluye entre los lodos frescos de la bajamar.
.
Las olas no rompen lejos, apenas tres kilómetros más allá, en la playa de La Arena, pero el mar ni se intuye. Los depósitos de combustible y las chimeneas de la refinería cercana lo ocultan por completo.
.
Julia respira hondo. No recuerda haber estado jamás tan nerviosa, y no es para menos.
.
Ha escenificado el reencuentro tantas veces en su mente que no sabe cuál de las versiones prefiere: ¿la que le muestra a su madre quedándose con la boca abierta antes de acariciar su rostro con tierna incredulidad? Sí, esa le encantaría.
.
En realidad, le sirve cualquiera que no termine en rechazo o negación. Julia no quiere ni plantearse que Begoña pueda haberla olvidado.
.
Por supuesto que no. Qué tontería. Sabe que la mujer que la espera tras esa puerta intentó recuperarla. Sabe que interpuso una denuncia ante estamentos eclesiásticos para que le devolvieran a su recién nacida… Sí, sabe todo eso.
.
Como también sabe que han pasado más de cuarenta años y puede que la dureza de la vida haya oscurecido a la joven luminosa que un día fue.
.
Basta. Una madre jamás olvidaría a su bebé.
.
La mano se detiene antes de pulsar el timbre. La puerta se encuentra abierta, entornada.
—¿Hola? ¿Begoña? —saluda asomándose al interior—. Soy Julia, tu…
.
La ertzaina se muerde la lengua para no continuar. Mejor decírselo cuando ambas estén por fin cara a cara.
.
La única respuesta que recibe es el canto de un pájaro desde algún lugar de la casa.
.
—¿Hay alguien? —insiste mientras avanza tímidamente por el pasillo. Quizá debiera esperar en la entrada. Su madre habrá salido un momento y estará a punto de regresar. No habrá ido muy lejos si ha dejado la puerta abierta.
.
Un sonido llama su atención hacia una de las estancias que se abren al corredor.
.
Es solo el canario, de un color amarillo chillón. Se mece en el columpio que cuelga en el centro de su jaula. Clic-clac, clic-clac, clic…
.
Nada más. El resto es solo silencio.
.
—¿Hola? —prueba de nuevo alzando la voz—. ¿Begoña? ¿Estás ahí?
.
Julia duda si regresar a la puerta o continuar hacia el interior.
.
Son sus piernas quienes deciden por ella. No están dispuestas a seguir dilatando la espera, se mueren por salir a celebrar ese reencuentro con el que lleva tanto tiempo soñando.
.
Clic-clac, clic-clac…
.
Las palabras tantas veces ensayadas adquieren velocidad en su cabeza, martillean en su interior al ritmo que marca el columpio del pájaro, mientras sus pasos atraviesan el pasillo que conduce hasta el salón.
.
El sofá, una librería, un televisor apagado…
.
El jarrón que preside la mesa del comedor muestra un ramo de tulipanes. Son rojos, de una intensidad tal que tira como un imán de la atención de Julia.
.
Clic-clac, clic…
.
El pájaro cada vez se balancea más deprisa. Y, de pronto, rompe a cantar de nuevo.
.
Su melodía optimista lo envuelve todo y brinda un extraño contrapunto a la imagen que toma forma en una esquina.
.
Julia observa esos pies, esas piernas… Le cuesta comprender.
.
La escena que se despliega ante sus ojos se halla muy lejos de todos los posibles reencuentros que su mente había imaginado.
.
.
.
.
Capítulo dos
Jueves, 17 de febrero de 2022
.
.
Tan pronto como Julia parpadea para desterrar las lágrimas que nublan su mirada, brotan otras nuevas que desfiguran la escena.
.
El abrazo con el que ha soñado durante tanto tiempo acaba de convertirse en la mayor de las pesadillas.
.
Porque el cabo marinero del que pende el cuerpo y el tono amoratado de su rostro no dejan ni un resquicio a las dudas: su madre está muerta.
.
Sobre la mesa, una sencilla nota de despedida, sin apenas espacio para los sentimientos, no aclara los motivos de su decisión.
.
Julia se traga una por una las palabras que traía preparadas.
.
Escuecen al bajar por su garganta.
.
Hace tres años, tres meses y quince días que su vida sufrió un cataclismo que hoy se replica con toda su intensidad.
.
En cuanto supo que era una niña robada comenzó una búsqueda que tardó en arribar a puerto. Toda huella de su madre se perdía tras dar a luz. Begoña jamás regresó a casa y nunca más volvió a saberse de ella.
.
Había tirado prácticamente la toalla cuando el caso de los crímenes del Apóstol, en Oñati, le regaló una pista que seguir. Los intentos de su madre biológica por recuperarla dejaron un rastro que le permitió dar con su nuevo domicilio. También con su nueva identidad.
.
El canario continúa cantando, ajeno a su dolor. Se trata de una melodía hermosa, un canto a la vida que realza la soledad de la muerte y desgarra por completo el alma de Julia.
.
La imagen se vuelve borrosa una vez más. Las lágrimas corren por las mejillas de la ertzaina. No entiende nada. Todo esto no puede estar sucediendo. En cualquier momento se despertará y comprenderá aliviada que no ha sido más que la última trampa de su imaginación antes del feliz reencuentro.
.
Hace apenas unos minutos observaba esa casa de porte sencillo con tantos nervios como esperanza. La vida, sin embargo, se ha derrumbado. El leve olor a salitre que la ha recibido se ha diluido por completo. Los lodos del cauce del Barbadún y sus aromas ásperos son ya los únicos protagonistas del día. Se cuelan por alguna ventana abierta para acrecentar la congoja que oprime el pecho de Julia.
.
Sus manos marcan en el móvil el número de Emergencias. Sin embargo, el dedo que debe pulsar la tecla de llamada remolonea sin decidirse a hacerlo.
.
Sabe que lo que sucedería a continuación no sería agradable.
.
Varios agentes comenzarían a danzar a su alrededor. Le harían preguntas que difícilmente podría responder. ¿Qué hacía ella en una vivienda que no es la suya y a cincuenta kilómetros de su domicilio? ¿Por qué accedió a ese piso si ni siquiera conocía a la víctima?
.
Tendría que explicar que esa mujer que cuelga de una soga es su madre biológica. A su confesión seguirían pruebas, tomas de declaración y preguntas, muchas preguntas.
.
Siente que no es más que una extraña y que no podría responderlas.
.
Odia ser consciente de ello, pero ha regresado tarde a la vida de su madre.
.
Julia parpadea de nuevo para asegurarse por última vez de que esas piernas que cuelgan junto a ella no son un mal sueño.
.
No. No lo son. La imagen que conservará para siempre de su madre es tan dura como real.
.
Cuando se pone en pie y se dirige a la puerta el pájaro ha cesado su canto. Parece haber comprendido que no es su momento.
.
Julia sabe que tampoco es el suyo. Solo le queda abandonar ese hogar y la esperanza que dirigió sus pasos hasta allí.
.
.
.
.
.
SOBRE EL AUTOR
.
Ibon Martín (Donostia, 1976) ha conquistado un lugar propio en el thriller nacional e internacional gracias a sus pasiones: viajar, escribir, describir.
.
Ha construido un universo muy especial en el que se mezclan todos los tonos del noir: investigación a cargo de un equipo policial, perfilación criminal del asesino, denuncia de asuntos de actualidad, pinceladas de suspense y ambientaciones que evocan paisajes rurales y leyendas antiguas.
.
La danza de los tulipanes alcanzó los primeros puestos en las listas de más vendidos, consagrándolo como uno de los autores más destacados. La hora de las gaviotas fue galardonada con el Premio Paco Camarasa a la mejor novela negra del año y El ladrón de rostros lo confirmó como el maestro vasco del suspense.
.
.
.
.
.
.
.
.