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Juan Gómez-Jurado ostenta la sorprendente y codiciada condición de ser el autor más leído en lengua castellana.
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Pero él prefiere no centrarse mucho en ese abundante público a la hora de elaborar sus novelas. «Cuando escribo no pienso en nadie más que en mí mismo», confiesa.
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«Mi manera de acercarme a la literatura se basa en la mayor claridad mental. Soy muy egoísta, me da igual que no le guste a otros, sólo pienso en mí». El autor regresa con ‘Todo muere’, la última entrega de la popular serie de la Reina Roja, y protagoniza un nuevo encuentro del Aula de EL CORREO que tendrá lugar hoy en la Biblioteca de Bidebarrieta a partir de las 18.30 horas.
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El acto ha sido organizado en colaboración con Ediciones B y cuenta con el apoyo de BBK. Todas las entradas a la conferencia están ya agotadas.
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Los récords no le suponen ninguna carga al autor madrileño. «No me proporcionan confianza porque no va con mi carácter y trato de evitar el sentido de responsabilidad», aduce y recuerda cuando le informaron sobre esa primacía comercial.
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«Me lo reveló mi editor, colgué tan rápida y educadamente como pude, le dije a mi mujer que tendríamos que vivir con ello y seguí cocinando unas lentejas».
El éxito es algo exógeno para el escritor. «Es algo sobre lo que no tienes ningún control y me relaciono con él de la mejor manera que puedo, sin que afecte a mi salud mental», advierte. «Soy un chaval de Moratalaz, la Margen Izquierda madrileña, y la forma de afrontarlo es como alguien normal».
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El reto es siempre el mismo, según su experiencia. «El blanco siempre será el blanco, hayas escrito trescientos libros o no, sólo tendrás más habilidad, pero eso no garantiza el futuro».
La charla
Ponente. Juan Gómez-Jurado hablará sobre su novela ‘Todo muere’ con los guionistas Aurelio Cabra y Arturo González-Campos.
Lugar y hora. Hoy en la Biblioteca de Bidebarrieta a las 18.30 horas.
Con la colaboración: Fundación BBK.
Hay otras diferencias. El lector que se adentre en la trepidante narración de ‘Todo muere’ no contará con la habitual sinopsis de la contraportada. Gómez-Jurado le ha privado de esta posibilidad para reivindicar su madurez. «Se le ha infantilizado», lamenta y señala que se le trata con una creciente condescendencia.
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«Es un proceso que se ha agudizado en los últimos dieciocho años que llevo escribiendo. Parece que cuesta más invertir nuestro tiempo en crear personajes nuevos y con planteamientos que desafíen las expectativas». El autor rechaza esos ‘trailers’ que revientan la trama. «Hay que dirigirse a él a la cara porque es inteligente y también proteger su experiencia».
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La publicidad asegura que el lector cierra todo un universo con esta octava entrega de la serie, pero él prefiere hablar de círculo y reconoce que ya está trabajando en una novela independiente, un thriller distinto, aunque mantiene su habitual rechazo a explicar lo que tiene entre manos. Su punto de partida suele variar.
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«Existen diferentes posibilidades», indica. «La idea de una trama en unas ocasiones, un personaje en otras, o la ambientación. ‘La leyenda del ladrón’, situada en el siglo XVI, permitía encontrar otro lenguaje a la hora de narrar».
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La ironía es una de las características de este maestro del género negro. «Tiene que ver con la forma de relacionarme. Murió mi madre cuando el enfermo era mi padre, y pensé que vaya giro de guión y él falleció contando chistes», arguye. «La vida está llena de tragedias y la única forma de superarlo es a través de la risa. Ante el dolor reacciono con el humor más negro. Suele ser el recurso de los más sensibles para negar el drama».
Las novelas de Gómez-Jurado suelen abordar, asimismo, las relaciones de poder. «Esa circunstancia tiene que ver con la mezcla de géneros», apunta. «Aunque siempre sigue el formato del ‘thriller’, cada una lo modifica y añade la venganza, el relato psicológico o el médico. Muda de forma natural y el lector nunca sabe de antemano lo que se va a encontrar».
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La plasticidad de sus descripciones nos proporciona imágenes intensas y precisas. Esa cercanía contrasta con la opinión que le proporcionan algunos de sus lectores. «Me suelen decir que les gustan mis historias, pero que les parecen muy poco creíbles. Y entonces yo les menciono titulares de periódicos en torno a asesinatos de sicarios, cocaína mezclada con nocilla y jefes anticorrupción con millones de euros emparedados en su salón. Todo lo que hallo en la vida cotidiana me parece más marciano y surrealista que mis tramas».
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